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Mostrando entradas de febrero, 2012

¡Basta!

Hace un par de años iba con mi hermana por la cotamil y casi llegando a la salida de Terrazas del Ávila vimos una moto de tránsito en el hombrillo y dos funcionarios mirando el suelo. Casi por instinto hicimos lo que no se debe hacer, lamentablemente, en estos casos que es reducir la marcha. Nos fuimos acercando y ahí lo vimos, tirado boca bajo un cadáver desnudo, que los funcionarios habían cubierto con un plástico transparente. Contuvimos el aliento y seguimos. Lo contamos al llegar a nuestro destino, un poco para librarnos de la carga de aquella imagen grotesca. Pero al rato descubrí con gran desilusión que no era algo que nos impresionara, ni que nos sacara de la rutina, más allá de algunos momentos de reflexión, de imaginación desbordada pensando qué le habría podido pasar a aquel hombre para encontrar la muerte de manera tan grotesca e indigna, más allá de la paranoia, no nos llegó más nada. Una oración por él y por nosotros. Eso fue todo. Y lo mismo a nuestros interlocutores. N

Día 13: Un Deja Vu

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Disco del Día: American IV de Johnny Cash He llegado a pensar que uno madura cuando le pierde el respeto o mejor dicho la veneración a las borracheras. En la adolescencia hay toda una mística con la embriaguez. Es más grande. Es más inteligente. Es más rata. Es más salvaje. Es más atrevido. Es más valiente. Es más adulto. Es más rudo. Es más duro. Es más osado. Vive más. El que tiene la valentía de empinar una botella, que dicho sea de paso no puede llegar a manos del bebedor de forma lícita. Parte de esa rudeza y de esa noción de transgresión y osadía tiene mucho que ver con todo lo que implica hacerse con un líquido prohibido, sobre el que tantas advertencias dan padres y maestros y que se vuelve así como el elixir de los que buscan acumular experiencias, entre los doce y los veinticinco años. Los padres tratan de hacer su trabajo, intentando explicar algo que ellos ya comprenden. Que dentro de todo el alcohol no es mayor cosa y que no es un aliado, mucho menos en grandes cantidade

Día 12: Un Monaguillo

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Disco del Día: Starfish de The Church Cuando pienso en un monaguillo me viene a la mente Toto, el personaje principal de Cinema Paradiso, que de pequeño es monaguillo en la iglesia del pueblo y se queda dormido en misa. El padre se pone furioso y lo regaña, y Toto siempre hace una travesura, tiene una salida que desespera al padre y uno intuye que sus labores las cumple más por obligación que porque realmente sienta algo cercano a una futura vocación por el sacerdocio. Nunca me he puesto demasiado en la piel del monaguillo, porque como deben ser hombres, jamás lo he considerado una posibilidad. La verdad es que sería fatal en ese trabajo. Considero el cura como una autoridad y le tengo terror, salvo dos o tres que he conocido a lo largo de los años, y son amigos. Les tengo miedo. Debo confesar, por ejemplo, que no me confieso. Hace ya unos diecisiete años entré por última vez al confesionario, y salí sintiéndome tan mal, que dije, yo lo siento en el alma, pero con tanto asesino, la

Día 11: Un Cheque en Blanco

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El Disco del Día es de Millionaires de James. Conoces a alguien. Empiezas a salir. Le cuentas tus problemas, las cosas que has vivido. Pronto estás escuchando opiniones, buscando apoyo y dando consejos. Sigue pasando el tiempo y ya salir no es más salir, ya es algo casi tácito. Sobreentendido. Son compañeros. Escuchas señales de aprobación y reclamos. Convives. Tus decisiones, desde la más pequeña hasta la más trascendental se ven afectadas por ese otro. Estás en una relación. Y no hay cheque en blanco más grande, que el que entregas al que se convierte en tu pareja. En esta sociedad de igualdad de géneros, en la que las mujeres usan pantalones y salen a trabajar tan duro como los hombres, a veces nos gusta creer que las relaciones no son "lo que eran antes." No gusta creer en mantener la individualidad, los mismos parámetros de vida que teníamos cuando estábamos solos. Y también nos gusta creer que la mujer pisada, anulada, es cosa del pasado. A veces pensamos que eso de l

Día 10: Un Escapista

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Disco del Dia para el día 10: Achtung Baby de U2 Día 10: UN ESCAPISTA Viví varios años en Estados Unidos. Si uno aprende algo de los gringos es que están todo el tiempo queriendo venderte algo. Vas a McDonalds, pides una hamburguesa y te empiezan a bombardear, "por tan sólo 99 centavos más usted puede triplicar el tamaño de las papas, del refreso y llevarse un postre." Uno los mira, noventa y nueve centavos para uno que está acostumbrado a meterle un mil a todo suena casi a un favor. Uno dice que sí. Vas a sacar un plan para un celular, te dicen que te cuesta veinte dólares mensuales y entonces te dicen que por tan sólo ocho más mensualmente puedes hacer llamadas a Tailandia, Uruguay y la República Central del Congo totalmente gratis. No conoces a nadie allí, pero tu mejor amiga siempre ha hablado de ir a Tailandia y sería chévere que el día que vayas tu esposo te pueda llamar gratis, (serías la más viva del grupo, ¿no?), además los uruguayos te caen bien y una vez conocist

