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Mostrando entradas de septiembre, 2012

52 Cosas Buenas

La Promesa de las 52 Cosas Buenas  El día que ganó el NO aquel referéndum horrible, fue para variar uno de los peores días que pueda recordar. Es esa incertidumbre de bacteria come carne. Fue horrible. Ya era de madrugada. Yo me puse los zapatos de goma y le dije a mi esposo (entonces mi novio), mira pana, si los estudiantes dicen que hay que salir a defender el triunfo, pues yo salgo. No tengo hijos. Este es mi país. ¿Hasta cuándo? Salió Baduel. Presionó. La cosa estaba servida para algo feo. Y ahí lo hice. "Mamama (mi abuelita que en paz descanse y que yo se los juro no saben Mamama como cumple) haznos esta segunda Mamama y yo voy a misa todos los domingos durante un año."  Todos sabemos lo que pasó. Se dio pues. Ganó el No. Después el loco vino e hizo lo que le dio la gana con su habilitante, pero eso ya es otra historia. Lo cierto es que yo tenía que ir a Misa y aguanté dos domingos. Es que, con el perdón de la audiencia Católica, pero a mí la Misa, si

Concentración 0

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Mi nivel de desconcentración no es normal. Estoy como una de esas salsas que uno congela pensando, soy un genio, me la estoy comiendo, y después cuando la sacas del congelador y la calientas te queda una especie de mapamundi asqueroso. Pedacitos de grasa por ahí, caldo por allá, una especie de muestra de lo que sería la tierra después de una guerra nuclear. La botas pensando, ni las ratas se comerían esta vaina.  Mi cerebro está así. No sé si la crisis de nervios es alimenticia, comunicacional, afectiva, emocional, autoinducida o si es producto del dominio que ejerce sobre mí un poder superior, ese ente que está detrás del control de todos nuestros cerebros a través del simbolito del pájaro que está en las tarjetas de crédito. Creo que es Visa. No sé. Pero en un momento se decía que así controlaban las mentes. Igual que creímos que las pulseras que venían con las tapas de compotas, y que los tattooes daban cáncer. No existía wikipedia. Nos creíamos cualquier cosa. Ahora que exist

Blancanieves Parte II - Lo que Disney no quiso que viéramos

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Lo que Disney, no quiso que viéramos.  El comunicado oficial dirá “diferencias irreconciliables”. En los pasillos, las calles, las tabernas, en los establos y en todos los rincones del bosque se murmurará otra cosa. Hasta los árboles, cuyas caras deformes y terroríficas, le causaron un desmayo a la pobre Blancanieves en la versión original, tendrán su versión de lo ocurrido. Dicen que la dejó por otro. Dicen que fue un enano. Los enanos estarán escondidos de la vergüenza. Taciturnos. Molestos. A causa de la tensión y la ansiedad, los rasgos que los definen se verán más exagerados que nunca. Dormilón de milagro abrirá los ojos, tontín estará hiperactivo, insoportable. El penoso pasará días sin abrir la boca, ni pararse de la cama. La casita del bosque será una versión muy Hermanos Grimm de Paranoid City. Blancanieves se habrá mudado. No tan lejos como quisiera por el tema de los niños. Estos demostrarán el típico comportamiento de unos niños cuyos padres

El deber de votar

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Nunca me imaginé algún día tendría tantos amigos viviendo afuera del país. Mucho menos familia. El futuro que teníamos en mente, mientras vivíamos aquel pasado que ya hasta inventado parece, era muy distinto. Era otro país completamente. Quizás porque éramos muy jóvenes, o teníamos demasiado, no nos dimos cuenta de la realidad que teníamos encima. A nosotros como generación (me refiero a los que estamos entre 30 y 45 años) no nos enseñaron a amar este país. Ser venezolano era una especie de accidente del destino. Es más, hasta era considerado cursi ser demasiado nacionalista. Era una piña, un ridículo propio de alguna profesora fanática, que le hacia a uno cantar sobre la bandera, y el escudo. Olvídese usted de leer la constitución nacional en un aula que no estuviese relacionada a la carrera de derecho. En historia vimos a Cristobal Colón hasta el cansancio, los Chibchas, los Arawakos y los Timotocuicas, tal vez llegábamos hasta Vicente Emparan, pero ya para entonces el tercer lap

El primer día del resto de la vida

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Dicen que todo el mundo llora el primer día de clases. No esperaba llorar yo. Aunque lo vi venir el día que hice el tour por el colegio, mientras a ella le hacían su prueba, y sentí que se me hacía un nudo en la garganta. Es que como mamá uno siente que el niño es de uno. Si yo la llevé nueve meses en la barriga. Vomité. Saqué estrías. Me quedó un bolsillo arrugado en la barriga como recuerdo. Yo los traje a este mundo con esfuerzo. Todavía la veo y me digo, eres mía.  ¿Cómo no? Si me levanté noche, tras noche, a darle de comer, a revisarle el sueño, cambié pañales, llamé angustiada al pediatra el día que salió el primer moco, y con cada una de las fiebres me he quedado a su lado, usando mi pecho como el mejor remedio casero para pasar la enfermedad. He velado sueños, he sido un fiscal de platos que, no tienes que comer completos, pero sí suficiente. Lo que yo considero que es suficiente, porque yo soy tú mamá. Porque como sentenció el neonatólogo, cuando la vino a ver en mis b