El Ipod de la Verguenza
Suena: Tu Pecado. Javier Calamaro.
El Ipod es como la huella digital. No existen dos iguales, ni que bajen la música de la misma biblioteca de I-tunes. El que tiene un Ipod lo hace personal. Personalísimo. Es por eso que yo digo que el Ipod de alguien no se revisa. Es como meter la mano en una cartera, te puede salir cualquier cosa. Es de esas cosas que “no se hacen.” Lo que pasa es que como es relativamente nuevo y un objeto aparentemente público, no existen esas reglas tácitas. Todavía.
Hace como dos meses se me quedó mi nano en la camioneta de un amigo. Cuando le escribí para decirle que estaba en mi casa, hiperventilando porque me acababa de dar cuenta de que no lo tenía, me dijo que no me preocupara, que lo podía buscar al día siguiente y que de paso era una vergüenza.
Lo primero que pensé es que realmente estamos adictos al pequeño aparato. Separarse de él es echar por tierra un pedazo de uno. Me di cuenta que de verdad lo uso más de lo que me había imaginado. El Ipod es mucho más que un aparato para escuchar música. Es un somnífero. Es un compañero. Es psiquiatra. Es un hijo. Es un entretenimiento. Es un maestro que trae lecciones de vida. Es un escape para el estrés. Es el que nos motiva a hacer ejercicio.
Es tan personal, que cuando me imaginé el aparato sólo sin mí en la camioneta de mi amigo, me dio pena. Creo que hasta me puse roja. Cosa que rara vez me pasa. Sentía que había un montón de canciones que tenía que explicar. Es que me imaginé que lo de “es una vergüenza” se refería a una que otra canción de Karina. A una de un grupo mexicano pavosísimo de los 80, a las movidas de Paulina Rubio, a la recopilación de Nino Bravo. Y a los dos o tres temas e rageatton. Por que sí. Lo admito. Si buscan Wisin y Yandel en mi Ipod lo van a encontrar.
Eso sí. Acto seguido me sentí como si hubiesen entrado a mi cuarto y hubiesen empezado a hurgar entre mis cosas. Entre aquellas cosas que definen mi vida y mi personalidad. El cepillo de dientes que rigurosamente cambio cada tres meses. La cámara de película vieja, que ya no sirve pero que todavía guardo porque algún día será de colección. El pizarrón donde anoto locuras. El álbum de fotos que todavía no termino. Las carpetas con los documentos importantes, el lado serio de mi existencia. La caja donde guardo las galletas del perro. Como si lo hubiesen revisado todo. Cosa por cosa.
Sabía que me iban a juzgar por el maldito disco de Abba. O porque todavía tengo All that she wants de Ace of Base. Y aunque los amantes de música buena estarían orgullosos de mis canciones de Radiohead, de Pearl Jam, y de The Smiths, lo cierto es que más de uno estaría furioso de pensar que toda esa gente tiene que compartir los 8 gigas de memoria con nada más y nada menos que Phil Collins.
Yo pienso en otros Ipods que he visto. Porque claro que he revisado uno que otro Ipod por ahí, y la verdad es que si hablan mucho de la persona. Hay Ipods que tiene solo rock, de milagro alguito más. Hay otros que tienen más canciones que cualquier estación de radio. Hay algunos que no tienen nada que realmente puedas querer escuchar. Que se nota que el dueño rara vez lo usa. Otros que tienen un montón de cosas raras. Después está el de mi papá que tiene pura música clásica, y el de mi mamá que tiene Ópera y algunos boleros que hasta para ella son pavosos. Y están los de los chamos, que tienen hasta lo último que acaba de salir, y algunas cosas de niñitos, que delatan que todavía están terminando de crecer.
Mi Ipod es como yo, tiene de todo. Tiene para el baile. Para la depre. Tiene el heavy metal. El brit pop. Tiene a Cerati. A Bono. Tiene a Michael. Tiene a Juanga. Tiene, aunque me duela reconocerlo a Luis Miguel. Tiene a Shakira, aunque cada día se me haga más difícil soportarla. Tiene a Montaner, así como tiene a Axel Rose y a Regina Spektor, a Candlebox, a The Fray, tiene a Eddie Vedder haciendo un cover de Radiohead, que es lamento decir es horrible.
Mi Ipod está equipado para el viernes de la canción pavosa. Está equipado para escuchar a Placebo. Y tiene una lista enorme de canciones para mi bebé. Para dormirla. Para relajarme. Hasta unas que están denominadas música para amamantar.
En cierta forma así me considero. Pienso en mis canciones y pienso en mis amigos. En que tengo todo tipo de amigos. En que he vivido cosas que van desde lo más pueril e inocente, hasta las cosas más crueles y oscuras. Desde momentos de inocencia y concentración profunda, hasta momentos de tristeza y desorden. De rabia. De felicidad. De angustia.
