El largo camino del cese de la usurpación



Jacques Louis David, El juramento de los Horatii, 1784


Son años esperando el día en que temprano en la mañana uno encuentre el anuncio de que la pesadilla terminó. Creo que así funciona nuestra mente latinoamericana que no se deslinda de una dosis de mesianismo, de creer en los milagros, de política a través del grupo de oración. Como si la Historia fuese algo tan definitivo y claro. Quizás durante un tiempo existió la posibilidad de un cambio rápido y claro. Cuando todavía había instituciones y país que rescatar y no estuviéramos constantemente saliendo de nuestras ruinas. No han sido pocos los intentos de liberarnos. Lo hemos probado todo. O casi todo. Y aunque hemos tenido logros, también hemos visto amargamente cómo luego de cada intento el régimen corrige y repara el agujero por su  barco estuvo haciendo agua. Uno de nuestros principales errores ha sido subestimar al enemigo y negarnos a ver la realidad.

Quizás por eso, luego de los eventos de ayer hay una sensación extraña.  ¿Es un triunfo? No. ¿Es una derrota? Tampoco. Y de allí,como ya nos ha acostumbrado el totalitarismo sale la nube típica de teorías de conspiración, de negación. En momentos como estos cuando hay tan poca comunicación y nos hemos acostumbrado a las verdades ocultas la imaginación llena el vacío y de allí al sentimiento de derrota hay sólo un paso. Por eso la desinformación es un arma tan poderosa para el totalitarismo.

Una de las cosas más difíciles de asimilar es que el cese de la usurpación no es una cosa que llega una mañana. Esto ya no es una dictadura cualquiera. No es un presidente que sale y un hilo constitucional que se retoma. Como quisiera que lo fuera. Como quisiera equivocarme.
Como quisiera que esto fuera cuestión de un día. De unas horas. De un acto militar de restitución de orden constitucional removiendo a un usurpador de un poder público (el presidente) y unos cuantos funcionarios. Pero no. Ya es tarde para eso. Y eso es lo que más nos cuesta aceptar, digerir, entender. Además no hay precedente para lo que enfrentamos. No hay nada escrito, ni en nuestra historia, ni en la de América Latina. Tal vez en la II Guerra Mundial. Puede ser que en la caída de la URSS, aunque ese fue un proceso muy distinto.

El caso es que es un totalitarismo que hay que desmontar. Y no es cuestión de un día. Ni de unas horas. Y todavía. A mí todavía me cuesta mirarme al espejo y creer que de verdad Venezuela llegó a esto. Al niño que se muere porque no tiene fórmula. A la tanqueta que arrolla manifestantes.

El régimen chavista tiene 20 años preparándose para esto. Se preparó en el terreno internacional y de la comunicación estratégica para victimizarse y llamar estos eventos un Golpe de Estado. Y mucha gente lo cree y lo compra. Y le muestras la constitución y no quieren escucharte, porque la narrativa ha sido tan bien montada y el aparato de propaganda se ha incrustado tan bien, el enemigo gringo, elitesco está tan bien dibujado que hay gente que siente empatía por el venezolano pero no le quiere creer. No le da la gana. El régimen se preparó económicamente, saqueando recursos y buscando alianzas que le permitirían un mínimo de subsistencia en caso de verse cercado. Se preparó diplomáticamente a través de un trabajo enorme en organizaciones como la ONU, la propia OEA y otros organismos regionales.

Pero sobre todo el régimen se preparó a nivel militar. Ninguno de los cambios que se hicieron en las Fuerzas Armadas fue a la ligera, improvisado, nada más para "guisar". No. Fue un blindaje, estratégico, logístico, operativo, que articuló la fuerza y del poder de fuego para evitar el éxito de un quiebre dentro de cualquier componente que quisiera aliarse del lado constitucional.

Este régimen no opera ya como una organización democrática, incluida la logística y la operatividad de las Fuerzas Armadas, opera como una organización mafiosa y terrorista. Y tiene precedente, no sólo en Cuba, sino en la URSS (Todos los caminos llevan a Moscú), donde el PCUS funcionaba como una organización mafiosa que al día de hoy no ha sido posible desmontar y que como ya sabemos juega un papel en nuestro destino. Eso es el PSUV. Y en eso lamentablemente se han convertido a nuestras Fuerzas Armadas.

No hay nada peor que subestimar al enemigo. Que no llamar las cosas por su nombre. La incredulidad nos ha hecho daño enorme. Hemos pasado años soportando burlas de quienes no querían llamarlo dictadura. Al día de hoy se acepta dictadura pero no se quiere totalitarismo. Todavía hay quien piensa que los cubanos son pocos, que los grupos terroristas islámicos y los paramilitares como las FARC no tienen tanto tampoco en Venezuela. Cuesta creer. Cuesta.

Cuesta creer que nuestro país está invadido, tomado, cercado, amenazado por unas fuerzas tan sanguinarias, criminales, que no les importa nada sino el poder.

Desmontar eso. Ese entramado criminal y terrorista que abarca desde institucioines políticas, financieras y sociales hasta el mundo militar: eso es el cese de la usurpación. No es la remoción de un funcionario. No es la toma de la oficina. No es un cuestión de un momento a otro. Es un proceso. Lento. Doloroso. Que se traduce en enorme angustia e incertidumbre. Que le cuesta mucho a tantos venezolanos.

Por el gesto de hoy de enorme riesgo y valentía por parte del Presidente Encargado y del liderazgo político es algo de qué agarrarnos, pues aunque no sea el milagro que esperamos para el fin de la próxima hora, es un paso importante en este largo y peligrosísimo camino de recuperar nuestra libertad.

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