Sobre crear pensamiento crítico
Debo reconocer que cuando estudié historia en el colegio no
me estaba preparando para vivirla. Uno abría los libros y escuchaba las
clases, intentaba poner en contexto
fechas, acontecimientos, y las biografías de personajes que se nos hacían tan
distantes. En realidad poco nos enseñaron a atar este pasado con el presente y
creo que allí estuvo la mayor falla. No entendimos bien que la historia no
es algo muerto, meramente simbólico y sin conexión con el contexto actual. Tampoco entendimos que la historia
la hacemos todos, no sólo un prócer, un general, un rebelde, un temerario,
alguien distante, sino que como ciudadanos, como testigos, influimos mucho más de
lo que pensamos.
Lo que he visto estos días es que dentro de este contexto de
protesta ha salido a relucir lo poco preparados que estamos para vivir estos
momentos como algo histórico. No digo que todos tengamos que ser de piedra y que no nos
desmoronemos. ¿Cómo no hacerlo? Vivimos en uno de los países más corruptos y
violentos del globo, es lógico sentir temor y desconfianza. Al final del día,
de esos sentimientos también salen cosas positivas, pero a veces uno ve que
cualquier argumento vacío hace tambalear la convicción de muchos. Es más,
cuando uno ve cómo se alzan voces críticas sin ningún fundamento, cuando hay
poco espacio de reflexión, cuando los análisis van vacíos y superficiales uno
se preocupa.
¿Cuál es realmente el problema? Responder con la educación
no sería tocar nada nuevo. Eso lo sabemos. Sin embargo aquí el problema va
mucho más allá de construir más escuelas y subirle el sueldo a los profesores.
Tenemos que hacer una reflexión no sólo sobre la calidad de la educación que
estamos dando, sino la que recibimos. ¿Qué nos pasa como sociedad?
Creo que tenemos que hacer una reflexión sobre la escuela
del futuro. ¿Qué tenemos que enseñarle a las generaciones tras de nosotros? Primero
desde nuestro ejemplo. Nosotros estamos haciendo el país. Hoy en día también se
hace en redes sociales, la tecnología no se puede ignorar, ni se puede tomar a
la ligera. Todo esto influye. En la calle, en el trabajo, en nuestra vida
diaria, ¿qué tipo de país estamos haciendo?¿Qué historia estamos construyendo?
¿Qué clase de persona somos?
Luego desde los análisis que vamos a ofrecer del pasado.
¿Qué sabemos de nuestro país? ¿Cómo lo hemos digerido? ¿Cómo se lo vamos a
presentar? Creo que padres, maestros, promotores de lectura y cultura, tenemos
que ir pensando desde ya qué le vamos a enseñar a nuestros hijos y alumnos. No es nada
más conceptos abstractos ni normas de conducta, tampoco son fechas, ni
memorizar el orden y desarrollo de acontecimientos, tampoco es lanzar libros al aire como si por sí solos lograran una misión secreta. Creo que tenemos que
revisar la calidad de los textos y la forma cómo se analizan. Creo que llegó la
hora de aceptar que para que podamos digerir lo que nos pasa tenemos que
aprender a pensar. He ahí el problema: en el desarrollo del pensamiento crítico.
Frente a los momentos que vivimos creo que debemos tomar una
pausa para pensar. No es cosa fácil a lo que nos enfrentamos y a hace falta
digerir. Hace falta reflexionar. ¿Cómo? y ¿Cuándo? Construyo mis opiniones. ¿En
qué las baso? ¿Creo que lo primero que pienso o lo primero que escucho? ¿Hablo
en base a lo que espero? ¿En base a lo que temo? ¿En base a lo que temo? ¿O pretendo justificar mis acciones? Sobre todo, ¿cuáles son mis convicciones? No
mis simpatías, ni electorales, ni la empatía que puedo sentir con alguien
porque es carismático o dijo lo que yo quería oír. Si voy a una marcha,
realmente ¿por qué voy?
Yo tengo claras muchas de mis respuestas. Algunas no tanto,
por lo reciente de los acontecimientos y por lo incierta de la situación. Sin embargo
creo que las más importantes las tengo resueltas y eso me da una gran
tranquilidad y confianza, no quiere decir eso que sepa qué va a pasar, pero al
menos sí dónde caigo en todo esto. Sin embargo me temo que gente que me rodea
no, y que a veces, las teorías más absurdas cogen un vuelo que más bien me
desanima.
Me doy cuenta una vez más que nos falló la educación. La verdadera educación.
La que hace al ciudadano crítico, pero no “criticón” que de cualquier árbol caído
quiere hacer leña, me refiero a aquel que opina luego de pensar, que analiza y
saca conclusiones y que en estas uno siempre ve unos principios claros. En muchas cosas somos una sociedad madura, tal
vez demasiado, pero en otras, estamos grave, mal, y esa puede ser nuestra perdición
y ni lo sabemos.
Nos toca reflexionar sobre eso. Hablamos tanto sobre lo que
queremos dejarle a nuestros hijos, sobre defenderlos y darles un país mejor.
Por aquí empieza, sobre todo para estar conscientes que no sólo es dejarles un
país mejor, es que si se lo conseguimos que no se lo vuelvan a quitar.
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