A Beatriz Montañez
Los líderes María Corina Machado y Leopoldo López en la Campaña Sin Mordaza
María Corina Machado ha sido acusada de magnicidio con pruebas falsas.
La citaron a declarar a fiscalía, sin abogado, sin mostrarle su expediente. Es víctima de amenazas y persecuciones. La despojaron de forma ilegal de su curul en la Asamblea Nacional.
En la foto sale con un yeso en la nariz porque otra diputada la pateó en la cara. Esa diputada no fue procesada por lesiones, ni respondieron por sus actos los demás diputados que agredieron a sus colegas ese día.
Leopoldo López está preso por delitos que no cometió, siguiendo un proceso cargado de irregularidades. Sus derechos humanos son violados constantemente en la cárcel y está aislado.
La persona que ideo esta campaña estuvo presa.
¿Es esa la democracia que defienden algunos desde afuera?
Antes que nada yo quisiera comentarle, como venezolana, que no me alarma tanto
la ligereza con que usted de habla de un país que no conoce, y cómo minimiza su
tragedia, lo que me preocupa es verla abogar de forma tan ciega por un político, sea quien sea. Uno de los grandes males de estas sociedades es la ceguera con la
gente sigue a los políticos. Le digo de entrada, si usted sigue a un político y
no encuentra ni una sola idea, planteamiento, declaración o afirmación con la
que esté en desacuerdo, es que no ha pensado en lo que ha estado oyendo. No es bueno
ser subjetivo y pasional en la política. Mucho menos para un comunicador.
Seguramente usted, como tanta gente, admira a Pablo Iglesias
porque se presenta como alguien que viene a acabar con las viejas formas de
hacer política que tienen tan cansada y desilusionada a la gente. Es
comprensible. Uno está cansado de discursos vacíos, promesas rotas, la vida
cada vez más difícil mientras lo que realmente importa se decide a puertas
cerradas y los políticos buscan primero el beneficio propio, luego el de su
partido y si en el camino se hace bien a la gente y sus vidas mejoran pues bien
y si no, "que se jodan". Sí. Muchos estamos cansados de la hipocresía, de la mentira,
la corrupción, el dinero fácil a nuestra costa, y la desesperanza de ver como uno tiene que
renunciar a tantos sueños no por falta de talento, sino porque para salir
adelante no hace falta tener oportunidades sino ser un oportunista.
Esta sensación fue la que llevó a gran parte de la clase
media venezolana a votar por Hugo Chávez en el 98. Yo no lo hice. No lo hice
porque ese señor desde el primer momento defendía ideas que para mí eran
indefendibles. No tenía que ver con la búsqueda de la igualdad y de la justicia
social. Verá usted, hasta en un discurso de ideas tan ajenas al pensamiento
propio hay puntos en común, sin embargo, Hugo Chávez fue un golpista, que
atentó contra la vida de un presidente constitucional, que asesinó a otros
venezolanos sin mostrar remordimiento, y que mantuvo un discurso divisor,
cargado de amenazas y de resentimiento durante su campaña. Yo soy una persona
que jamás he pensado que el fin justifica los medios, y para mí las formas en un presidente son
tan importantes como el fondo, para mí eso era suficiente para no votar por
Hugo Chávez, ni en el 98, ni nunca.
No puedo resumir quince años de destrucción en un texto.
Menos una destrucción como la de Venezuela, pero el resultado de ese discurso
vacío y violento es un país moral y económicamente roto. Si en el 98 nos
sentíamos como se pueden sentir muchos españoles hoy, no le puedo explicar cómo
nos sentimos ahora. No sólo tenemos uno de los países más violentos y corruptos
del mundo, sino que tenemos que ver atrocidades inenarrables a diario, mientras
que nuestra riqueza se regala a otras naciones en las que la gente tampoco vive
bien –espero y asumo que usted no sea de esas personas que cree que en Cuba la
educación y la medicina son más avanzadas que en cualquier país de primer
mundo. Creo que a estas alturas, en las que hasta Silvio Rodriguez está asumiendo
el fracaso de su revolución podemos ser un poco más objetivos-.
