Sexo, Palabras y Elefantes


A Bill Clinton hay que reconocerle que puso de moda dos cosas: el sexo oral y el pedir perdón. Fueron dos momentos claves en la historia de nuestra generación. Primero verlo negando algo, al mejor estilo de "es mejor negarlo hasta la muerte." Y luego verlo pidiendo perdón por sus acciones. Intentando remendar el daño hecho. Tratando de convencernos de la premisa "es que en mi libro el sexo oral no es sexo" y la más importante de todas "yo estoy realmente arrepentido."


En la teoría Católica por más que el cura te absuelva te dicen que si no te arrepientes, así repitas de manera impecable el Acto de Contrición Dios no te perdona. Primero te tienes que arrepentir. Si no. El perdón no cuenta. Siempre me llamó la atención el arrepentimiento de Bill Clinton. Una de mis fantasías es invitarlo a tomar un café y decirle "por favor. Déjame hacerte una pregunta ruda. ¿Tú de verdad te arrepientes de la mamada de Mónica?" Me imagino que salvo su respuesta dependerá de qué tan buena o qué tan mala haya sido Mónica en el asunto. Al final del día me imagino que el arrepentimiento estará más que en el acto en sí, en la forma cómo se manejó todo.


A lo mejor Bill se arrepiente de no haber sino más honesto desde un principio. A lo mejor se arrepiente de haber manejado ese episodio de su vida como manejamos tantas cosas quienes fuimos criados, crecimos y vividos bajo el sistema de culpas judeocristiano. A lo mejor a estas alturas del partido se arrepiente de "no haber sido mas llano, decir en primer lugar es mi vida privada, y a usted no le interesa con quién me acuesto, aunque no necesariamente esté acostado, sino que esté pendiente de que su vida sea mejor. Porque al final del día es sólo sexo." Pero nunca es sólo sexo. Siempre es algo y mucho más.


A todas estas nosotros tenemos en la memoria la imagen de ese hombre, el más poderoso del mundo, pidiendo perdón. Nos dio al resto de la humanidad un escalón de superioridad que nos hacía falta. Así que el jefe de los gringos, después de todo, también es humano. También tiene momentos de absoluta pequeñez. Yo siempre pensé en Hillary. Porque todos pensamos que la mujer lo iba a mandar a dónde lo tenía que haber mandado hacía mucho tiempo. Al carajo. Pero no lo hizo. No sólo lo perdonó. O tal vez no lo perdonó, sino que hizo lo que hacen las duras. ¿Sabes qué? Ahora me toca a mí. Y saldaron sus diferencia. Se pagaron. Se dieron el vuelto y ahí siguen juntos. No se sabe si más, menos o igual de felices, pero se hicieron más fuertes. Y resulta que ahora ella es Secretaria de Estado y estuvo a punto de ser presidente.


En todo caso Bill Clinton le enseñó a un gentío que el sexo era mucho más y mucho menos de lo que pensábamos. También nos enseñó o nos recordó que tú miras al ojo de la cámara, dices que lo sientes y todos deberíamos hacer las pases y quedar a mano. Es lo que veo ahora con el caso de Ozzie Guillén. No tengo ganas de entrar a juzgar, si lo que dijo o no dijo está bien o está mal. Al final del día, viviendo en país con tanta división, y tantas opiniones y tantas teorías, a veces de verdad me cansa pensar si las declaraciones de alguien que no tiene ningún tipo de injerencia en mi vida importan. No creo que de verdad el mundo sea mejor, ni peor por lo que diga Ozzie Guillén, que al final fueron una cantidad de estupideces. Es un tipo que no tiene verbo. El pobre.


Lo que me llama la atención, es que de un comentario idiota, sale un "acto de contrición" sumamente elocuente. Pensado. Trabajo. Me pone a pensar. ¿Dónde está de verdad el arrepentimiento? ¿En el hecho de haber dicho lo que dijiste, o en el hecho de que te lo sacó un periodista al que le hiciste el agosto? Tal vez en las dos cosas. Pero lo que me llama la atención es el regocijo con que la prensa y el resto de la humanidad acoge el perdón, y se revuelca en humillar un error, que en un país en el que matan tanta gente, la verdad, al menos yo, lo veo mínimo. Hay tanta gente que hace cosas peores, ladrones, corruptos, estafadores, que hacen negocios con el gobierno y joden a mucha gente, y a esos, no se les pide, ni una mínima disculpa. Hay tanto cabrón feliz por ahí, sin pagar y este se le va la lengua y tiene que pedir perdón de rodillas, y es apedreado por una sociedad que supuestamente clama a gritos libertad.


Me sucede lo mismo con El Rey de España. También acaba de salir con cara de rey de las angustias, pidiendo perdón por haber ido a cazar elefantes. Me da mucha pena. A mí me cae bien el rey. Pero me cuesta horrores asumir su perdón a lo Bill Clinton. Creo que su arrepentimiento está más cerca del "coño de la madre, para qué me tuve que tomar la puta foto" del "quién carajo me mandó a mí a ir a matar a un pobre elefante." Y ese es mi problema. Me fastidia la hipocresía. Creo que ese tipo de cosas dañan a la sociedad. Dañan más que el mismo hecho. Creo que nos hace un poco más de honestidad. De confesión ruda. Porque no tenemos valores. Y cuando andamos por ahí basando nuestros principios en pura doble moral, nos alejamos más todavía de lo que deberíamos ser.


Al rey lo quieren sacar del WWF, cosa que me parece muy bien. Porque sinceramente, así adopte a Dumbo, no creo que le haya importado mucho la masacre de los elefantes. Sí creo que a lo mejor se arrepiente de haberse ido en ese plan tan "exótico" por llamarlo de alguna manera en plena crisis. Incluso, croe que allí está más el problema que en la parte de la cacería. Porque al final del día al que está en España, no consigue trabajo, le cuesta llegar a fin de mes y siente que no tiene futuro, le importa un bledo en un elefante, pero sí le importa que están haciendo sus líderes para asumir su responsabilidad y enfrentar la crisis.


En todo caso. Creo que Bill, Ozzie, Juan Carlos y cuando pobre diablo famoso ha hecho algo y luego ha tenido que pedir perdón tienen algo que enseñarnos, y no es a ser humilde y pedir perdón. Es que no importa si es sexo, palabras o elefantes, el tema es reflexionar y ser sincero. Porque sí no lejos de corregir un mal, haces otro daño.

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