Día 1: Una canción que me recuerde la infancia.



Mi vida musical empezó en los asientos traseros de los carros de los novios de mis hermanas. Me llevaban a todos lados, la mascota, “chaperona”, que siempre le dejaba una mancha de helado al novio que con cara de tomarse las cosas lo más natural decía, “no importa”. Una de mis hermanas tenía un novio que adoraba Phil Collins. Otro escuchaba Tracy Chapman. De vez en cuando sonaba Simple Minds. Era la Venezuela de los ochenta. Marita Capote cantaba “yo tengo un fuego”, y a mí esa canción justamente me recuerda a uno de esos novios, no porque la escuchara cuando rodaba junto a ellos, sino porque el carro en cuestión era un Renault Fuego y para mí, eso era tener un fuego a los siete u ocho años. Marita y el novio de mi hermana tenían un fuego.

Sin embargo creo que para este ejercicio, buscando algo que me recuerde la infancia tengo que escarbar más profundo. Y vamos a estar claros, no quiero comenzar una lista de canciones con Marita Capote, ni con Elisa Rego, ni Karina. Voy a negar que me gustaban, aunque tenía los discos de vinilo. Algún día presentaré al Educador Musical y él va a decir toda la verdad, que tú escuchabas eso Manu antes de que yo te rescatara. Tampoco es para tanto, después de todo en la adolescencia yo escuché bastante Metallica y estábamos lejos de conocernos.

En todo caso creo que tengo que buscar algo más cercano a la cuna. Hay una canción que se llama El Cazador. No la consigo por ningún lado. La cantaban mis padres y mis hermanas todo el tiempo. “El cazador ya viene, ya viene el cazador”. Como no encontré un video entonces me voy por otro recuerdo musical, que nos marcó a todas:

La 6ta sinfonía de Beethoven.

Mis padres son de música clásica, aunque a mi mama de vez en cuando le da por rancheras. Mi papa dice, qué pésimo gusto tienes y ella le contesta, yo que tú no diría eso porque te casaste conmigo, entonces, ¿a quién dejas mal? Una de las cosas que más les agradezco a mis padres es su inteligencia a la hora de mostrarnos las artes. Jamás hubo eso “estos niños son demasiado pequeños para un concierto”. Yo no recuerdo la primera vez que fui a un museo. Sólo tengo pedazos de recuerdo. Algunos cuadros. Las manos de mi papa y mi mama. Los cuentos que inventaban. El arte se convirtió en algo demasiado preciado para mí. 

Mis padres nos contaban la pastoral de Beethoven con una emoción. Sobre todo la parte de La Tempestad y la Canción de los Pastores, los movimientos IV y V. Mis padres, mis hermanas la tarareaban. Cuando uno de mis sobrinos estaba recién nacido me di cuenta que mi hermana lo dormía con esa melodía en sus labios. Se la pongo a mis hijos desde la barriga, y de vez en cuando la tarareo. Aunque debo decir que creo que mis hijos, el día que hagan este ejercicio, si van a colocar a Beethoven, usarán la V sinfonía, pero eso es otra historia. Espero que no pongan regeatton o Ricardo Arjona, pero quién sabe. Hasta allá no llego.


En todo caso, aquí dejo esta hermosísima canción. Escucharla me trae lágrimas a los ojos.

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