Puedo sentarme a narrar aquí atrocidades de todo tipo. Podría escribir cuartillas y cuartillas. ¿Qué
tipo de sufrimiento quiere? O mejor dicho, ¿Cuánto toleraría usted? Historias
de muerte, de robo, de discriminación. Historias en las que gente de todo tipo pierde todo. La vida. La propiedad. Los sueños. Algunos son viejos, otros niños, otros jóvenes. Gente que se ha ido, emigrado y ha regresado con media perdida y la otra a punto de perderse. Historias terribles que le aseguro le
quitarían el sueño como mínimo. Lo que hemos visto Beatriz estos quince años nos ha robado algo de nuestra
humanidad, porque la violencia ya no es algo que pasa cada cierto tiempo, llega
a las primeras planas de los periódicos y horroriza a la nación. Pasa todos los
días. Todos los días varias veces al día. Aquí la mayoría ya ha visto un cadáver y ha asistido a más de un funeral de alguien cuya muerte se ha podido evitar. Las pistolas ya no son imaginario,
son paisaje para nosotros. Y lo peor es que este gobierno no es sólo
responsable de este tipo de violencia, sino que ejerce otra, pasiva pero igual
de letal, como la que se dio con enfermos de Sida que murieron esperando
retrovirales porque no había dólares para comprarlos, enfermos de cáncer sin exámenes ni tratamientos y así sigue. Piense en la dolencia que quiera, que en algún lugar de Venezuela alguien se está muriendo sin tratamiento en el país con mayores reservas de petróleo del mundo, porque no hay divisas para las medicinas, pero el funcionario que iba a hacer negocio con Bertin Osborne, ese si tiene el dinero para su "mordida".
Violencia también se ejerce contra la gente a quien le expropiaron
todo. Su sustento, el producto de su esfuerzo, todo en nombre de una supuesta
justicia social. Para que lo entienda, eso es como que venga alguien que siempre
soñó con ser presentadora de televisión y le arranqué a usted la silla y el
micrófono porque sí, porque me toca a mí, alegando que usted tendrá más talento
y se habrá esforzado más pero ella igual tiene derecho y no es justo que a usted le vaya bien. Así nos
ha tocado a muchos venezolanos ver cómo nos arrancan nuestros sueños. Casi
todas nuestras empresas en el suelo, y no es sólo empresarios, eso ha pasado
con gente que tenía fincas de papas, con gente que vivía de la renta de un
apartamento o de la gerencia de un estacionamiento. No piense que esto es sólo contra los ricos, aquí han ido pagando todos.
En Venezuela los jóvenes tienen los sueños rotos. El que estudia
ingeniería no podrá construir. El que estudia medicina no tendrá medicinas para
curar. El maestro tendrá que resignarse a impartir la ideología cubana o
callarse la boca. Sí, ya los han puesto presos señora, aquí nada es nuevo ya,
ni es adivinar el futuro, ni especulación, ni leyenda, es nuestra historia y
nuestro presente. ¿Esa es la democracia de la que habla Pablo Iglesias? En la que el periodista no puede informar, ni investigar si quiere
cuidar su trabajo. El policía tampoco. El emprendedor mucho menos, a ese le
toca asumir que va a tener que quebrar su moral o su proyecto jamás cobrará
vida. Y así se reparte nuestra tragedia. Si uno quiere surgir uno tiene que
pactar, con la ideologización, la corrupción y la muerte. Vives robando o al
menos dejando robar y mueres callado, si es que quiere sobrevivir en Venezuela.
Sentarse como se
sienta usted en su set de televisión es un lujo que usted no valora. Porque por más mal que esté
España. Por más razón que tenga Pablo Iglesias en uno u otro punto, -que no sé
porque la verdad, me pesa tanto la política en mi país que no me he metido a
analizar la española-, usted tiene una cantidad de garantías gracias a su
democracia. Usted dijo lo que dijo a Bertin Osborne sin saber nada de Venezuela,
pero sabiendo que va a llegar a su casa, a la hora que sea, tranquila, segura,
que al día siguiente por más dura que sea la vida podrá levantarse y su país
seguirá igual en términos generales. Es más, hasta le viene bien la publicidad,
pero nadie la va a perseguir, ni la va investigar, ni la va a humillar. En
Venezuela muchos periodistas como usted por menos han perdido su trabajo, o
tenido que aceptar entre mantenerlo callados o defender su dignidad. Otros han
sido citados por organismos del estado, sin acceso a sus expedientes, sin
abogados, ni garantías. Usted se levantará mañana en España y alguien limpiará
la calle. En la farmacia habrá medicinas y comida en el mercado. Repuestos para
su auto si es que lo tiene. Si usted se enferma, sea de gravedad o algo
sencillo, tendrá a cierto alcance lo necesario para curarse. Con mayor o menor
dificultad, eso es otro tema, pero lo tiene. No tendrá que llegar a una
farmacia para que le digan, lo sentimos Beatriz, aguante su dolor porque ese
analgésico no lo hay. O disculpe, pero no se le puede hacer la biopsia porque
no hay reactivo. Yo le aseguro que mientras usted lee esto no tiene que
preguntarse dónde están sus familiares, ni sus amigos, ni temer por si llegaron
con bien a un destino. Si los robaron o
los secuestraron como pasa tantas veces en nuestras ciudades. Le
aseguro que más de una vez habrá contestado su teléfono portátil en la calle
sin temor a que alguien se lo arranque, aunque haya tenido encuentros
desafortunados con el hampa, como sucede en todos lados.
