Cuando éramos indiferentes

No me puedo sentar a contar la cantidad de amigos que están tristes. Deprimidos. Que no quieren salir, que no están de ánimos para celebrar, que se están cuestionando si saco o no la navidad, que les parece que no deberían haber bazares, que no le pararon ni medio a la Miss Universo, ni siquiera al tan merecido MVP de Miguel Cabrera. Tengo amigos que están arrechos. Sí arrechos. Que les dices que hay una reunión vecinal y quieren ir, que les dices que se está hablando de una movilización y te dicen que dónde eso, que ellos van, que quieren que alguien les diga, que vamos a votar, que no quieren saber de gente que no vaya a votar. Tengo amigos que están hartos. Hartos de que venga un tipo con su guardaespaldas y lo atropelle, del panita que se robó una millonada en un guiso y ahora te habla de sus viajes como si nada, tengo amigos que no se quieren tomar el whisky con ese tipo, que le quieren cantar sus cosas, que le quieren decir de una forma u otra que a quienes robaron fueron a todos nosotros, que los dólares que se llevaron eran para la comida que no conseguimos, para los hospitales donde se muere la gente, para los repuestos que nos tienen sin carro, para la navidad, para la semana santa, para el viaje a la convención que no vas a poder hacer porque no hay pasajes.

Tengo amigos que están tristes. Amigos. Conocidos. Y no conocidos. Deprimidos. Angustiados. Ansiosos. Arrechos. Dispuestos. En las colas del supermercado, en el chat de no sé qué grupo, en el cumpleaños de no sé quién, en la farmacia, en la sala de espera del médico. Amigos, no tan amigos, de todas las edades y las clases sociales.

Esto me genera una sensación muy extraña. Porque por un lado estamos tristes, y dolidos, yo también estoy dolida, aunque debo  decir que más que esto me dolió el escándalo de los Bolichicos, porque ya ahí vi venir todo este saqueo, porque ese me pareció más burdo y más asqueroso. Porque cada guiso que se destapa, donde unos vivos tratan de cobrar una comisión me suena más personal, me suena a que nos estafaban además la inteligencia, mucha gente que uno conoce, que por detrás se burlaba de los pendejos honestos que es que no se enteran de cómo se hacen las cosas de verdad. Sí, todo eso me daba tristeza. Al igual que me parten el alma los comerciantes que hoy están siendo víctimas del saqueo del que han sido víctimas a quienes les han quitado sus negocios y sus fuentes de trabajo desde hace años. Señores, esto no es nuevo. ¿Es que nos olvidamos de Franklin Brito ya?

Lo que si es nuevo es la reacción de la gente.

Así que veo la tristeza, la arrechera y digo por fin. Por fin nos dimos cuenta. Por fin le cogimos cariño a Venezuela. Por fin entendimos que la cosa es con nosotros, que la cosa es con todo, que la cosa no tiene que ver con cuánto tienes, porque aquí está saliendo mal el empresario grande y el chiquito, y está saliendo mal parado el empleado. Porque muchos se dieron cuenta que su empresa no era tan mala como la pintaban, que después de todo su patrón no los quería joder, sino que tenía un fusil disfrazo de ley en la sien. Mucha gente está entiendo. Más de lo que parece. Primero, no hay veintiséis millones de persona haciendo colas, y segundo, que es lo peor, hay que entender la crueldad que supone jugar de esa manera con el bolsillo de quien padece necesidades. Hay que entender que esto es la manipulación  más burda de quienes no entienden, y no entienden no porque sean malos, o brutos, o no quieran, sino porque el mismo sistema les falló. Hay mucha gente que por fin está entendiendo quiénes son los que nos  han saqueado.

Hay gente que quiere que regresen los valores, el trabajo, el respeto a la dignidad del venezolano sin importar lo que piense, ni por quién vote, hay gente que quiere que regresen los poderes, no a ser lo que fueron, sino que regrese la institucionalidad para que lleguen a ser lo que queremos que sea. El balance del poder que mantiene el equilibrio en una sociedad democrática.


Dicen que nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde, hemos perdido la libertad, y lo estamos entendiendo. No se desanimen. Cada vez somos más. A los que están tristes les digo, no pierdan la esperanza, en esa tristeza que sientes, y que siente el de al lado está la clave. Era cuando éramos indiferentes que estábamos perdidos.  

Comentarios

Verónica ha dicho que…
Parece mentira pero ayer apenas descubrí tu blog... Y después de varias entradas al azar comprendí que debía leerlo entero...
Fin de semana "maratón ayúdame Freud"
Terminé el 2008 y vamos por más... Soy maracucha aunque vivo fuera de Venezuela hace casi tres años y leerte definitivamente me hace sentir más cerca.
Un abrazo
Clara Machado ha dicho que…
Hola Verónica. Gracias. Un honor que te guste. Y bienvenida. Justo hoy voy a escribir menos de país. Es que el guayabo que tenía no me había dejado hacerlo.

Gracias de nuevo, nos seguimos viendo por la blogosfera.

Entradas populares de este blog

¿Cómo se pide el empate?

¿Ver Luis Miguel? ¿Qué cosas dices pisha?

Soy desordenada ¡Qué carajo!