Día 6: Una canción que te recuerde un mejor amigo
Esto si es un problema. Uno grande. Porque la amistad está
plagada de canciones. Tal vez no seamos intensos musicales, pero en la amistad nos llena incluso sin querer, de canciones por todo lados. Las que uno escuchó en el carro, las que uno bailó, las que uno se dedicó, las que uno
le dedicó a alguien, las que sonaron en el fondo porque estaban de moda, porque
alguien tenía unos padres que eran hippies, porque el amigo tocaba un
instrumento o tenía una obsesión, o era de esos intensos musicales que si
escucha algo que no le gusta, que le parece malo, se retuerce, dice alguna
grosería, apaga el radio y hasta insulta con ese cariño con que solo los amigos
más cercanos lo pueden hacer sin herir los sentimientos.
Esta canción me pone un problema porque una de mis mejores
amigas escucha bachata. Género que no soporto. Otra baila regueattón, aunque lo
niegue, aunque la verdad es que yo también lo hago, pero no
quisiera poner canciones que tengan letras como “yo te lo meto despacito
mientras sientes el machete y hacemos un trencito”.
Así que voy a recurrir a una canción del año 1996, que tal
vez me cause problemas. Esa canción me recuerda a mi grupo de amigas latinas del
internado. Acababa de salir el primer disco de Shakira. El Educador Musical
siempre dice que Shakira era buena. Ese primer disco fue bueno, después la
fueron volviendo mierda empaquetándola en letras malas y ritmos predecibles,
sí, por más que algunas veces uno los baile, dependiendo de la ingesta de
alcohol. El caso es que en ese entonces el disco Pies Descalzos acompañó en
discotecas, en cuartos del internado, en conversaciones, incluso me acompañó en
una playa y mientras lo escuchaba yo pensaba que me gustaría dedicárselo a un
tipo que me gustaba mucho en esa época, cuya identidad creo que no revelaré
nunca.
El caso es que esos días fueron los primeros en que comencé
a sentirme independiente. Tenía diecisiete años, ahora sé que no era sino una
niña con tacones y permiso para usar pintura de labios y viajar sola entre mi
casa y el internado. Como todo adolescente me sentía en el tope del mundo.
Perdí peso y gané varias experiencias amorosas que en su momento me parecieron
vertiginosas y que hoy recuerdo hasta con ternura. Gocé esos momentos y mucho
me lo he traído para dedicarme a este oficio de contar historias.
No puedo escoger el disco completo, así que uso la primera
canción. Esa que cantábamos a todo pulmón en la pista de una discoteca llamada
Paper Moon, con la que soñábamos desde nuestros pupitres durante toda la
semana. Bailábamos, cantábamos y nos sentíamos invencibles.
No he vuelto a ver a migas amigas desde ese año, aunque a
una de ellas la vi en 1997. Me gustaría hacer un reencuentro. Contarnos las
vueltas de la vida. Lo predecible, lo que resultó inesperado. Tal vez muchas de
las cosas que he hecho se veían venir, otras no. En ese entonces jamás me
imaginé que me dedicaría a escribir. Incluso, ahora que lo pienso, no sabía
bien que quería ser en ese entonces, aunque dijera con convicción que tal o
cual profesión era lo que yo quería de la vida. Lo recuerdo como un periódo en
que quería ser y más nada.
Yo era. Junto a mis amigas. Éramos más que amigas, éramos
familia. Y la verdad cuando escucho esa canción las extraño. Ojalá no esté
lejano el día en que nos volvamos a ver.
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