Todas esas garantías son producto de la democracia.
Imperfecta, tal vez. Mejorable, tal vez. Pero ese es el sistema que le permite
a usted pararse en televisión y defender a ultranza a alguien a quien
obviamente no ha escuchado del todo, y con una subjetividad que espanta a
quienes hemos vivido las consecuencias de la pasión a capa y espada en
política. Porque señora, si hay algo que uno tiene que entender es que todo
político comete errores y que no se pueden defender todas las ideas de un
líder. ¿Cuántas veces más tiene que suceder esto en la historia para que las
personas lo entendamos? Que usted cante una equivocación de un político
fortalece una sociedad, no la debilita.
Por último, quiero decirle que si cuando habla de democracia
usted se refiere al sistema de votación venezolano, lamento decirle que
entonces la educación le falló. Porque en primer lugar sugerir que democracia
es sólo un sistema de votación es no haber estudiado, ni entendido el concepto.
Segundo, ¿cómo cree usted que hacen los totalitarismos modernos para mantener
sus sistemas? Empiezan por manipular y alterar los procesos electorales. De
hecho, el primer poder que controló el gobierno bolivariano fue el electoral.
Hay mil ejemplos en torno a este hecho en Venezuela, como que en las últimas
elecciones por cada minuto al aire del candidato opositor había horas de
propaganda del gobierno, o todas las técnicas intimidatorias como las máquinas “captahuella”,
que están diseñadas para convencer a la gente de que su voto no es secreto y si
votan en contra pierden beneficios gubernamentales. Así será, que mientras en
Colombia por ejemplo, con voto manual a las cinco de la tarde ya había un
ganador, en Venezuela con voto automatizado los resultados se dan de madrugada.
Y eso que no hemos hablado de la criminalización de la
protesta. De las torturas. De las violaciones a los derechos humanos. De las
numerosas comunicaciones de parte de voceros del gobierno mandando a aniquilar
opositores, de una forma u otra y sí señora, gente perdió la vida por esos
comunicados. Si busca en internet verá nombres y tendrá aún más historias.
Si el señor Pablo Iglesias quiere alabar al gobierno
bolivariano está en su derecho. No seré yo quien venga a callar a nadie. Lo que
si le pido a usted, es que si lo van a hacer, sepan lo que están haciendo, a
quién están defiendo y que ciertas afirmaciones resultan humillantes para un
grupo de personas que a diario sufrimos los atropellos de esta dictadura,
porque esto es lo que es. Las cosas por su nombre aunque les duela. No mande a
leer libros que no ha leído, sobre sistemas que no ha visto y que no entiende.
No mande a callar a alguien que ha visto de cerca nuestra tragedia, para
defenderla a partir de un término o un aspecto técnico o de una desviación de
un concepto tan importante y tan amplio como es la democracia.
No lo haga Beatriz porque tal vez usted en la comodidad de
su vida de primer mundo pensará que una tragedia como la nuestra no le puede
pasar a un país como el suyo, pero nosotros en el ´98 pensábamos lo mismo. Así
que asuma su responsabilidad, defienda sus ideas, pero no regale su libertad de pensamiento a
cambio de ganar un argumento, puede terminar perdiendo mucho más de lo que
imaginaba, o incluso todo, como nos pasó a los venezolanos.
Comentarios
Un abrazo blogosférico.
Un saludo, con todo mi respeto.