¿Qué tipo de princesa escribirías?




Me reúno con las maestras del grado de mi hija y están planeando una mañana diferente porque este trimestre han estado trabajando Cuentos de Hadas. Me ofrecí de voluntaria para ayudar porque me fascina y el tema y además sé que es importante participar en el salón de los niños. Mi idea genial: 

“Yo puedo hacer un show de títeres.”

En el momento me pareció grandioso. Ahora no tanto. Es que sé que si hay algo complejo es escribir para niños. No lo voy a negar. Me da terror que terminen viéndome con cara de aburrimiento y que no cumplir con sus expectativas. Por otro lado también sé cuáles son las cosas que realmente hacen que un niño levante la mirada y escuche.

Es cuestión de trabajar con inteligencia y no subestimarlos.

El tema tiene que ser cuentos de hadas, porque eso es lo que están usando este trimestre para aprender. Hay énfasis en las princesas porque a las niñas les encanta. Afortunadamente las maestras han sido relativamente amplias con los varones, y con aquellas niñas que están menos interesadas en el tema. A mi hija le gustan, aunque no soy de esas mamás que lo promueven y aguanté lo más que pude para que viera las famosas películas.  

Hoy en día en mi casa hay princesas por una sencilla razón: a mi hija le gustan. Yo las detesto. Yo también fue una niña de princesas, no lo voy a negar, pero dedicándome a lo que me de dedico entiendo perfectamente el peligro en ofrecerle a los niños como único menú cultural el desastre de personajes de Disney. Lo siento por Cenicienta y sus compañeras, pero francamente creo que seguir con este tema en que las mujeres se sientan a esperar a que un hombre les resuelva la vida, no es lo más sano. Claro que entiendo, si mi hija termina por ser así no puedo demandar a Disney, la culpa será mía, después de todo no puedo pasarle la responsabilidad de la crianza al televisor. Yo quiero buscar un equilibrio entre lo que a ella le gusta y las opciones que hay afuera, la diversidad del mundo, y lo que quiero que vea. Hay opciones. A uno le pueden gustar muchas cosas y una princesa puede ser mucho más de lo que dice Disney.

Ciertamente los cuentos de hadas están tratando de adaptarse. Quienes hemos visto Frozen lo sabemos. Aunque todavía creo que las productoras se van por lo seguro porque son un negocio. En Frozen al final la princesa no se casa con el príncipe y la protagonista es más moderna que otras princesas, pero siguen siendo flacas, de ojos enormes que bien pueden salir en el carruaje directo a un concurso de belleza porque incluso, la misma Elsa cuando canta Let It Go, no sólo se suelta el moño sino que se opera las tetas y se raja el vestido. No quiero caer en un tema de moralizar. Mi tema no es con las tetas operada, es que me gustaría ver junto a la princesa flaca y tetona una de otro color, tamaño y contextura, más real, porque en realidad ¿cuántas mujeres son flacas y tienen tetas enormes de collar naturalmente? Presentar eso a los cuatro, cinco, seis, doce, trece, para que ellas esperen eso en la adolescencia, de nuevo, no es lo más sano. Allí es donde los padres tenemos la responsabilidad de guiar. No es condenar, ni censurar, creo que esa actitud tampoco genera respuestas buenas, es ofrecer. Yo sencillamente quiero, una vez más,  que mi hija tenga opciones.

Así que aquí me encuentro. Tengo que escribir para un salón de niños y niñas una obra de títeres, o adaptar una existente -eso es también una opción-. Así que tengo que pensar en cómo quiero que sea esa princesa. Qué atributos ponerle. Físicos. Espirituales. Dónde va a vivir. Cuándo. Por qué. Qué obstáculo tendrá que superar. No necesariamente los tiene que superar sola, después de todo, una pareja, sea un príncipe, un amigo, una mascota, un dragón, quién sea, no es malo. Tampoco quiero irme al otro extremo. Se puede enamorar. Se puede besar también. Tampoco quiero escribir desde una isla llamada la Tierra del Tabú. Pero sí es el momento de trabajar en algo distinto. De tomar un paradigma y tal vez no romperlo, vamos a no ponernos tampoco en empresas demasiado caballerescas, pero sí de ampliarlo. De darle cabida a otras ideas.


La responsabilidad es grande. Estoy pensando. Y como buena princesa, mujer que todavía trata de superar (lo reconozco) su propio Sindrome Blancanieves pido ayuda. ¿Qué se les ocurre?

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