Día 3: Una Compra Nerviosa

DISCO DEL DÍA: Be Here Now de Oasis


La de cigarros justo cuando vas saliendo para la playa. La de fin de mes cuando la tarjeta de crédito ya está al tope. La de toallas sanitarias cuando hubo aquella crisis que dejó a más en pleno Parque Jurásico. La del coche cuando el chamo está a dos meses de nacer y uno no tiene ni idea. La de pañales cuando ya no queda ni uno y el niño camina desnudo por la casa. La de café a las siete y media de la mañana, con un humor de Pit Bull en celo. La del traje de baño a un buhonero porque tremendo detallazo, se te quedaron los bikinis. La del condón en el peor momento posible y peor la de la prueba de embarazo, que además te agarró delante de una amiga de tu mamá.


La del helado que estaba totalmente fuera de tu dieta. La del carro que estuviste esperando año y medio en lista de espera. La del seguro de vida. La de la caminadora que se quedó agarrando polvo en el sótano. La del perro que le ibas a regalar a tu novia y tu suegra te devolvió con un "aquí ese animal no entra." La de la consulta del psiquiatra. La de los antidepresivos y por supuesto, la de los ansiolíticos. Todas las de internet, porque nunca sabes quién está del otro lado recibiendo tus números y no hay cómo salir con el paquete de la tienda.


La de los zapatos demasiados altos. La del anillo de compromiso. La del apartamento de soltero. La de demasiados libros que siempre alguien te dice "en qué momento te vas a leer eso." La del pasaje del viaje que siempre quisiste hacer. La de la ropa interior porque siempre da pena con el cajero. La del babydoll porque esa da más pena todavía. La del cereal importado porque ese es un lujo absurdo en un país donde comprar aceite es para gente que no se rinde y que tiene más suerte que Hechizada.


La del lote en la funeraria. La de los regalos de navidad porque esas fechas nos ponen los pelos de punta. La del supermercado un sábado al mediodía. La del un supositorio. La de una prueba de heces. La de una cirugía plástica. La del regalo camino a la fiesta, vestida, emperifollada y con todo el mundo escribiéndote "dónde coño estás." La de la tortuga que le vas a regalar a tu sobrino. La que te dieron un descuento. La que haces bajo amenaza de "no se aceptan devoluciones."


La de esa cosa que parece imprescindible pero que si te pones a ver no necesitas. La que se repite cada cierto número de días, con una precisión de bisturí de diamante.



La de las horas que necesitas para hacer todo lo que quieres hacer, pero que lastimosamente no están en venta.

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