Día 9: Una Cena para 12

Hace unos años me fui con mi familia a pasar el año nuevo en Margarita. Fue uno de esos viajes que salieron a última hora y en las que todo. Absolutamente todo fue improvisado. Tomando en cuenta que la gente planifica sus vacaciones de diciembre en agosto, está claro que las cosas no fueron lo más fluidas del mundo y nos pasaron varias cosas extrañas. Una prima de mi mamá nos prestó un apartamento, y en realidad esa fue la única razón por la que pudimos ir. El detalle está en que el apartamento era pequeño. No, no era pequeño, era bastante grande, como para seis personas, con su cocina muy cómoda, una salita y un balcón desde donde veías el mar, muy sabroso como para salir en la mañana y respirar ese incomparable aire salado y a la vez dulce de Margarita. Lo que pasa es que el apartamento sí era pequeño porque no éramos seis. Éramos quince. Estaban mis hermanas, mis sobrinos, mis cuñado, mis papás, el novio de mi hermana (que se quedó en un lugar que nunca supimos dónde era) y de mil

Día 8: Un Asunto de Honor

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El Disco del Día: Missplace Childhood de Marilion En sexto grado me copié en un examen de matemática. Empujé mi pupitre. Moví los pies. Hice una seña y mi compañera de al lado entendió que le estaba pidiendo la dos. Entonces a la velocidad del rayo ella soltó una cantidad de números que yo, con esos talentos sobrenaturales que uno desarrolla en momentos de estrés, los entendí perfectamente y los anoté. Entonces vino un grito. Como un chillido de terodáctilo. - Miiiijaaaaa. Flas Gordon se quedó soquete. (Se refería a Flash Gordon, pero la maestra hablaba así). No nos quitaron el examen. No nos regañaron. Ni quiera nos pusieron una marca roja. No pasó absolutamente nada, como suele pasar cuando alguien se copia en un examen en este país. No fue el único examen en el que me copié. Sexto grado no fue un buen año para mí. Al final de ese año me había copiado en varios exámenes. Una monja que teníamos como profesora de inglés me acusó con mi mamá. Suena demasiado a Kiko Botones pero así

Día 7: Un Ataque de Tiburón (O Eres Perfecto. O...)

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Disco del Día: Nowhere de Ride Cuando tenía quince años me llevaron al ortodoncista para que me pusiera aparatos. No es que tuviera los dientes como un piano que cayó de un quinto piso, pero tengo uno que está montado encima de otro, lo que hace que mi dentadura no sea perfecta. Como buen ser humano yo había querido aparatos más o menos desde los nueve años hasta los doce. Era por ver a mis amigas que los tenían y sentir que quería formar parte de ese grupo. Cuando eres pequeño esas cosas te hacen sentir que perteneces, te dan una sensación de identidad. Y ahora que lo pienso, como adultos aunque nos creamos superiores en ese aspecto, la verdad es que eso no cambia mucho. El caso es que a los quince, ya no quería los aparatos. Pero, mi mamá me llevo casi obligada al consultorio del ortodoncista. Habíamos tenido dos citas, en las que me habían hecho una cantidad de pruebas para ver qué tipo de aparatos y por cuánto tiempo me los iban a poner. Llegó la cita final. El día en que me iban

Día 6: Un Derecho de Admisión

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Disco del Día 6: Sgt. Pepper and the Lonely Hearts Club Band Mi mamá decía que uno no se podía colear en las fiestas porque "uno no va donde no lo invitan." Siempre me gustó esa sentencia orgullosa, con un deje de superioridad estilo "allá ellos, que no requirieron mi presencia." Además a uno, muy típico de la cultura machista en la que vivimos, le inculcaron que las mujeres no se colean. Eso es más de hombres, aunque tampoco es que sea una virtud. Pero sí hay cierto permiso, porque el varón que no se coleó en una fiesta de chamo, era visto como demasiado bueno. Hasta gafo pues. Yo fui buena niña. Jamás me colee. Pero como todo en esta vida siempre hay una primera vez. Hace unos siete años estaba un sábado en mi casa. Esos sábados en los que uno está solo, aburrido. Las horas pasan y sientes que ya viste toda la televisión, leíste todos los libros, hablaste con todos los amigos. Es un conato de crisis existencial. O haces algo o puedes caer en una adicción o tener