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Mostrando entradas de abril, 2012

Miedo 2: Envejecer

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Me da miedo la vejez. Soy una persona activa. Un fosforito. Una explosión. Yo no me contengo en mi misma. A veces siento que tengo adentro al Colisionador de Hadrones. Me da miedo llegar a una edad en la que empiece a tener limitaciones físicas para hacer lo que quiero hacer. Además soy quejona, tengo el umbral del dolor bajo y soy muy maniática y habladora. Lo que hará de mí una vieja achacosa e insoportable. Pero dejando a un lado la vejez típica. La fea. La de arrugas. Y dientes postizos. Bastones y los riesgos de las 3 C de la vejez que siempre nombra mi primo Carlos Julio, Catarro. Caída. Cagada. Hay una parte del envejecimiento que es a la que más temo. En realidad me da terror llegar a una edad en la que odie mi cuerpo. Me den terror las patas de gallo y entonces caiga en la crisis en la que han caído muchas mujeres. Abusar de la tecnología para tratar de hacer algo imposible: retroceder el tiempo, luchar contra la genética y verse de quince. Hace dos días estaba

Día 17: Un mal gusto. Día 18: Un PIN. Día 19: Una Falsificación

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Ok. Aquí van mi mal gusto. Mi PIN. Mi Falsificación. Odie el mal gusto. El PIN ni hablar. Desteté ese tema, me quedé sin inspiración y lo que se me ocurrió fue una basura. Y la falsificación me encantó. No están en orden. A ver si encuentran cuál es cuál. De verdad que parte de lo que me desanimó en la competencia fue el PIN. Ese fue el día que dije, esto definitivamente se fue a la mierda y pasa a ser una carrera de aguante. De invento. Pero la falsificación sí que la disfruté. Allí sí hay tema. Un poco por lo mismo que hablaba en el post anterior. Nosotros vivimos falsificando versiones de nosotros mismo para presentarlas a la gente. Es así.

Miedo 1: Lo que dice la gente

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No pareciera al escuchar las cosas que digo que me importase un bledo lo que dice la gente. Pero mentiría si dijese que más de una vez no me cambié un zapato o me quité un leggin porque me sentía gorda o no acorde a mi edad “y me van a ver como ….” Lo que la gente dice si nos importa y si nos duele. Por más que seamos (y al final del día sí que lo soy) de las personas que se pasan por el Arco de Triunfo los comentarios de los demás. Reconozco que a veces me produce algo de shock cuando leo comentarios desagradables en el blog. O cuando me han mentado la madre por alguna opinión vía Twitter o lo que sea. Entiendo que tengo que soltar más la lengua, dejar de pensar tanto en los demás y más en mí. Pero no es fácil. A uno le enseñan que uno es parte de una sociedad, de un grupo, y lo más humano del mundo es intentar pertenecer, aunque en el fondo no quieras pertenecer, o mejor dicho, todo tu empuje racional te diga “este no es tu lugar” y “aquí sencillamente no eres f

Quitapesares

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Voy a estrenar nuevas etiquetas. Hay varias cosas distintas que quiero hacer con el blog. Empezando por publicar mis miedos. Es la etiqueta de Quitapesares. Me quiero quitar los miedos de encima. Las angustias. Porque todos tenemos miedo a algo. A varias cosas. Hay millones de proyectos. De sueños. De ideas. Que se quedan en el miedo. Millones de cosas que uno no hace porque no se atreve. Que no dice porque le da pena. En fin. Yo vivo mucho desde el miedo, y necesito desahogarme. Ir sacando espina por espina todo eso que me he clavado, por mi educación o mi experiencia y que me molesta a la hora de vivir con la intensidad que quiero vivir. La etiqueta se llama. Quitapesares. 

Hacer el Bien. Hacer el Daño.

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A veces me pregunto ¿cuál es mi función como madre? Criar. Formar. Educar. Preparar. Amar. Enseñar. Son toda una cantidad de infinitivos relacionados con darle a mis hijos las herramientas necesarias para enfrentar la vida. Claro que la mayoría de las veces, más bien siento que tengo que funcionar como una especie de maya de seguridad en contra de todo lo horrible que hay en el mundo. Que no se vuelvan abyectos demasiado pronto. Que se no se den cuenta que no todo es maravilloso. Que no se enteren del cinismo, de la maldad, del egoísmo. Es decir, esconderles la verdad la mayor tiempo posible. Prolongar la inocencia y tratar de mantener su corazón lo más puro que se pueda y tratar de que descubran la realidad por sí solos y paso a paso, para que el golpe no sea demasiado grande.  Todo eso lo pienso a medida que me encuentro en una disyuntiva. El chupón. Clarissa tiene dos y medio y ya llega la hora en que pediatras, psicólogos, mamás del parque, todo el mundo presiona porque &qu

Las Cosas que se Pierden

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¿A dónde van las cosas que se pierden? Las fichas de los juegos de mesa. Los ganchos de pelo. La pareja de aquella media blanca que regresó sola del peregrinaje habitual a la lavadora. Los chupones. Los papelitos que tienen ese teléfono tan importante. Las facturas. Los tornillos. Las tapitas de los zarcillos o de las yuntas. Las ballenas de las camisas. Todas esas cosas que en un momento eran un deseo, una parte a la vez crucial e insignificante de nuestras vidas. Nada cuya ausencia significase la muerte, pero que a la vez su presencia era la vida. Esas cosas que tanto empeño llevaban encima y que de repente, desaparecieron. Como si después de todo el cinismo y escepticismo de la adultez no quedase más remedio que reconocer: la magia sí existe, y aunque no sé quién es el mago, hace bien su trabajo y me desaparece las cosas. Claro que luego de un tiempo las cosas vuelven a aparecer. Cuando ya no importan, ni significan nada, y le hemos dado la vuelta a todo para resolver nuestro

