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Mostrando entradas de junio, 2011

El Pájaro que Vive en mi Cabeza y se Come mis Tareas

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Mencionar las palabras horno y prendido en mi casa, es invitar a mi cuñado a contar el cuento de cuando dejé el horno de su cocina prendido durante todo un fin de semana. Tenía dieciocho años y ya ni recuerdo qué era lo que iba a cocinar. Sólo sé que lo prendí. Saqué la comida. No lo apagué. Nos fuimos. Al regresar ahí estaba, la manilla en no sé cuántos cincuenta. Un testimonio del milagro de un santo a quien debemos adjudicarle el milagro de que el apartamento no se quemó. En esa cocina hice otro desastre. Fue un día que me dio por hacer sopa de tomate. Hice sopa como para alimentar a toda la cuadra, serví los platos. Comimos y el resto lo dejé en la olla. Se me olvidó pasarlo a un topper. Mi hermana no revisó. Nos fuimos de fin de semana, y al regresar el domingo allí estaba un nuevo planeta rojo dentro de la olla. Era uno de esos calderos de hierro, pero ni siquiera la estructura del metal pesado pudo combatir la fuerzas del nuevo ecosistema. Tuvimos que botar el caldero.

Tan Clara como mi nombre

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Si me hubieran puesto Carolina, o María Gabriela, o incluso Clarissa. ¿Hubiese sido distinta mi vida? A veces me pregunto, qué hubiese pasado de haberme tocado responder a un nombre como Claudia, o como Carla, nombre que me adjudican a cada rato por ser anagrama de mi nombre. ¿Nos afecta realmente nuestro nombre? ¿O es algo totalmente accidental? Lo pienso sobre todo ahora que estoy a punto de ser mamá de nuevo y que me toca una vez más, junto a mi esposo, poner un nombre. Más de una vez nos hemos encontrado en plan de que los Álvaros son esto, los Carlos son aquellos, o tal nombre me recuerda a fulano que realmente no me cae bien y no le quiero poner ese nombre a mi chamo. ¿Es así? Yo no he conocido a una Daniela tímida. No he conocido a una Cristina que no tenga una personalidad fuerte. Las Michelle que conozco son todas mujeres de mucha determinación. Las Carolinas son dulces y melosas, por más que algunas intenten negar que no lo son. Con el perdón de los Tomás, no

¿Quién dijo Pavoso?

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A veces escribo cosas y me da miedo que mi pluma tenga algún poder cabalístico. ¿Y si escribo algo que después me pasa? Confieso que acabo de borrar todo un post. Lo volveré a escribir cuando ya esté segura que lo que estaba escribiendo no va a venir a morderme una nalga. Cuando sintiéndome pueblerina y absurda diga, ok, basta de ignorancia, basta de creer en brujas, estamos como grandes para eso, vergüenza te debería dar. Pero ¿qué puedo hacer? No me considero una persona supersticiosa, pero sí soy de las que cada vez que toca la sal, echa un poquito con la mano derecha por encima del hombro izquierdo. Jamás dejo los zapatos al revés, ni encima de la cama. Tampoco me gustan los sombreros encima de la cama, y me aterra abrir paraguas dentro de la casa, cosa que podía matar a mi abuela. Respeto a los gatos, pero los negros me producen una gran desconfianza y si tienen ojos verdes peor. Lo siento Misifú, no es culpa tuya, a veces el ADN nos juega unas malas pasadas, como ta

¿Qué son los alerones de un carro?

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¿Cuántos años pasa uno en el colegio? ¿Quince? Entre los cinco de bachillerato y los seis de primaria, más los tres de preescolar, más o menos por ahí va la cosa. Después uno llega a la universidad y pasa entre cuatro y seis años más, dependiendo de cada caso, aprendiendo a ser “alguien” en esta vida. En esos años uno aprende operaciones básicas de matemática para que no te jueguen burro mocho cuando te dan el vuelto en la panadería, movimiento de rotación y de traslación, la fuerza de gravedad, los animales vertebrados y los invertebrados, el uso de la coma, las principales batallas de la historia, los Chibchas, los Timotocuicas, los Araguacos. Una biblioteca entera de información que en realidad es fundamental, que te da, o al menos te debería dar una visión de mundo, una noción del país que quieres, que tienes, una forma de ser alguien en la vida. Eso que llaman cultura, educación, un medio de defenderte intelectualmente y que no venga cualquiera a embaucarte con el prim

Del Fiasco del Literato, al chico que no lee, al chico que me lee.

