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Mostrando entradas de octubre, 2013

Soldados de Salamina

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Este post me lo traigo de mi otro blog: www.lecturamagi.blogspot.com  Quise compartirlo aquí porque este tema es muy importante para mí. Y como les comenté, estoy dedicando mi vida a los libros, a escribirlos y a promover su lectura. Porque no hay progreso sin educación, y no hay educación sin lectura. Es mi misión en la vida, pero más allá es mi pasión. Espero lo disfruten. Y están cordialmente invitados a leer y participar en Lectura Ama-Gi.  Si fuera en este momento profesora de literatura de tercer año entraría a la clase y le diría a mis alumnos, dejen todo lo que están haciendo, olvídense de las matemáticas, (solo por un rato, no vamos tampoco a echarle a perder todo al profesor de matemáticas, sólo porque yo soy mala con los números no quiere decir que los números no son importantes), olvídense del deporte, y sobre todo de cualquier basura televisiva que estén viendo, Crepúsculo o la última serie de vampiros o los Juegos del Hambre, o del sueño, o de la flojera men

No necesitamos otro héroe

Hay una canción de Mecano dedicada a Salvador Dalí que le pide, ante la inminencia de la muerte, que se reencarne como sea, porque “andamos justos de genios.” Es una frase que siempre me viene a la mente ante la partida de alguien que me hacía sentir que aportaba al imprescindible al mundo. Que su presencia, por más distante que fuese, me hacía pensar: he aquí alguien que a través de lo poco o mucho que hace contribuye a mundo mejor.  En estos últimos tiempos también he estado pensando que hay de lo contrario y que de esos pareciera que no estamos justos. Yo recuerdo una época, cuando tenía unos diecisiete años, quería ser Secretaria General de la ONU, estudiar política internacional y dedicarme al servicio público.  Claro que a lo largo del tiempo. A medida que fui creciendo y comenzando a ver cómo se mueve el mundo, parte del idealismo se fue muriendo. Murió eso de ser parte de la ONU. No terminé la carrera de derecho. Porque yo quería estudiar derecho por

Lo que espero

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A veces hago el cruel ejercicio de imaginarme cómo sería Venezuela si en el 98 no hubiera ganado Chávez. Me imagino el Boulevard de Sábana Grande convertido en algo así como la calle Florida de Buenos Aires. Tiendas. Restaurantes. Una librería enorme, de esas a las que es un plan ir y pasarse horas, en las que tomas un vino y ves los libros, y nadie te mira como que te los vas a robar, ni te dicen que no les puedes quitar el plástico. Me imagino cenando de noche en la calle, y después viendo un festival como Las Noches Blancas. Teatro. Concierto. Poesía. Todo en la calle. Me imagino trotando, caminando, paseando. En el malecón del litoral. Reconstruido. También lleno de restaurantes. Los cruceros llenos de turistas parados allí, una heladería de esas gloriosas, un gringo que te pregunta dónde puede comprar ron, y yo señalándole una tienda enrome de Santa Teresa, en un centro comercial moderno, donde hay un cine 3D, una discoteca, un Zara, y una tienda de artesanía local, y claro

Lo que viene

Todo se ha vuelto tan extraño. Este es el país en que el que una flecha pintada en la calle dejó de ser un indicador obligatorio sobre el sentido de la circulación y pasó a ser más bien algo así como un acto de costumbre. Cualquier cosa que haga una persona en este país tiene que ver más con su estructura interna que con la organización sistemática de la sociedad. Es decir, somos un país en el que cada quien hace sus normas. Y si haces el ejercicio y te pones a ver, sí. Esto es el caos. Uno lo ve por ejemplo en una intersección en hora pico. Las ganas de salir corriendo son difíciles de reprimir. Ni hablar en un automercado. Ni hablar de las ganas de gritar cuando uno escucha a un funcionario del gobierno, con toda la parafernalia que implica el tener un puesto de alto rango y escuchar cosas que sólo pueden ser clasificadas como disparates. A veces pareciera que estuviésemos viendo una película de Luis Buñuel en 3D. Y entonces, algún momento alguien ¿se corta el ojo? Si eso sucedi