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Mostrando entradas de agosto, 2013

No me importan los penes

No me importan los penes. Me importan los pranes. Porque nos tienen viviendo en el terror. Porque uno sale de la casa angustiado. A cualquier hora. O peor uno no sale. Porque nos estamos imponiendo una especie de toque de queda. Porque estar en un lugar después de las siete de la noche es un acto casi temerario. Porque uno camina por la calle  sintiendo que en cualquier momento le viene el golpe. No me importan los penes. Me importa que vas a un supermercado y si no está vacío las cosas están amontonadas en una esquina y tienen una hoja de papel bond escrita a mano que dice cosas como, de a dos por persona. Me importa que uno tiene que hacer preguntas como, ¿los niños cuentan como una persona? Me importan que se arman peleas porque esa señora sale y vuelve a entrar. Y la gente se desespera por una botellita de Maceite. En un país tropical la gente se pelea por aceite de maíz. En el quinto productor de petróleo a nivel mundial. Con el barril por encima de cien dól

Delta of Venus, Anaïs Nin.

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Es mi primera aproximación a Anaïs Nin y la verdad, quedé fascinada. Y no me da pena decirlo. La naturalidad de esta autora al narrar escenas eróticas es algo impresionante, más allá de la perversidad de algunas, las cuales, advierto, son  muy duras de tragar, desde el comienzo. Anaïs Nin no es para todo el mundo, y aunque es un libro que engancha, ya que su lenguaje fácil, su temática no lo es.  Es el tipo de autora que generará mucho rechazo entre radicales. Sobre todo en este mundo políticamente correcto, en el que todo pasa, pero nada se dice, en que las cosas son pero se les pone un nombre que la maquille lo más posible, haciéndonos creer que la igualdad está en borrar las diferencias obvias, cuando lo que nos lleva a ella es justamente lo contrario, es aceptarlas, entenderlas y tolerarlas. En fin, hay gente que se niega a ver ciertas cosas del mundo. Que prefiere creer que hay cosas que no pasan. Que seguramente pensarán que la autora es una pervertid

.40 Estos son mis sueños: La lluvia o la esperanza

Anoche soñé con lluvia. Sali a caminar hasta la parada del autobús. El 84. No venía. Y no venía. Me quedé ahí. Esperando. Gélida. Los dedos azules alrededor del paraguas. Los labios en mueca de resignación. El pelo entregado a las gotas. El vestido casi una historia. Como si toda la tristeza de mi corazón se hubiese pegado a esa tela, que para colmo de ironías, o de detalles simbólicos era negro. Hay algo de paz en dejarse mojar. Tal vez eso es la paz, es dejarse ir. Es salir y esperar a que llueva. Dejar llover eso es todo. No correr. No ponerse bajo techo. Llueve y ya. No hay nada qué hacer. ¿Para qué vas a correr? Donde estés llega el agua. Las tuberías que se rompen. Los espacios bajos que se van anegando. Ese desagüe al que nunca le limpiaron las hojas secas. Las quebradas que se desbordan. Todo es un gran desorden. Y uno se consuela pensando que en el desorden tenemos nuestro propio orden, pero no es verdad. Sólo que así es mejor asumir este mundo de aguas. Río abaj

¿Quién sueña grande en este país?

Yo a veces hago el ejercicio, casi diabólico de imaginarme cómo hubiese sido Venezuela, si hubiésemos tenido otro gobierno. Nótese que he hecho el esfuerzo de decir haber tenido otro gobierno, no “esta desgracia que nos cayó”, porque hay que olvidarse de esa frase. No nos cayó una desgracia, esto lo trajimos, esto fue una consecuencia de años de negligencia, de flojera, de no apreciar ni la democracia, ni la riqueza, ni el trabajo. Pensar que es todo esto es producto de la mala fortuna, es demasiada ingenuidad, tal vez sea un mecanismo útil para dormir mejor por la noche. Uno siempre se consuela pensando que el mundo es demasiado grande para que uno solo pueda cambiarlo, lo mismo pasa con el país. La gente te dice, es que yo no soy ni político, ni empresario, ni militar, ni activista, es más a mi ni me interesa eso, cuánta gente no le dice a uno, es que yo soy apolítico. Ese fue el primer problema, endosarle todo a otros. Claro que hay que definir todo. A