¿Por qué voy a votar?


En estos días un amigo me decía que su sensación con las elecciones era la misma como con esas materias que raspabas en el colegio, y que luego tenías que reparar, y que después arrastrabas. Esa sensación de "esto ya lo vi". "Esto ya lo sé". Esta mañana lo recordé mientras escuchaba un llamado a los miembros de mesa a instalarlas en todas partes del país. Pensaba, esto ya me lo sé, esto ya lo he vivido, así como he vivido ya las horas que vienen. La incógnita, ¿habrá cola? ¿no habrá cola? La misma gente al llegar al centro de votación, los mismos testigos, incluso el mismo miembro del Plan República, las mismas ruedas de prensa, las mismas lecturas en las caras, ¿nervios? ¿felicidad? ¿angustia? ¿confianza? Las mismas llamadas, los mismos rumores, el mismo miedo, y al final siempre, la misma sensacón de impotencia, y la misma pregunta, ¿en otros países votar será así?

Ya no sabemos ni lo que es normal. Aunque no. Retiro lo dicho. Creo que todavía sabemos que esto no es normal. Es más, lo sabemos tan bien, que no nos gusta. Lo sabemos también, que ya padecemos el voto. No lo ejercemos. Lo padecemos. 

En realidad, este post era para responderme a mí misma una pregunta, ¿por qué vas a votar? La verdad la respuesta no es fácil, y creo que lo único que tengo para responderla es una frase que a veces le atribuyen a Churchill, la democracia es lo peor que tenemos, pero es lo único que tenemos. No sé. No sé la verdad por qué voy a votar.

Voy a votar porque me mueve la impotencia, porque todavía, a pesar de todo creo en la democracia y el voto es lo único que nos queda, es el último bastión de la democracia, todavía queda ese acto, como si fuera la cámara de aire de un bote que se ha dado la vuelta, tal vez voy a votar porque no hay otro espacio de protesta, tal vez voy a votar porque siento que no queda otro lugar en donde ejercer la voz, tal vez voy a votar porque quiero una razón más, una razón más para luchar, algo más que defender, porque quiero ver a otros venezolanos convencidos, que al igual que yo sienten la tristeza, la impotencia, la rabia apoderarse de sus días, de sus sueños, que sienten al igual que yo que a veces la lucha no es contra otras ideas, ni contra otras personas, sino contra el sentimiento de que se nos va la esperanza.

Tal vez voy a votar porque me enseñaron que así se respeta un país, y porque no voy a dejar que la corrupción, el irrespeto, la mentira y la opresión me lo roben, porque no voy a dejar que el juego se pierda porque yo no me presenté. Tal vez voy a votar porque no sé qué más hacer, porque no tengo otra cosa, tal vez voy a votar por costumbre, hasta por masoquismo, o sólo para tener la consciencia en paz, y para poder decir el día de mañana, yo estuve ahí, yo lo vi, no fue que me lo quitaron cuando yo no estaba viendo.

No digo que voy a votar con alegría y con entusiasmo. Las cosas como son. No es una fiesta democrática. No es el ejercicio normal de un derecho, ni están las garantías mínimas que tal acto implica. Esa es la verdad. No. Yo no voy a votar con entusiasmo, y no voy a animar a nadie a hacerlo, porque creo que es también en la mentira. Estoy desanimada. Estoy molesta. Estoy desilusionada. Y lo voy a decir, francamente, no entiendo bien estas elecciones. No entiendo qué van a hacer los alcaldes, ni los concejales, cada día con menos recursos, menos competencias, más trabas y una cantidad de problemas que ya están en la calle y que ellos no pueden resolver, dejemos de lado que las iniciativas que proponen puedan cumplirse. ¿Qué les podemos exigir como ciudadanos? Creo que muy poco. 

Sin embargo voy a votar. A pesar de que sé que lo viene no es fácil. Aunque creo que digan lo que digan estas elecciones no resuelven nada. Creo que las elecciones no son la salida a nuestros problemas. Tampoco sé cuál es. O si sé, creo que la salida es reencontrarnos con los valores, uno de los cuales es la identidad y el sentido de pertenencia. Creo que la salida es perder el miedo, y esa idea loca de alguien distinto de nosotros mismos “nos va a sacar de esto”. La verdad, ahora que lo pienso, esto de votar se parece mucho a una acción, a un manos a la obra. La verdad, ahora que lo pienso, voy a votar porque no voy a dejar en manos de otro algo que pude hacer yo.

Con pesar. Con angustia. Con lo que sea. Pero voy a votar. Jamás dejaré de votar. 

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