Día 5: Día 5: Una canción que da vuelta en tu cabeza frecuentemente




Canciones que se quedan en la mente. De pronto tengo insomnio. No me levanto, simplemente veo por la ventana porque duermo siempre con las cortinas abiertas. La luz no me molesta. Me levanto antes del amanecer y me gusta ver como cambia de colores el cielo, mientras leo, escribo, o me quedo allí soñando. Imaginando vidas y cosas que a veces se cuelan en lo que escribo. Otras escribo poesías pensando en que algún día me gustaría atreverme a publicarlas. A veces pienso que tengo demasiados sueños. Deseos. Muchos deseos de todo tipo. 

Otras veces lo que tengo en la cabeza es una canción. Algunas veces es la banda sonora que acompaña esos pensamientos. Otras es simplemente la banda sonora del momento. La canción que acompaña lo que estoy viviendo o las vueltas de mi subconsciente es decir, lo que pienso sin saber que lo estoy penando. De vez en cuando la canción que está pegada es una que me resulta infernal, como una de Olga Tañón o algo así.

Sin embargo hay dos que de vez en cuando se quedan pegadas, Humiliation de The National que dicho sea de paso, está en la lista de canciones para mi analista. Y que me hace pensar que su poesía puede describir algo que experimento de vez en cuando: el ataque de pánico. Aunque creo que en un principio el tema de la canción es otro, la interpretación da para todo a veces. Uno se apropia de las canciones y les da su significado y por eso se queda pegada. A veces me levanto sintiendo tanto esta canción que necesito escucharla inmediatamente.

Hay otra canción que me da vueltas muy seguido en la cabeza. Y no sólo me da vueltas la letra, la voz del vocalista principal de la banda, sino que incluso su introducción, la parte instrumental se queda dando vueltas en mí. Las primeras octavas, la cadencia el ritmo, lo marcado de la percusión. Es Vía Láctea de Zoé, la versión del disco Unplugged Música de Fondo. 

Amo esa versión y el sonido de la banda. Amo tanto esa canción que tengo mi propia versión, a capella, que canto en el escenario que a veces monto bajo mi ducha. En verano, cuando mis hijos duermen y salgo al balcón a ver los techos de la ciudad la canto. Yo sé, vaya forma de atormentar a mis vecinos. A veces imagino que alguien me pregunta qué estoy haciendo, me fumo un cigarro muy real, y le digo a mi interlocutor imaginario, "preparando el trabajo de mañana". Otras veces me imagino que León Lárregui está también en esa ciudad, y sale y así nos conocemos. Y que resulta todo asquerosamente poético, como si la vida fuese una de las novelas que escribo, nos conocimos y nos hicimos amigos por cosas de La Vía Láctea. Dos terrícolas que sueñan con las estrellas. Uno desde el rock espacial, otra desde la literatura espacial, que es justamente lo que le contesto cuando me pregunta a qué me dedico.

Mi parte favorita de la canción, y todas las noches desde mi ventana conjuro tu nombre inmortal.  Siento que eso es lo que hago, el conjuro de ese nombre inmortal, desde la fábrica de universos paralelos que llevo en mi cabeza.


Y hoy será otro día que no podré sacar de mi cabeza esta canción.

Y sé, que te vuelvo a encontrar.

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