Sexo, Palabras y Elefantes

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A Bill Clinton hay que reconocerle que puso de moda dos cosas: el sexo oral y el pedir perdón. Fueron dos momentos claves en la historia de nuestra generación. Primero verlo negando algo, al mejor estilo de "es mejor negarlo hasta la muerte." Y luego verlo pidiendo perdón por sus acciones. Intentando remendar el daño hecho. Tratando de convencernos de la premisa "es que en mi libro el sexo oral no es sexo" y la más importante de todas "yo estoy realmente arrepentido." En la teoría Católica por más que el cura te absuelva te dicen que si no te arrepientes, así repitas de manera impecable el Acto de Contrición Dios no te perdona. Primero te tienes que arrepentir. Si no. El perdón no cuenta. Siempre me llamó la atención el arrepentimiento de Bill Clinton. Una de mis fantasías es invitarlo a tomar un café y decirle "por favor. Déjame hacerte una pregunta ruda. ¿Tú de verdad te arrepientes de la mamada de Mónica?" Me imagino que salvo su respuesta d

Día 14: Un Ex Día 15: 560 Calorás Día 16: Un Ñu

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Mi inspiración para esta foto fue: Doña Florinda. No fue algo que me salió del alma. En realidad puse cachos y mujer en goolge y me salió una foto de ella. Pensé entonces en lo fea que era esa mujer, pero no físicamente. Creo que El Chavo del 8, a pesar de que mucha gente lo juzgue mal tiene una gran profundidad y habla sobre muchas de las cosas que suceden en Latinoamérica. Doña Florina era un personaje despreciable. Llena de complejos, se sentía superior por no tener los vicios que tenía Don Ramón, por estar mejor económicamente de él y además estaba muy amargada por su situación de madre soltera. Cosa que se comprende, pues en realidad, ahora que soy madre entiendo lo duro que debe ser para una mujer criar a un hijo sola. En todo caso, hay mucha gente que sin andar por la calle en delantal y rollos, (cosa que yo creo que eran una simbología excelente, pues ese ñu no está necesariamente "el pelo" sino "en la cabeza") va por ahí tratando a los demás de "chusm

El Teleoperador No Tiene La Culpa

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En la vida hay quien hace lo que hace por necesidad o por amor. En el mejor de los casos por las dos cosas. Aunque trabajo es trabajo. Probablemente Julia Roberts entre un café y un vaso de agua mineral dirá que "qué ladilla los directores, que qué infierno estar siempre con el trauma de que si no eres más flaca que la actriz de al lado te quieren pagar menos, que qué no hay peor infierno que tratar de ser humano cuando los amarillistas siempre le quieren sacar dinero a tus peores momentos." Igual, yo digo que estrella de cine está entre los Top Ten trabajos. Sin embargo yo pongo locutor de radio primero. Me encantaría algún día ser locutora de radio. También están los críticos de comida. Los de cine. Los de libros. Está la gente que tiene que viajar y probar aerolíneas y hoteles. Están los banqueros, esos que trabajan poco y ganan mucho. En fin. Trabajos buenos hay bastantes. Aunque una vez más, al final. Trabajo es trabajo. Y no sólo depende de la actividad en sí, sino de c
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Mi cabeza da vueltas. Y vueltas. Voy caminando por la calle y voy pensando. Anotando ciertas cosillas. - No hay nada peor que meterse a bañar, correr la cortina y ver que no hay paño caliente. - Segunda cosa peor, que el paño disponible haya sido usado hace poco por otra persona. Secarse con un paño mojado es no secarse. - Horribe encontrarse a alguien cuando estás en la peluquería haciéndote las mechas y pareces la encarnación de cualquier bruja. De todas las brujas. - Desgracia doméstica: querer hacer vinagreta y que queden seis goticas de aceite. - Quiero que alguien me diga la verdad sobre la fecha de vencimiento de las medicinas. No. No el sabiondo de turno que vio un programa en el Discovery Channel o se cree todo lo que le llega por internet. Quiero un informe médico. Hasta entonces si se pasó la fecha no consumo. Gracias. - ¿Por qué hay gente que no dice buenos días cuando entra a un lugar? - Lo cortés no quita lo valiente. En serio que no. - Los echones debería

No Pasó Nada

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De la mayor virtud al peor defecto hay una línea de 360 grados. Es decir, uno está en el mismo lugar. Suele suceder que aquello que es nuestro gancho, que nos hace únicos, que la mayoría de la gente nos alaba sin cesar es justamente lo que nos termina metiendo en problemas. En mi caso una de las mayores virtudes que tengo es mi capacidad para hablar. Puedo hablar como una ametralladora. Soltando palabras como un aguacero, de esos de gotas gordas que caen tan duro y tan rápido que casi duele. Como esos bailarines de flamenco que zapatean a velocidades que molestan en los ojos, y que contagian las ganas de zapatear. Yo no puedo estar callada. No puedo. Ni siquiera cuando estoy sola. Cuando no estoy sola, aunque no hable, mi cerebro está en plena conversación. Es una especie de esquizofrenia funcional. O tal vez no es esquizofrenia, llamémoslo más bien una especie de comunidad imaginaria. Como un Facebook especial en mi cabeza. Lastimosamente al final del día esa comunidad pertenece