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Después del fiasco del literato. Después de aquella noche en que entré llorando a mi casa. Los zapatos en la mano, el sonido del motor de su carro arrancando a toda velocidad, me dije “me voy lo voy a buscar bien básico. Me lo voy a buscar que no lea.” Y no tardé mucho en encontrarlo. Una noche en un bar acompañando a una amiga en un despecho, (el mío era top secret , no se lo había dicho a nadie, tal vez porque en esa época no tenía blog, tal vez porque me costaba reconocer que había perdido la jugada con otro lector) apareció mi chico iletrado. El pobre tampoco merece ese apodo. Analfabeta no era. Sólo que no tenía ni idea quién era Sandor Marai, las palabras La Educación Sentimental no le decían nada, Crimen y Castigo era una primera plana de periódico, y le había encantado La Letra Escarlata, la película (una de las versiones cinematográficas que yo más odio en esta Tierra). Fue peligroso para mí salir con el chico que no lee. En primer lugar porque empecé a sentir

Salir con el chico que lee

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Esto lo escribí en respuesta al artículo Salir con la chica que lee / salir con la chica que no lee. Quedaste con él a las nueve de las noche. Se apareció a las 10:15 y tú estabas decidida a recibirlo en pijama con un reproche que no se le iba a olvidar nunca más, porque a ti nadie te hace esperar. Pero algo en el SMS que él te envió te hizo cambiar de opinión, te ablandó. Te vino a buscar. Se bajó, y algo en su forma de moverse, de abrirte la puerta, la frase que soltó para pedirte perdón, incluso antes que tú pudieras emitir cualquier sonido, logró que te montaras en el carro sonriendo como el gato Cheshire. Si ese es tu caso no cabe duda. Estás saliendo con un chico que lee. El chico que lee habla como en olas. Todas sus frases oscilan y están bien construidas, te confunde, te dice cosas que te hacen jurar que lo tienes donde lo quieres, que está perdidamente enamorado de ti, pero cuando te pones a analizar lo que te ha dicho te das cuenta que no ha dicho nada. El chic

Adivinanza: Aunque trates de ella no te puedes escapar

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A ver…¿Qué será? No importa el tamaño. No importa dónde estés, no puedes escapar de ella. Si te miras al espejo se te aparece, en la forma tus ojos o en ese mueca que haces cuando algo te tiene frustrado. Es simple y a la vez complicada. Te crea problemas, pero siempre recurres a ella cuando necesitas solucionar algo. Por ella te enfureces, agarras rabietas de niño de dos años y juras que más nunca le vas a dirigir la palabra. Sin embargo sabes, que la vida sin ella es sencillamente imposible. RESPUESTA: LA FAMILIA. Sí. Ya a estas alturas sabemos que es mentira que el cordón umbilical lo cortan al nacer. Es un cuento que nos hacen creer para que nos traguemos nuestra independencia. Estamos ligados a nuestra familia. Por más loca, por más disfuncional, por más tradicional, por más extraña, por más lo que sea que nos haya tocado como parientes, están ahí de una forma u otra. Antes la familia tenía un formato único, como si fuese una de esas planillas que llenas par

No sé nada de política: Ahí está el detalle

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Yo no sé nada de política. Ahí está, lo dije. Lo confesé. Lo admití. No tengo ni la menor idea. Ni Rajoy, ni Obama, ni Le Pen van a perder el sueño por mis opiniones. Lo vuelvo a decir, no sé nada de política. Cuando digo nada. Es nada. Nada. No sé de estrategias, ni de campañas, ni de alianzas, ni de si la propaganda del político tal realmente tiene potencial de éxito. No sé si el pendón de la campaña municipal está bien hecho o no. No sé si es buena idea eso que están haciendo ahora, que suena el teléfono de tu casa y te sale una voz que dice “Hola es Menganito de Tal, desde nuestro partido Unidos por la Población vamos a mejorar tu vida y cambiar todo para que seas feliz, sólo tienes que darnos tu voto.” ¿Eso funciona? No sé. Sólo sé que yo tranqué el teléfono porque me sentí un poco invadida, y sin ganas de escuchar un discurso que parecía venir cargado con “más de lo mismo.” No. La verdad es que no sé de política. Sé de huecos en las calles. Sé que si salgo de mi casa después de l

Los Libros: El agua de ese planeta que llamamos Alma.