Al final del día, ¿quién puede hablar de buena o mala música? Música es música. No creo en desechar cosas porque sean más comerciales que otras. En un cantante porque tenga un peinado pavoso, o porque sus arreglos sean un lugar común musical, unas melodías que no te dicen nada. A veces, eso es justamente lo que necesitas.
Otras, sí necesitas conectarte con ese Thom Yorke que dice “I wish I was Special. So fucking special.”
Igual, sé más de uno me dirá que ¿Julio Iglesias? Me tienes que estar jodiendo. Pero, la verdad es que hay música que por más buena que sea no la vas a cantar en la ducha. Y que más de uno por más que lo niegue, muy machote y bien plantado tiene a Mika en un playlist. Y si le revisan el Ipod, seguramente, se muere.
Hace como dos meses se me quedó mi nano en la camioneta de un amigo. Cuando le escribí para decirle que estaba en mi casa, hiperventilando porque me acababa de dar cuenta de que no lo tenía, me dijo que no me preocupara, que lo podía buscar al día siguiente y que de paso era una vergüenza.
Lo primero que pensé es que realmente estamos adictos al pequeño aparato. Separarse de él es echar por tierra un pedazo de uno. Me di cuenta que de verdad lo uso más de lo que me había imaginado. El Ipod es mucho más que un aparato para escuchar música. Es un somnífero. Es un compañero. Es psiquiatra. Es un hijo. Es un entretenimiento. Es un maestro que trae lecciones de vida. Es un escape para el estrés. Es el que nos motiva a hacer ejercicio.
Es tan personal, que cuando me imaginé el aparato sólo sin mí en la camioneta de mi amigo, me dio pena. Creo que hasta me puse roja. Cosa que rara vez me pasa. Sentía que había un montón de canciones que tenía que explicar. Es que me imaginé que lo de “es una vergüenza” se refería a una que otra canción de Karina. A una de un grupo mexicano pavosísimo de los 80, a las movidas de Paulina Rubio, a la recopilación de Nino Bravo. Y a los dos o tres temas e rageatton. Por que sí. Lo admito. Si buscan Wisin y Yandel en mi Ipod lo van a encontrar.
Eso sí. Acto seguido me sentí como si hubiesen entrado a mi cuarto y hubiesen empezado a hurgar entre mis cosas. Entre aquellas cosas que definen mi vida y mi personalidad. El cepillo de dientes que rigurosamente cambio cada tres meses. La cámara de película vieja, que ya no sirve pero que todavía guardo porque algún día será de colección. El pizarrón donde anoto locuras. El álbum de fotos que todavía no termino. Las carpetas con los documentos importantes, el lado serio de mi existencia. La caja donde guardo las galletas del perro. Como si lo hubiesen revisado todo. Cosa por cosa.
Sabía que me iban a juzgar por el maldito disco de Abba. O porque todavía tengo All that she wants de Ace of Base. Y aunque los amantes de música buena estarían orgullosos de mis canciones de Radiohead, de Pearl Jam, y de The Smiths, lo cierto es que más de uno estaría furioso de pensar que toda esa gente tiene que compartir los 8 gigas de memoria con nada más y nada menos que Phil Collins.
Yo pienso en otros Ipods que he visto. Porque claro que he revisado uno que otro Ipod por ahí, y la verdad es que si hablan mucho de la persona. Hay Ipods que tiene solo rock, de milagro alguito más. Hay otros que tienen más canciones que cualquier estación de radio. Hay algunos que no tienen nada que realmente puedas querer escuchar. Que se nota que el dueño rara vez lo usa. Otros que tienen un montón de cosas raras. Después está el de mi papá que tiene pura música clásica, y el de mi mamá que tiene Ópera y algunos boleros que hasta para ella son pavosos. Y están los de los chamos, que tienen hasta lo último que acaba de salir, y algunas cosas de niñitos, que delatan que todavía están terminando de crecer.
Mi Ipod es como yo, tiene de todo. Tiene para el baile. Para la depre. Tiene el heavy metal. El brit pop. Tiene a Cerati. A Bono. Tiene a Michael. Tiene a Juanga. Tiene, aunque me duela reconocerlo a Luis Miguel. Tiene a Shakira, aunque cada día se me haga más difícil soportarla. Tiene a Montaner, así como tiene a Axel Rose y a Regina Spektor, a Candlebox, a The Fray, tiene a Eddie Vedder haciendo un cover de Radiohead, que es lamento decir es horrible.
