Trabajando
Así
que todo el mundo se fue de vacaciones y yo me vine a trabajar. Encontré un
lugar en el centro de comercial cerca de donde dejos a mis hijos. Hago un
paréntesis, los dejé en una guardería pegando gritos. Estoy segura que todos
los libros de psicología dirán que soy la peor mierda del mundo, que los dañé y
que el día de mañana van a hacer parias de la sociedad, de esos que les tiran
el carro a la gente, no pagan impuestos, tiran papeles en el piso, dicen
groserías, son maleducados y andan por la vida con rabia interna. Ya saben la
causa: su mamá los dejó en una guardería para irse a terminar su novela.
Esto
es el peor cliché del escritor. Lo digo por la vista de las montañas, la nieve,
la mesa alta en la que estoy sentada, el café, el hecho de que aquí a todo el
mundo lo tratan de usted y el señor que hace le café me saludó de tú, y que
esto no es un café es un bar. En un extremo está la cónsola del DJ. Atómica.
Más allá está un privado, con sillas grises y cortinas moradas, las sillas son
de aluminio, el piso es oscuro y la barra que es muy larga todavía tiene la
vajilla del servicio de la noche. No. Están limpias. Imagino que se están
organizando para un día largo. Tiene luces de neón. Ese es otro detalle. Eso
sí, tiene un vitral que da hacia a una pista, y desde aquí puedo ver gente
esquiando, parte del pueblo y una vista gloriosa de las montañas.
Me
voy a escribir, pero si de aquí no sale algo bueno creo que debería practicarme
la eutanasia. Mucha gente me ha preguntado porque no esquío, porque no aprovecho.
Yo digo que cuando uno tiene la determinación nada te detiene, mucho menos unas
vacaciones, y para mí, esto es aprovechar el tiempo. Si no, pregúntenle a mis
hijos.
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