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Foto: Un amor platónico. Trabajo para concurso Una Foto x Día x 28 días En tercer año de bachillerato nos mandaron a leer El General en su Laberinto de Gabriel García Márquez. Para ese entonces yo ya era un ratón de biblioteca, no porque haya nacido con ningún don en especial o como dirían por ahí “tocada por la barita” sino porque desde que tengo uso de razón me acostumbraron a que los libros eran algo divertido, maravilloso. De hecho no puedo decir que esa edad agarraba grandes clásicos de la literatura. García Márquez fue mi primer autor serio, y amé ese Bolívar “humano, demasiado humano” delirando por la traición de “Casandro” mientras atravesaba el Magdalena para ir a morir. Pero no fue siempre así. Llegar allí fue un viaje. Eso sí, jamás me presentaron los libros como algo aburrido o como una tarea, ni nada relacionado con el colegio o con la presión de sacar buenas notas, de hecho, no fui buena alumna sino hasta bien entrado el bachillerato cuando me fui a vivir al

Preguntas de Una Tarde Cualquiera

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¿Qué es la otredad? ¿Qué significa aceptarse y tolerarse? ¿Por qué en este mundo en que está tan de moda la paz interior, la autoayuda, el movimiento ecologista, la protección de los derechos humanos, la igualdad, la inclusión y todo eso, pareciera que el racismo está más latente que nunca? ¿Por qué pareciera que mientras más tratamos de convencernos de que somos iguales más diferentes nos vemos? ¿Por qué nos creemos educados cuando no sabemos nada? ¿Por qué nos creemos con autoridad para juzgar a los demás cuando nadie nos ha dado esa potestad? ¿Vamos a seguir creyendo que los estereotipos son verdad? ¿Realmente es tan difícil aceptar al que no piensa como nosotros? ¿No cabe la menor posibilidad de que en algunas cosas estemos equivocados? Yo he visto fotos que mienten. Realmente lo he visto. Así que no. Una imagen no vale más que mil palabras. Una imagen vale lo que vale, dependiendo de quién la hizo, por qué la hizo y qué pretende hacer con ella. Las mil palabras valen l

Ficciones IV - Stops (¿quién era?)

Hola, D. ¿cómo has estado?, sonó su voz al otro lado del teléfono. Me pareció increíble su capacidad para hacer de mi nombre un sin sentido. Bien. No sé que le contesté. Cosas casuales. Hubiese podido contarle sobre el cadáver pero no lo hice. Simplemente estaba tratando de no ahogarme, de no atropellarme, de no sonar demasiado infantil, ni ridícula, ni desesperada, ni feliz, ni distante, ni sola, ni acompañada. Estaba tratando de sonar como él, para él, pero a la vez sin serlo. Un asco total. Me invitó a almorzar y yo dije que sí. Otra vez la misma historia. La última vez habíamos terminado en la playa un miércoles a las cuatro de la tarde. Yo había dejado todo. Trabajo, diligencias, la cena con las amigas, el lavado que le había dado al carro, la agenda repleta que tenía la mañana siguiente, por irme con ese ser a pasar una noche en la playa. Una noche a la que siguió un fin de semana en el que yo juraba que por fin las cosas habían quedado en el lugar en que tenían que quedar

Cortos Interruptus: Si vas a pensar, que sea por ti mismo.

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Ayer recibí una de esas que yo llamo “cadenas de fanático.” Esta mañana, no eran ni las ocho y ya estaba recibiendo otra más. La cadena en cuestión habla de una película que se llama Cortos Interruptus, la cual no he visto y mucho menos sé de qué trata. Sólo sé, que a juzgar por lo que dice esta cadena, muestra a Cristo y sus discípulos como homosexuales y no debo verla. Más bien debo defender mi Fe e ir cine por cine exigiendo que no la pasen, que la gente no la vea o algo por el estilo. Confieso que me no sólo me desagrada esta actitud, me asusta. No entiendo con qué autoridad voy a ir a casa de alguien a decirle: no veas esta película porque contradice algo que yo considero sagrado. Es decir, no pienses por favor, piensa como yo, es que puede que no lo sepas, pero yo tengo la verdad en la mano. No puedo. Detesto los fanatismos y se me hace casi imposible respetar a un fanático por definición (fanático: entusiasmadamente ciego por algo). Yo creo con ojos abiertos y yo tra