Tengo miedo


Anoche tuve una de esas pesadillas que te despiertan y se te va la noche por la borda. Soñé que estaba en el jardín de casa de mi abuela, con mis hermanas, con mi hijo menor en los brazos y de pronto un helicóptero gigante se metía en nuestra casa, como por arte de magia, sin romper nada, sólo entraba por la terraza y desaparecía. Yo entraba a ver qué pasaba, dejando a mi niño con mis hermanas, y me encontraba con una funcionaria vestida de rojo que me preguntaba por mi papá. Yo le decía que él estaba trabajando, que no estaba, y ella me dejaba un teléfono para que yo llamara luego. Me dejaba claro que yo podía o no llamar, pero que ellos igual estarían buscando.

Me desperté ahogada. Con una sensación de miedo que no puedo explicar. Como si la noche se me estuviera viniendo encima. Fue uno de esos sueños en los que tardas para entender que no son verdad. Miré el reloj: las 3:36 de la mañana. Incluso para mis horarios era bastante temprano. No pude volverme a dormir, tal era la sensación de opresión, sentía como si de pronto la cama estuviese contra mí, no había posición, sólo podía estar ahí, mirando el techo, pensando y sintiendo.

En mi casa no cabe un helicóptero, pero es que en realidad yo no soñé con un helicóptero, yo no soñé con una dictadura. En mis sueños vino la pesadilla que estamos viviendo. Recordé los cuentos que contaban en mi casa cuando hablaban de Gómez, de Pérez Giménez. Cuando se podían llevar a cualquiera y porque sí, cuando no sabías. Eso son las dictaduras. Cualquiera está en contra de ley, a veces sin motivo aparente, a veces sin que haya hecho nada. Se lo llevan y tal vez ni él mismo lo sabe.

Eso es una dictadura. No hay garantías. No hay libertad. Yo misma. A veces. Al publicar en este blog siento miedo. Este pequeño blog en el que ha servido como ejercicio para poner la materia prima de mi alma en el asador, a veces me da miedo. Porque de eso se trata el control en la dictadura. De que sintamos miedo. Miedo de expresarnos. De compartir una opinión. De soñar. De invertir. No sólo de invertirle dinero al país, sino de invertirle la vida, las esperanzas, el tiempo. Invertirle al negocio, sí, pero también a las escuelas, a las obras de caridad, a los amigos, a los distintos gremios, el cine, el arte, los autores, los diseñadores, ¿cuándo vimos salir de Venezuela a alguien que no fuera o patrocinado por el gobierno o porque se fui ido de aquí exiliado a vivir en otro lugar? ¿Cuándo más hemos visto alguien que vive aquí y triunfa afuera? No hablemos de compañías que exportan, ni de objetos que se han inventado aquí y se patentan como industria venezolana. ¿Qué aspiraciones le deja eso a uno? Da miedo. Da terror. Hasta de salir a la calle y de compartir con nuestros vecinos. Aprendemos la desconfianza y ahí, a un paso están la discriminación y el odio. El miedo saca lo peor del ser humano, y así es como se afianzan los regímenes totalitarios.

Sé que uno parece un come flor cuando dice que no es nada más el fusil y la carabina lo que domina a un pueblo. En realidad, por ahí se empieza, pero eso es justamente para regar el miedo entre la gente, sobre todo porque al final quien oprime es la minoría, y la mayoría siempre será más fuerte. Sin embargo, no tenemos esa sensación, nos sentimos solos y aterrados, creemos que somos pocos porque nos han convencido de que estamos aplastados. Porque aprendimos a tener miedo.

Yo les confieso que lo tengo. Tengo miedo. Veo cadenas y me da miedo. Salgo a la calle me da miedo. Veo lo que pasa en los supermercados y me da miedo. Veo lo que escriben en las redes sociales y me da miedo. Pienso en las elecciones y me da miedo. Trabajo y me da miedo. Pienso en el futuro y me da miedo. Miedo. Miedo. Miedo. En las conversaciones. En los ojos de los extraños. En la forma en que camina alguien entre la parada de autobús y su trabajo. Miedo en las colas. Sobre todo en las colas. Y no sabemos ya a quién tenerle miedo, si es a un gobierno, a un ladrón, o a nosotros mismos. Creo que el mayor miedo es que nos sentimos perdidos.

Sí. Nos ha invadido el miedo. La peor emoción del ser humano. Yo digo. Hablemos del miedo. Compartámoslo. Saquémoslo del sistema. Porque el miedo tiene un solo antídoto: se enfrenta. Y una vez que vences un miedo no te para nadie.

Yo espero que lo hagamos y nos demos cuenta que más allá de las teoría políticas y económicas, por ahí está la clave a la salida de esta pesadilla. La real. La que vivimos despiertos. La de la dictadura que sí vivimos aunque pensemos que es sólo cosa de sueños locos. 

Comentarios

Unknown ha dicho que…
Yo vivo afuera... voy todos los años y voy con miedo. Me da verguenza contarlo, me da pena decirle a mi familia y a mis amigos que viven su día a día en ese país que yo estoy aterrorizada, que el país q tanto amo es como un marido que te maltrató tanto que ahora sólo de pensar en él sientes miedo...Veo las noticias, leo las opiniones, hablo con mi madre y siento miedo. Yo solía creer que era la alegría lo q caracterizaba a nuestro gentilicio...pero es el miedo.
Clara Machado ha dicho que…
Jinny, es así como lo dices. Es el miedo. A mí también me da pánico y vivo aquí. Cuando vivía afuera, y de esto hace ya mucho tiempo, venir para acá me producía terror. Hoy en día tal vez ni vendría, no lo sé.

Tienes toda la razón. Nos caracteriza el miedo.

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