La V de Victoria


Nota: 5Recomiendo leer este post como lo escribí, con la  5ta Sinfonía de Beethoven dirigida por Daniel  de fondo.




En 1941 comienza la campaña V for victory” (V de victoria) en una transmisión de la BBC. La campaña impulsaba a los escuchas de la Europa ocupada por los Nazis a demostrar su apoyo a los aliados garabateando la letra V donde pudieran.  Las palabras textuales de Douglas Ritchie quien salió al aire con el pseudónimo Colonel Britton fueron “Hagan salpicar a V de un extremo de Europa al otro” - Splash the V from one end of Europe to another. La idea estuvo inspirada en un servidor belga de la BBC, Victor Laveyele, quien instaba a sus compatriotas a usar la letra, entre otras cosas porque la palabra Vicoria, equivale a Victoire en francés, Vrijheid en belga y Victory en inglés, lo que le facilitaba convertirse en un símbolo multinacional de solidaridad.

Más allá, Ritichie se dio cuenta de que las tres notas cortas y una nota larga al comienzo de la Sinfonía Nº 5 de Beethoven eran equivalentes a la letra V en clave morse, (. . . _). De esta forma Ritchie comenzaba sus alocuciones con esta música como tema principal, y pronto sus escuchas comenzaron a replicar el sonido como pudieran, como símbolo de resistencia. Pronto el Primer Ministro Winston Churchill lo tomó casi como símbolo personal. 


Si la 5ta Sinfonía de Beethoven se puede resumir a unas cuantas palabras es: triunfo sobre la adversidad. Si uno la escucha, más allá de cualquier observación técnica, del cambio en la tónica, en la dominante, lo que llena el alma es esa sensación de un comienzo incierto, casi tenebroso y un final lleno lleno de poder y majestuosidad en el cuarto movimiento. Tal vez de las cosas más bellas que nos haya dado la música clásica en todo su desarrollo. Se comienza en plena oscuridad (lo que era poco común en la música de la época, la sinfonía está en Do Menor) y se termina lleno de luz. Es como salir de un túnel. Lo que es más, escuchar durante el tercer movimiento, cómo se da el cambio, como gradualmente lo que viene con un tono sombrío, triste, lleno de miedo y angustia se va convirtiendo poco a poco en una luz que viene creciendo, y se van dando esos destellos de esa palabra que a quienes vivimos en la ansiedad a veces nos cuesta tanto palpar: esperanza.

No dejo de pensar, de imaginar a esas personas que hicieron suya la 5ta sinfonía. Cómo la usaron como medio de mantenerse con vida, de no dejarse arrastrar por la incertidumbre y la tristeza. El dolor. El dolor inimaginable de una guerra. Quienes la hicieron suya y la reprodujeron con una sola letra durante uno de los períodos más negros de la historia de la humanidad. 



Muchas veces me he preguntado qué sintieron quienes se vieron cercados por la crueldad, la tiranía, la intolerancia, qué sintieron quienes se vieron traicionados por aquellos a quienes les ganó la peor parte del ser humano, quienes tuvieron que aprender con el corazón en pedazos, con sus vidas y futuro destrozados lo que significa que a una sociedad le gane el miedo, aprenda la violencia y se deje arrastrar por la traición a principios que se le inculcaron y que tal vez en algún momento defendió o juró defender. Qué sintieron quienes les falló la vida. La respuesta la he visto de cerca en los ojos, en los escritos de muchos de mis compatriotas y no en los libros de historias, y la verdad he sentido que pierdo la fe en la humanidad.

Las heridas que abre una guerra, me refiero a las heridas internas, dentro de cada uno de los actores son demasiado profundas. Uno aprende que una guerra no son sólo bayonetas o ametralladoras. Menos hoy en día en que en los medios se puede ser tan abyecto y tan hipócrita, en que incluso la diplomacia demuestra que si aprendió algo en el siglo XX lo olvidó en el XXI. 

