Sobre 50 Sombras de Gray
Propongamos
a los lectores un libro en el que una mujer tiene que firmar un contrato con un
hombre en el que le da la potestad de decidir todo sobre su vida. Una mujer que
accede a que su pareja escoja la ropa que usa, los platos que come, la hora y
la cantidad de ejercicio diario, y claro, la cantidad y la calidad del sexo. La
mujer no accede al trato sin tomar en cuenta dos variables muy importantes: es
un tipo muy apuesto y tiene mucho dinero. Dejemos de lado cualquier otra
variable del personaje y tratemos de creer que es una mujer realmente
inteligente la que accede a ello sin detenerse a pensar si se está metiendo con
degenerado que le grita a su mamá, o si valdrá realmente la pena renunciar a su
libertad. Para suavizar el golpe se incluyen en 500 páginas un par de escenas
de sexo, se la llama sadomasoquismo porque tienen cuero, látigos, trenzas y
golpes. Pero no dice ni pene, ni teta, ni nada de eso. Porque eso sería muy feo
y esta historia es linda, y sobre todo: light.
Me
imagino el furor desatado sin pongo eso en mi muro. La misoginia, el machismo, la falta de respeto a la mujer, y tal y que se yo. Sin embargo, esa historia es una de
las más vendidas de los últimos tiempos, se llama 50 Sombras de Gray. Machismo y misoginia que se venden como porno
para mamás y amor del bueno.
En el
caso de 50 sombras de Gray, pensé que a lo mejor las otras 49 sombras de
Christian Gray estaban en la última página. Lamento echar a perder un final,
pero no puedo dejar de contar sobre el horror que me produce ver que tantas
mujeres se preguntan ¿dónde está mi Christian Gray? cuando al final del primer libro
toma a la mujer que ha roto una de las cláusulas del contrato
–inconscientemente además – y procede a darle nalgadas. No estamos hablando de nalgadas en un contexto sexual, lo cual tendría que ver con otro tema totalmente distinto. Se leen y se describen no sólo como golpes sino como una escena totalmente humillante, quizás la que realmente hubiese dado pie para una buena historia, independientemente del resultado de la pareja.
Claro
que una pésima historia podría adquirir valor a través de sus recursos
literarios, pero 50 Sombras de Gray tiene todo menos trama, lo que hay es
una serie de eventos uno detrás de otros, con un abuso de tópicos y lugares
comunes. Personajes mal construidos, basados en los estereotipos más básicos
del género romántico. Independiente, pero dócil ella. Indomable pero vencido
él. Y además lo cursi, la protagonista pasa tres cuartas partes de la historia
introduciendo sus diálogos internos con – mi diosa interna dijo…o hizo… a lo
que uno no puede evitar imaginarse a una mujer como Margaret Thatcher escribiendo
en sus memorias, Mi diosa interna dijo ¡vamos a invadir Las Malvinas!
Hubiese
sido mejor la historia de una mujer le da una patada a Christian Gray por sus
partes beligerantes y lo denuncia por acoso y maltrato. Pero como no se
trataría de seres ideales, ni va a ser una Rigoberta Menchú la que acceda a un
contrato como ese en primer lugar, la
mujer publicaría luego unas memorias sobre los días con el enajenado millonario
que se creía sadomasoquista, culparía la firma del contrato en una noche de
copas en la que olvidó pensar, le diría al a revista ¡Hola! Que al principio sí
lo amó y que ahora ha encontrado el amor junto al magnate que la apoya en la
creación de una línea de perfumes y ropa para Bulldogs franceses.
No condeno
que las mujeres y a muchos hombres también, les guste leer algo de romance. De
buen romance están llenos los clásicos, como Thomas Hardy o Jane Austen, y si
uno lo que busca es algo más contemporáneo están los dramones hermosamente
armados y contados de Julien Barnes o Almudena Grandes, por ejemplo. Si el
problema es erotismo Anais Nin lo resuelve. En la literatura hay sexo y sexo
del bueno, romance y dolor. Lo que me hace pensar el éxito de este libro es la
cantidad de gente teniendo mal sexo en
el mundo, ¿será ese el problema real de la humanidad?
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