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Mostrando entradas de octubre, 2012

Un bicho raro en un café

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El tema de escribir en un café es que termina o más bien comienza siendo un ejercicio de personalidad. Sobre todo en esta ciudad. El primer mundo está más preparado para gente rara que se sienta en lugares públicos a hacer vida profesional, llamémosla free lance. Aquí uno tira más hacia los lados del bicho raro. Nadie sale por ahí con computadoras. Por razones obvias. No quiero ni hablar de ellas. No quiero. Eso quiere decir que uno tiene que buscar lugares de trabajo, que no impliquen, andar por ahí. Es decir tienen que tener ciertas características. Luego, aquí la gente es muy abierta. Pero también es muy cerrada. Nos parecemos mucho unos a otros, lo que no quiere decir que seamos todos iguales. Y no me refiero a igualdad en el sentido Declaración de los Derechos del Hombre. Por Dios. Estoy hablando de igualdad de vida. De forma de pensar. De forma de existir. Aunque creo que en el fondo siempre terminamos siendo más parecidos de lo que pensamos. Al men

Personajes que uno observa

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"Don´t look at me, I´m only breathing.  Don´t look at me, I´m indiscreet".  The National. Cherry Tree.  Una de las cosas que me gustan de ir a una posada, es que pasas un fin de semana en extraños. Extraños que casi se convierten en una familia. Porque por unas horas, sobre todo si la posada está en un lugar remoto y del cual uno si se aleja es por tiempo corto, es como que uno vive en manada. Comes a la misma hora. A la misma hora te relajas. Y más o menos a la misma hora todo el mundo se retira a dormir. Entonces durante unas breves horas uno se dedica a una actividad que no confiesa, pero que es inevitable. Observarse. Como uno no se conoce para identificarse usa los rasgos más evidentes. Por ejemplo, los viejitos cuchi, que son esa pareja de viejos que casi no hablan, sino que sencillamente se acompañan. Se ven cansados. Los ves sacar medicinas de un pastillero en cada comida. Sobre todo a ella, que está pendiente del régimen de él. Comen despaci

Creo

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Creo en la vida. Creo en mi par de zapatos bien puestos sobre la Tierra. Creo en las alas de la memoria. Creo en el poder de la imaginación. Creo en las mañanas de cielo abierto, cuando Dios te regala el infinito. Creo en los animales. Tanto en la serpiente, como el elefante. Creo en la inocencia. Creo en el abyecto. Creo en el daño. Creo en el llanto. Creo en el grito. Creo en el silencio. Creo en la sonrisa. Creo en el aliento. El primero. El último. El que se cortó frente a un golpe, una desilusión, un giro inesperado. Creo en la compañía. Creo en la unión. Creo en la distancia. Creo en el espacio. Creo en el camino de la mano. Creo en el camino solitario. Creo en la ruptura. Creo en el adiós. Creo en el reencuentro. Creo en el abandono. Creo en el rescate. Creo en la huida. Creo en la persecución, aunque la odie. Creo en las comidas abundantes. Creo en la bebida. Creo en la embriaguez. Creo en el ratón. Creo la cafeína en sus distintas presentaciones. Pero

Vivir con un velociraptor dentro

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¿Cómo domar al velociraptor que vive en el estómago? Yo tengo un velociraptor que vive dentro de mí.  Se come todo. Menos la angustia. Menos el miedo. Menos las inseguridades. No siempre está despierto. Es entonces cuando puedo pensar. Pero una vez que se levanta, ya no soy dueña de mí. No puedo decir lo que pienso. Sólo lo que ordena el velociraptor. No soy coherente. Ni racional. No tiene sentido nada de lo que digo. No hay un hilo conductor en mis acciones. El que manda es el velociraptor. Carnívoro al fin. El velociraptor se ha ido comiendo mis entrañas. Se ha ido comiendo partes de mí, y aunque los cirujanos tal vez encuentren mis entrañas intactas, lo que el velociraptor se ha comido de mi interior se manifiesta en la suma de errores, de traspiés, de desaciertos, de palabras y gestos desafortunados que he acumulado a lo largo de los años. Lo curioso del velociraptor es que, tiene su corazón. No es puro rugido y destrucción. Es quizás por eso que nunca he ten