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El Borrador

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*En un rato publico la foto de las primeras copias de mi primer borrador. Hoy mi esposo fue a un centro de copiado a imprimir un borrador de lo que espero sea mi primer libro. Esa novela que hace ya varios meses les dije que iba a escribir. Me tomé un año, pero en realidad la historia salió en tres meses. Después la engaveté porque el pájaro que tengo en mi cabeza, como el de la propaganda de Twistos me decía, “esto es una mierda. Esto es una mierda. Esto es una mierda. Qué historia tan chimba. Que historia tan chimba. El lector se va a aburrir. El lector se va a aburrir. Los diálogos son cursis. Los diálogos son cursis. Los diálogos son cursis.” Es que me salió una historia diferente. No sé por qué, pero fue lo que salió. Algo de otra época, centrado en un mundo creado por mí, pero que tiene como núcleo lo que vivimos hoy en día. Tiene fantasía, no todo es real, pero de nuevo, tiene como núcleo muchas de las cosas que percibo en la sociedad hoy en día. Y cada personaje

Ficciones: Gordo sin salida.

Es un gordo de esos que desayunan hamburguesas. El pan se hunde un poco con la presión de sus dedos, la carne, el tomate y la lechuga aplastados por el calor y las salsas hasta ser casi una pasta irreconocible, se rodando hacia el fondo del pan, con cada mordisco. Del emparedado caen gotas de salsa que salpican todo. Sus dedos están enchumbados de grasa y de salsa, pareciera que alguien los hubiese pintado de amarillo y rojo. Mientras tanto el va pensando, ¿qué voy a almorzar? Él sabe que la gente que lo ve por la calle no para de pensar. ¿Cómo este gordo se dejó poner así? Como si no hubiera sido gordo toda la vida. Siempre fue gordo. Si no de contextura. De corazón. Si se se infló fue casi sin darse cuenta, entre el tercer plato de pasta y la coca-cola que se tenía que tomar antes de acostarse a dormir. No es que la comida sustituya nada en su vida. No es que en el plato busque el amor que no tiene, la compañía que le hace falta o que busque masticar para evitar decir lo que no qui

Te Odio Blackberry

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Mi Blackberry no sirve. No sirve para nada. Hace unas semanas decidió volverse loco. A lo mejor fue a causa del escaso contenido de cordura en algunas de mis conversaciones. No sé. El caso es que no marca la E, no marca el dos, me obliga a escribir mensajes como: “Como t fu anoch.” “Dsd cuando stas así?” “ya voy llgando” “t mando un corro” “vins sta noch?” “qu tal ls fu n l fin d smana.” No puedo marcar números locales que no tengo grabados, pues es imposible marcar el 212. Entonces tengo que pedirle a alguien que me los mande vía SMS, para yo darle al botón y que se marque solo. Si quiero llamar a algún Eduardo tengo que buscarlo por el apellido, siempre que no empiece con E. Además la batería casi no dura y a veces sencillamente no quiere hacer llamadas. Me sale un mensaje de error. Y no. No se resuelve quitando y poniendo la pila. Ya lo he intentado mil veces. Creo que la histeria de dicho aparatico viene de la manipulación de mi hija. Siempre sa

Reto: La Montaña Mágica

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Este post es parte de mi nuevo proyecto: El Perro Naranja. Lo pueden encontrar en la siguiente dirección: http://elperronaranja.tumblr.com/ Hace un año más o menos mi papá me preguntó algo sobre la Montaña Mágica de Thomas Mann. Lo siento. Fue mi respuesta. No sé. No lo he leído. Me salió regaño. ¿Cómo es posible que no hayas leído la Montaña Mágica de Thomas Mann? No sé. No sé cómo pasó. Pero la verdad es que ni siquiera la tenía en una lista, ni sabía muy bien por qué era un libro tan importante. De ahí en adelante he empezado a preguntar a mis amigos lectores sobre el libro. Quienes no lo hemos leído le tenemos algo de miedo, porque quienes lo han leído hablan la experiencia de forma contradictoria. Es maravilloso a la vez terrible, no lo puedes soltar, pero tampoco lo puedes terminar. Es decir, es placer puro y duro. Te lleva de un lado al otro. Te atrapa. Confieso que le tengo miedo a la Montaña Mágica. Lo he tenido durante año y medio allí esperándome. Reprochánd

¡Vamos Maickel!

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Nunca he hecho este experimento por miedo al resultado que pueda encontrar, pero me gustaría hacer un conteo de cuántas noticias buenas trae la prensa en un día cualquiera. No me extrañaría que si uno deja de lado la cartelera de cine y las demás noticias culturales, seguramente hay muy poco de bueno en la prensa tanto nacional como internacional. No sé si será el agujero en la capa de ozono, si será la predicción del fin del mundo según los Mayas o si tenga que ver el hecho de que se hace más investigación en el área de cirugía plástica que en la búsqueda de la cura del cáncer. El hecho es que es a veces uno siente que el ser humano no puede ser más egoísta, más cínico, más inhumano que cualquier villano de historia fantástica. Uno ve tanta crueldad o peor, tanta indiferencia, que es imposible no sentirse desesperanzado y cuestionarse todo. No seré la única que se ha preguntado antes de dar a luz, “¿A qué clase de mundo voy a traer a mi hijo?” Pero uno, con su natu

El Alter Ego de Lupita Ferrer

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Ella se monta en el metro con la cartera, una carpeta en la mano, el niño casi arrastrado con su lonchera que es más grande que él y una bolsa en la mano. Le dice “apúrate hijo, que ya estamos tarde. Camina bien por favor.” En la mente lleva un mapa mental de todo lo que tiene que hacer. Desde peluquería hasta la planificación del día de trabajo. La reunión con el jefe. Las llamadas a los clientes. Y el mercado. Siempre falta algo del mercado. Ella se monta en el carro. Amarra el niño a la silla. Le suena el teléfono. Hace un paneo de la calle como si la hubiera entrenado el mismísimo FBI. La leona de hoy en día protege a sus cachorros del depredador urbano por excelencia, el motorizado. Pasa el peligro. Prende el carro. Ajusta la radio. Estira la mano, alcanza la cartera y mientras esquiva a un loco en una camioneta que le tira su camastrón a todo el mundo, consigue una pintura de labios y se empieza a pintar. Recuerda el celular. Devuelve la llamada. El niño le pide que ponga

Para ser bella...hay que remover al canario de mi pelo

Nunca dejará de asombrarme el sufrimiento que las mujeres somos capaces de soportar cuando de belleza se trata. Que aún en esta era de operaciones de corazón por laparoscopia, las mujeres estemos poniéndonos cera caliente en el cuerpo para después arrancar el pelo, me hace llegar a la conclusión de que somos unos salvajes. Sin embargo, no es nada más la depilación lo que constituye una tortura para muchas de las que pertenecemos al sexo femenino. La celulitis, por ejemplo, es otra de esas pesadillas que nos ponen locas y nos hacen llegar a los extremos. Una amiga me llevó una vez a un centro de belleza. Me quitaron la ropa y me hicieron un examen. No lo pasé. “Tienes celulitis.” Me dijeron. Fue en tono de gravedad. Como cuando se da un diagnóstico fatal o se declara algo preocupante. “Pero se puede hacer algo.” Es decir, tienes salvación. No tienes por qué vivir con ese defecto encima. Me mandaron un tratamiento que al menos al principio no sonaba tan mal. Por supuesto