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Mostrando entradas de febrero, 2014

El País que queremos

Queda claro en estos días de protesta cuál es el país que no queremos. Lo que nos lleva a la calle es justamente el habernos dado cuenta que nuestra calidad de vida es pésima, desabastecimiento, inseguridad, un conjunto de leyes que hacen casi imposible el desenvolvimiento de cualquier actividad profesional sin que te conviertas en un criminal, represión, censura, y sobre todo un desvío total de la moralidad y de los valores. Salimos a la calle no sólo por las cosas que nos afectan de forma concreta y visible, como el no encontrar los productos básicos en el supermercado, sino que además estamos hartos de vivir en un país donde al único que le va bien es al que se enchufa, el que guisa, así sea un chavista descarado o uno de esos que se viste de marcha con la oposición por la mañana, manda cadenas por su teléfono de “¡abajo el tirano!” y por la tarde está haciendo un negocio con el gobierno, como si vivir entre los dos bandos le lavara las culpas, le diera una excusa y fuese más intel

La única certeza

No es raro despertarse estos días por el olor de caucho quemado que llega de la barricada que hicieron unos vecinos en la esquina.   Mientras tanto uno mira el twitter para ver qué a pasado en los últimos quince minutos. Si hubo otro acto de represión, alguna declaración inesperada, si el gobierno hizo algo más para dejar claro que está ignorando las protestas pero poniendo en evidencia que no las puede ignorar, o si tal vez hubo otro muerto. Buscamos también una guía. ¿Qué debemos hacer? ¿A dónde vamos? Pancartas. Volantes. Marchas. Artículos. Peticiones on line. Barricadas. Ya estamos dispuestos a cualquier cosa, incluso a veces arriesgando nuestra integridad, desafiando miedos que siempre supimos que teníamos pero que no sabíamos que algún día tendríamos que enfrentar. Desesperados buscamos consuelo en amigos, en conocidos, estamos pegados al teléfono, leemos la última cadena que llegó y tratamos de preguntarle a alguien a quien creemos sensato ¿qué opinas? ¿Qué dice la historia de

¿Qué más hace falta para que sea guerra?

No estoy montando barricadas. No estoy buscando escombros, ni basura para prenderlos en mitad de mi calle. Más bien estoy tratando de tomarme un café y de mantener la disciplina de no revisar el twitter por al menos media hora. Me asomo a la ventana, la calle está más sola que de costumbre, y pareciera que los sonidos de la ciudad han cambiado. Lo único que avanza torpedeado por los eventos son las redes sociales. Nuestro medio de comunicación, de información, de relación con el mundo y con el resto de los ciudadanos de este país que se quiebra en mil pedazos. Los perseguidos, los detenidos, los torturados, los muertos. Todos están en las redes sociales. Ellos y el pánico. El pánico colectivo del que somos presa al no saber qué estamos viviendo. Porque esa es la verdad, ¿qué es esto? no sabemos. No sabemos si esto fue un levantamiento popular, si es una rebelión desarmada, si es un grito de desesperación, si es una protesta por una mejor calidad de vida con todos sus tintes políti

El miedo es grande pero ¡Claro que se puede!

Parece un día cualquiera. Parece. Porque uno se levanta y hace su rutina, sale de la casa y hace lo de siempre, y pareciera que todo está normal. Basta ver a alguien a la cara y preguntarle cómo está. En las voces, en los ojos, en los gestos, sabemos que ninguno de estos días son un día cualquiera. Todos sabemos que desde el miércoles pasado aquí cada hora es decisiva. Cada acto, cada palabra, cada tweet, cada llamada, cada información, cada opinión. El problema es que estamos a ciegas, que la información no siempre es certera y que estamos seguros de muy pocas cosas. Estamos seguros que hay un estado que se quitó la careta y que está decidido a conservar el poder a costa de lo que sea. Estamos seguros que somos un enemigo. No lo hemos declarado, porque la mayoría no somos gente de enemigos. No crecimos así, nunca lo fuimos. Somos gente profundamente democrática, creemos en la pluralidad de ideas, entonces nos cuesta, nos duele, nos ofende, que alguien esté dispuesto  a llegar a d

20 de Febrero

¿Saben lo que significa ser la generación que vio este horror? Significa que tenemos que trabajar para que las próximas no caigan esto. Significa que tenemos que asegurarnos que aquí los niños crezcan con identidad venezolana, respeto y amor por los símbolos patrios, un entendimiento de qué es la democracia. No puede suceder que un bachiller nunca haya tenido la Constitución Nacional en sus manos. No sepa qué es la separación de poderes, ni qué es el sistema de pesos y contrapesos. No que repita de  memoria Ejecutivo, Legislativo y Judicial, es que entienda por qué, esos aspectos de la vida nacional están divididos, y no pueden bajo ningún concepto recaer sobre una sola persona. Hay cosas que no se les entrega a nadie. Tienen que entender por qué el presidente debe ser de estado seglar, por qué no puede ser un religioso y por qué religión y estado no se mezclan.  Qué es el federalismo y el centralismo. Ahora más allá, de todas estas cosa sy las que faltan, sobre todo, tenemos que aseg