Lo que me lleva  afirmar que la herida que abre en un alma la desesperanza, y que lleva al apaciguamiento y la resignación sólo se puede combatir con una cosa: el arte. Música, Poesía, todo aquello que nos lleva a hacer madurar y evolucionar nuestra vida interior, que nos mueve en el plano espiritual, y que nos hace inquebrantables, nos ayuda a resistir, que como se probó en la segunda guerra mundial, nos hace invencibles. La guerra terminó en el 45, sí, pero ya en el 41 se había ganado. Se había ganado en el corazón de quienes no se rindieron. De quienes salpicaron la V por toda Europa con la convicción de que tal como en la quinta sinfonía, llegaría un cuarto movimiento que traería un continente distinto.

Vivimos una hora oscura. Desoladora. Muchos  nos sentimos impotentes y mudos. Muchos sentimos que de pronto nuestro destino ha escapado nuestras manos. Ya no estamos al mando y lo que nos lleva es una marea cuyo cauce mueve una tormenta de odio. Nos preguntamos por qué, nos sentimos ajenos, extranjeros, expulsados, maltratados y vamos perdiendo nuestro sentido de pertenencia y de pronto la esperanza se nos hace un sentimiento imposible, casi infantil y hasta tonto. Es mejor ser un pesimista disfrazado de realista, porque tal vez de ese modo, si nos termina de pegar la desilusión de la derrota no pegará tan duro. ¿No?

No. La respuesta es no. Las victorias hay que creerlas. Las victorias, en todo, comienzan por ser salpicadas de un extremo a otro de nuestra vida. La victoria empieza en uno. Sí. Yo sé, tal vez suene simplista, y no tengo más palabras, ni más eventos históricos que me permitan que la extensión de este escrito no sea inabarcable, pero sí tengo la 5ta sinfonía de Beethoven. Allí está la respuesta. Una respuesta sin palabras.

Nada se pierde mientras estemos vivos. Nada. La salida a este conflicto, la posibilidad de un futuro mejor está en nuestras manos. Mientras más gente entienda eso que parece tan pequeño, más posibilidades tenemos de salir de esto. No es un político, no es un Mesías, no es un acto estúpido como muchos lo ponen (el clásico yo no me voy a ir a matar en una marcha), no. Yo creo que la historia nos ha demostrado que si bien los héroes y los caídos son inevitables, que si bien la historia siempre cobra de una forma u otra, porque si algo no se puede decir de este negro periodo de la historia de Venezuela es que no ha habido muertos, o no ha habido casi muertos, la victoria depende de lo que cada uno de nosotros crea y haga en su entorno. Por más pequeño que parezca. El héroe no es el que muere primero, ni mucho menos el que mata más, el héroe es el que cree que lo es, el que nunca se rinde. Nunca, por más que otros desestimen su lucha.


Mientras estemos de pie no estamos vencidos. Nadie dijo que demostrar coraje es fácil, nadie dijo que no se puede sentir miedo. Es imposible no sentirse triste, no preguntarse por qué, e incluso las ganas de huir también son válidas. Uno se da permiso para ser humano, pero se da la orden de ser un héroe, con las armas de la inteligencia y de las ideas, con los principios de democracia, libertad y respeto al frente, manteniéndonos firmes en nuestros principios sin dejar que nada nos quebrante la dignidad, con el foco en que la libertad es posible, porque la libertad es algo que empieza por dentro, por la mentalidad de hombre libre. 

A un hombre libre de mente y corazón no lo domina nadie. Es así que nos demostraremos a las futuras generaciones de qué estamos hechos. Señores esta es la hora en la que nos decidimos por la V de victoria, que es también la V de valiente. Y cuando tengan miedo vuelvan a 1941, piensen el Colonel Britton y qué hubiese sido de la humanidad, si en vez de salpicar Europa con la V, la gente se hubiera atragantado de miedo. No hay nada peor que un país que muere ahogado.  

A quien lleva la V en las manos nadie lo puede doblegar.



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