Miedo 2: Envejecer
Me
da miedo la vejez. Soy una persona activa. Un fosforito. Una explosión. Yo no
me contengo en mi misma. A veces siento que tengo adentro al Colisionador de
Hadrones. Me da miedo llegar a una edad en la que empiece a tener limitaciones
físicas para hacer lo que quiero hacer. Además soy quejona, tengo el umbral del
dolor bajo y soy muy maniática y habladora. Lo que hará de mí una vieja
achacosa e insoportable.
Pero
dejando a un lado la vejez típica. La fea. La de arrugas. Y dientes postizos.
Bastones y los riesgos de las 3 C de la vejez que siempre nombra mi primo
Carlos Julio, Catarro. Caída. Cagada. Hay una parte del envejecimiento que es a
la que más temo.
En
realidad me da terror llegar a una edad en la que odie mi cuerpo. Me den terror
las patas de gallo y entonces caiga en la crisis en la que han caído muchas
mujeres. Abusar de la tecnología para tratar de hacer algo imposible:
retroceder el tiempo, luchar contra la genética y verse de quince.
Hace
dos días estaba caminando por la calle con un amigo, y él se paró a saludar a
alguien. Estábamos al lado de un kiosko y justo se paró a comprar cigarros una
mujer entre cuarenta y cincuenta años. Tenía el vidrio abajo y el brazo
guindaba por la ventana.
Estaba
definida como hombre. Bueno, como hombre no. Era esa definición que todas
queremos tener. Musculitos marcados. El pelo liso de peluquería. Un top de
gimnasio. Lo que me llevó a tener una gran ansiedad por preguntarle, amiga,
¿cómo sale una del gimnasio con peinado de peluquería? Tenía rímel (a las 9:25
de la mañana para ir al gimnasio), colorete y los labios pintados de rosado
brillante. Ahora, aquí hay un problema. Los labios. Eso parecía una picada de
sapo venenoso. Esos labios no eran normales.
¿Por
qué? ¿En qué universo tener la boca así puede ser mejor a tener una boca
normal? De verdad nadie se ve bien así. Nadie. Si usted está leyendo esto y
está pensando en irse a inyectar la boca. Quédese en su casa. De verdad. NO SE
VE BIEN. No se le ve bien a Melanie Griffith, ni a Nicole Kidman, ni a Meg
Ryan, ni a la muchacha del carro, ni a otra que vi el lunes que también parecía
un accidente de laboratorio. No se ve bien. Entonces ¿qué nos pasa?
Por
supuesto que mientras la chama compraba sus cigarros yo me asomé y le vi un par
de tetas. De esas de piedra. Operadas. No estaban mal. La verdad es que las
tetas las hay operadas bien y operadas mal. Hay algunas que parecen una especie
de gargantilla, otras que están una en un lugar, y otra en un universo paralelo.
Hay algunas que no están en proporción directa con el cuerpo al que pertenecen. Pero hay otras que se ven bien. Eso sí si te las operas y te dicen "se te ven naturales." Te estás cayendo a mojones. Como cuando te subes a la balanza, ves de tres kilos más para arriba, le preguntas a alguien "¿Me ves gorda?" "No vale. Yo te veo igual." Mentira.
Aquí
empieza mi dilema. Porque me ha pasado por la cabeza un par de veces operarme.
Que conste que es algo que haría por mí. Si a mi pareja no le gusta lo que
tengo eso es su rollo. Soy de las que piensa que si te van a dejar por unas
tetas, lo que te están haciendo no es un daño, sino un favor. Uno tiene que
trabajar más en lo que acompaña las tetas, que en las tetas, per se. Además, no
me sirve alguien que me quiera por mis tetas, porque eventualmente el tiempo va
a pasar y no van a ser las mismas.
Pero
sí me ha pasado por la cabeza operarme. Es un tema de ponerme un bikini strapless cómodamente.
Es un tema de un stereotipo que uno tiene en la cabeza. Es un tema de que nos
han convencido de que el tamaño sí importa y yo no mentiría si dijese que no he
caído en ese juego. Que a veces no siento que un par de tetas nuevas me haría
sentir bien.
Claro
que me dan terror los quirófanos. No me gustan las agujas. Odio sentirme mal.
Pensar que tengo que estar una semana en cama por unas tetas, me da como una
sensación de pérdida de tiempo tan valioso. Y me da miedo hacerlo por las
razones equivocadas. Por exceso de frivolidad, por intentar solventar un
problema de inseguridad que no tiene que ver con el físico, que las tetas no
van a arreglar. Me da miedo que después de las tetas venga otra idiotez y
terminar como una mujer espantapájaros. Como una especie de muñeca de trapo
moderna, que es una muñeca de silicón y botox.
En
fin. Me da miedo envejecer. O mejor dicho. Me da miedo no saber envejecer.
Comentarios
Te confieso q no se si hoy en dia lo haría, ya lo hice y no me arrepiento y se ven bien, y me siento comoda con ellos pero ahora q lo pienso en frio y con unos anyos mas no se si fue demasiada vanidad. Yo creo q si buscas un doctor bueno y te informas bien (no como yo q no sabia ni que me estaba haciendo..) no es tan mala idea, No creo q entre tus razones este ser mejor q x persona o levantarte a x tipo, ya estas casada y tienes hijos y lo q quieres es mejorar una parte q lamentablemente se deteriora un poco con los embarazos y los anyos.
En cuanto a la vejez, bueno ese es todo un tema! Yo tambien temo a ser una vieja desubicada, de esas q se viste como carajitas de 20 y llenas de cirugías q no quedan bien, hay q asumir la edad. Claro, si uno puede usar algo para verse un poco mas fresca, eso si no me parece mal, el problema esta en exagerar y salirse de foco.
Bueno me quedo un poco largo el comentario jajaja y disculpa la mala redacción y la falta de ilación!
Andrea