Creo
Creo
en la vida. Creo en mi par de zapatos bien puestos sobre la Tierra. Creo en las
alas de la memoria. Creo en el poder de la imaginación. Creo en las mañanas de
cielo abierto, cuando Dios te regala el infinito. Creo en los animales. Tanto
en la serpiente, como el elefante. Creo en la inocencia. Creo en el abyecto.
Creo en el daño.
Creo
en el llanto. Creo en el grito. Creo en el silencio. Creo en la sonrisa. Creo en
el aliento. El primero. El último. El que se cortó frente a un golpe, una
desilusión, un giro inesperado.
Creo
en la compañía. Creo en la unión. Creo en la distancia. Creo en el espacio.
Creo en el camino de la mano. Creo en el camino solitario. Creo en la
ruptura. Creo en el adiós. Creo en el reencuentro. Creo en el abandono. Creo en
el rescate. Creo en la huida. Creo en la persecución, aunque la odie.
Creo
en las comidas abundantes. Creo en la bebida. Creo en la embriaguez. Creo en el ratón. Creo la cafeína en sus distintas presentaciones. Pero sobre todo
creo en el olor a café de greca antes de que salga el sol. Creo en comer sola y
comer acompañada. Creo en lo salado para el sabor. Creo en lo dulce para la
felicidad. Creo en el hambre para el dolor. Creo en el helado para mantener la
fe. Creo en Johnnie Walker para destruir cualquier plan y vivir de improviso.
Creo
en las casas. Creo en las almohadas. Creo en los sofás que sirven para sentarse
y para dormir. Creo en tapar mi vientre con cojines. Creo en sentarme como indiecito.
Creo
en las batidoras, en las licuadoras, en los calderos y las cucharas de madera.
Creo las sopas para remendar los huecos pequeños del alma. Creo en las tazas
grandes. Creo en las cucharitas pequeñas para que el placer dure más.
Creo
en las computadoras. Creo en los cuadernos. Creo en los lápices número 2 y los
colores de madera. Creo en colores de cera. Creo en témperas. Creo en manos
sucias y ropa manchada. Creo en la boca marrón de chocolate. Creo en el aliento
a cigarro. Creo en la lengua verde de colorante.
Creo
en el rumor de aviones a lo lejos. Creo en el estruendo de las olas al reventar
contra la orilla. Creo en el sonido de las caídas de agua. Creo en las
mariposas. Creo en revivir con agua los pájaros que se estrellan contra el
vidrio.
Creo
en las lloradas de autopista. Creo en las fotos que tomaron cuando no te dabas
cuenta. Creo en los desnudos premeditados. Creo en mi piel, con todas y cada
una de sus cicatrices, porque creo en las cicatrices.
Creo
en la apuesta. Creo en el riesgo. Creo en la pérdida. Creo en la ganancia. Creo
en el derrumbe. Creo en lo que quedó atrás. Creo en lo que no puedo cambiar.
Creo en lo que viene. Creo en el futuro. Creo en los sueños.
Creo
en los huesos rotos. Creo en las heridas que se tapan con curitas. Creo en las
cortadas que se infectan. Creo en las infecciones masivas, de cuerpo, de alma,
de sociedad, de mundo.
Creo
en las películas que no puedo terminar de ver. Creo en las flores. Creo en las
matas que se han muerto. Creo en las orquídeas que han decidido ser mi
conexión con el mundo de la flora.
Creo
en el mar. Creo en la arena. Creo en la inmensidad. Creo en fuerzas
descomunales. Creo en lanzarme al vacío. Creo en la gravedad. Creo en caer.
Creo en el golpe. Creo en los daños. Creo en las heridas.
Creo
en los libros. Creo en el sentimiento que se desborda. Creo en la ficción. Creo
en la poesía. Creo que en la prosa. Creo en los autores desesperados. Creo en
los lúcidos. Creo en los desesperanzados. Creo en los que ansían una luz al
final un hoyo que todavía no se sabe si es un túnel, un laberinto o un espacio
imposible de determinar. Creo en historias. Creo en personajes. Creo en
ambientes.
Creo
en las miradas. Creo en las sonrisas. Creo en las manos. Los apretones. Los
agarrones. Las caricias. Los golpes. Las que sólo están allí como malla de
seguridad para aguantar tus caídas. Creo en todo lo que puedo hacer con mis
manos.
Creo
en los abrazos. Pero sobre todo creo en los besos.
Creo
en el destino. Creo en mis pasos. Creo en no dejar que nadie toque mis
pies, porque son mi mejor medio de transporte.
Creo
en la acción. Creo en el pensamiento. Creo en los impulsos. Creo en la
reflexión. Creo en racionalizar todo. Creo en no entender nada.
Creo
en verdades, completas, a medias y ausentes. Creo en espejismos. Creo en el
autoengaño. Creo en el desengaño.
Creo
en pechos.
Creo
en camas desbordadas de sueño, de lujuria o soledad. Creo en esconderme debajo
de cobijas como el mejor remedio para el miedo. Creo en el síndrome de
avestruz. Creo en el insomnio.
Creo
en el tiempo. Creo en que vine. Creo en que estoy aquí. Creo en irme. Creo en
volver.
Creo
en mi perro. En su amor incondicional. En su mirada sin prejuicio.
Creo
en el amor. Creo en la pasión. Creo en el cariño. Creo en la incondicionalidad.
Creo en la solidaridad. Creo en la risa.
Creo
en la música. Creo en la pintura. Creo en la escultura. Creo en el arte.
Creo
en el derecho de palabra.
Creo
en brujas. Creo en fantasmas. Creo en ángeles. Creo en demonios.
Creo
en pedazos de infernal cielo. Creo en pedazos de infierno celestial.
Creo
que el viento es la caricia reconfortante de un ser superior.
Creo
en los corazones negros y rotos. Creo en los latidos de sangre roja, llena
de óxigeno, llena de vida. Creo en los suspiros. En los bostezos. Creo en respirar
hondo y llenarte de universo.
Creo
en el universo.
Creo
en la vida.
Creo
en los dolorosos inconvenientes de ser puro de corazón.
Creo…que
creo en mí.
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