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Mostrando entradas de octubre, 2011

Reto: La Montaña Mágica

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Este post es parte de mi nuevo proyecto: El Perro Naranja. Lo pueden encontrar en la siguiente dirección: http://elperronaranja.tumblr.com/ Hace un año más o menos mi papá me preguntó algo sobre la Montaña Mágica de Thomas Mann. Lo siento. Fue mi respuesta. No sé. No lo he leído. Me salió regaño. ¿Cómo es posible que no hayas leído la Montaña Mágica de Thomas Mann? No sé. No sé cómo pasó. Pero la verdad es que ni siquiera la tenía en una lista, ni sabía muy bien por qué era un libro tan importante. De ahí en adelante he empezado a preguntar a mis amigos lectores sobre el libro. Quienes no lo hemos leído le tenemos algo de miedo, porque quienes lo han leído hablan la experiencia de forma contradictoria. Es maravilloso a la vez terrible, no lo puedes soltar, pero tampoco lo puedes terminar. Es decir, es placer puro y duro. Te lleva de un lado al otro. Te atrapa. Confieso que le tengo miedo a la Montaña Mágica. Lo he tenido durante año y medio allí esperándome. Reprochánd

¡Vamos Maickel!

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Nunca he hecho este experimento por miedo al resultado que pueda encontrar, pero me gustaría hacer un conteo de cuántas noticias buenas trae la prensa en un día cualquiera. No me extrañaría que si uno deja de lado la cartelera de cine y las demás noticias culturales, seguramente hay muy poco de bueno en la prensa tanto nacional como internacional. No sé si será el agujero en la capa de ozono, si será la predicción del fin del mundo según los Mayas o si tenga que ver el hecho de que se hace más investigación en el área de cirugía plástica que en la búsqueda de la cura del cáncer. El hecho es que es a veces uno siente que el ser humano no puede ser más egoísta, más cínico, más inhumano que cualquier villano de historia fantástica. Uno ve tanta crueldad o peor, tanta indiferencia, que es imposible no sentirse desesperanzado y cuestionarse todo. No seré la única que se ha preguntado antes de dar a luz, “¿A qué clase de mundo voy a traer a mi hijo?” Pero uno, con su natu

El Alter Ego de Lupita Ferrer

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Ella se monta en el metro con la cartera, una carpeta en la mano, el niño casi arrastrado con su lonchera que es más grande que él y una bolsa en la mano. Le dice “apúrate hijo, que ya estamos tarde. Camina bien por favor.” En la mente lleva un mapa mental de todo lo que tiene que hacer. Desde peluquería hasta la planificación del día de trabajo. La reunión con el jefe. Las llamadas a los clientes. Y el mercado. Siempre falta algo del mercado. Ella se monta en el carro. Amarra el niño a la silla. Le suena el teléfono. Hace un paneo de la calle como si la hubiera entrenado el mismísimo FBI. La leona de hoy en día protege a sus cachorros del depredador urbano por excelencia, el motorizado. Pasa el peligro. Prende el carro. Ajusta la radio. Estira la mano, alcanza la cartera y mientras esquiva a un loco en una camioneta que le tira su camastrón a todo el mundo, consigue una pintura de labios y se empieza a pintar. Recuerda el celular. Devuelve la llamada. El niño le pide que ponga