Mi Ipod está equipado para el viernes de la canción pavosa. Está equipado para escuchar a Placebo. Y tiene una lista enorme de canciones para mi bebé. Para dormirla. Para relajarme. Hasta unas que están denominadas música para amamantar.
En cierta forma así me considero. Pienso en mis canciones y pienso en mis amigos. En que tengo todo tipo de amigos. En que he vivido cosas que van desde lo más pueril e inocente, hasta las cosas más crueles y oscuras. Desde momentos de inocencia y concentración profunda, hasta momentos de tristeza y desorden. De rabia. De felicidad. De angustia.
Al final del día, ¿quién puede hablar de buena o mala música? Música es música. No creo en desechar cosas porque sean más comerciales que otras. En un cantante porque tenga un peinado pavoso, o porque sus arreglos sean un lugar común musical, unas melodías que no te dicen nada. A veces, eso es justamente lo que necesitas.
Otras, sí necesitas conectarte con ese Thom Yorke que dice “I wish I was Special. So fucking special.”
Igual, sé más de uno me dirá que ¿Julio Iglesias? Me tienes que estar jodiendo. Pero, la verdad es que hay música que por más buena que sea no la vas a cantar en la ducha. Y que más de uno por más que lo niegue, muy machote y bien plantado tiene a Mika en un playlist. Y si le revisan el Ipod, seguramente, se muere.
Comentarios
Wow, esa canción me la cantó mi Raul (que dios lo tenga en la gloria) hace como 4 años. Qué buena.
Mi primer ipod era blanquito, me lo regalo un compañero de trabajo. Tenía 30 GB. Eso no me alcanzó. a los dos años lo cambié por uno de 120 GB. Es perfecto. Llevo 50 GB entre fotos, pelis y música... y sigo contando.
Mi canción más pavosa: pimpinela en reguetón. Mi peli favorita en el iPod: Ratatouille.
El primero mío también era blanquito. Uy, eso fue un chinazo. Jajaja. Yo no sé qué haría sin mi Ipod?
Chama. Esa canción tiene dueño. También la tengo. Jajaja.
2. Manu: más nunca vuelvas a maldecir (PepG) y menos a ABBA; ¡ABBA es glorioso! ¡es la hostia! jeje; supongo que en la época me hubiesen parecido demasiado Pop; hoy el estilacho retro suena muy cool, para mi. Los BeeGees son otro grupo alucinante para mi, demasiado rock ese Disco (léase rock como un adjetivo calificativo).
3. Creo que las canciones, la música que uno escucha y guarda, por ejemplo en un iPod, dicen demasiado, más que cualquier otra cosa, sobre uno. Así que imposible sentir vergüenza. Con el tiempo he aprendido a respetar cualquier gusto musical (excepto por aquellos que creen que reguetón es música) así que ¡a bailar!
pd: escuchando ABBA aws...
friday night and the lights are low, looking out for the place to go
you are the Dancing Queen, young and sweet, only seventeen uuu
A mi me encanta poner capítulos de series que me gustan. En una época viajaba mucho por trabajo al interior y me gozaba mi espera en el aeropuerto/avión viendo mis series favoritas. Mis amigos con conocimientos tecnológicos me pasaron un programilla que se llama Xilosoft Video Converter, que sirve para convertir las películas al formato de ipod.
Abba...sí,yo confieso que amo cantar a todo gañote Chiquitica y que a mi sobrino que se llama Fernando le canto Fernando. Pero, no he visto Mamma mia. Debería.
El raggeaton es algo que toda mujer debería al menos intentar bailar. Usos múltiples. No digo más.
Me encanta esa visión. Realmente la música te define. Y sí, no me gusta cuando alguien habla de "buena o mala música." Claro, que yo lo pienso y si hablo de buena y mala literatura, así que a lo mejor si fuera músico diría otra cosa. En todo caso...espacio tiene que haber para todo. La mente tiene que estar siempre abierta.
Sí, creo que de ahora en adelante mi mantra es el "Ipod no se critica."
Qué cool! Yo pensaba que me iban a regañar, jajaja.
Chama, recupera tu Ipod, si de verdad lo quieres. Sin pelear ni nada. Si no quieres no lo hagas. Yo hubo un par de cosas que no recuperé y te diré, que al final, no me importó. Es más, yo quería un espejo, y cuando lo pedí no sólo no me lo devolvieron, sino que me lo comunicaron con una nota que decía "el espejo se queda aquí."
Mi respuesta: Fine. Things like this are why, so do you.
(jejejeje evil)"mirá de quién te burlaste."
=)
"... Y voy a ponerme mi mejor camisa
Y que tu falda se la lleve la brisa
Voy a vestirme de sonrisas solo para ti
Solo para ti
Para ti
Solo para ti..." Hermosa jajaja!