Niños y Televisión
A mi hija mayor no le gustó la televisión hasta casi los dos
años y medio. Siempre fue muy activa y la pasividad de sentarse a ver el
televisor no la cautivó hasta esa edad, cuando por fin descubrió lo que era
dejarse llevar por las imágenes y ver la historia desarrollarse frente a ella.
Hay cosas muy buenas en la televisión. Descubrimos juntas
todos estos canales destinados a niños. Algunos programas no sólo están bien
diseñados, sino que es un placer verlos. Otros, son tontos, tienen mensajes tan
moralizantes y buenos y subestiman tanto a los niños que me provoca patear el
televisor. Esos no me importan tanto. Mis hijos no los ven porque no les
interesan y yo les respeto su decisión. Tienen la libertad de cambiar de canal.
Sin embargo hay algunos que sí les llaman la atención y que yo los veo y
francamente no los puedo soportar.
Son tontos. Agresivos. Las historias están llenas de tópicos
que lo único que logran es afianzar una cantidad de estereotipos que lo que han
hecho es dañar el mundo. Me doy cuenta que cuando por alguna razón mi hija ve
esos canales, o ve televisión por mucho tiempo, su comportamiento se ve
afectado. Contesta. Se pone inquieta. Más contestataria de lo que ya es por
naturaleza.
Me impresiona a veces el magnetismo de la televisión y lo
que atrae a los niños. Lo peligrosa que puede llegar a ser si los padres no nos
damos cuenta. Pueden pasar horas y a veces uno por comodidad deja que pasen.
Porque es más sencillo que no moleste, esté tranquilo, no ensucie, no invente y
esté sentado viendo algo que creemos que es bueno porque pertenece a Disney. En
el fondo son mensajes positivos. Eso pensamos.
En estos días quité la televisión justamente por el mal
comportamiento. Además lo hice un día crítico. El domingo. Generalmente los
domingos los dejo ver televisión porque estamos al menos parte del día en la
casa. Es más fácil. Puedo hacer desayuno con calma, a veces incluso, logro leer
algo más de dos páginas en vez de estar encima de ellos intentando
inventar algo para no aburrirnos dentro o fuera de la casa.
Cuando impuse la sanción, sinceramente pensé que no lo iba a
lograr. Sabía que me había metido en aprietos, pues peor que la televisión
sería retractarme de la sanción. No me que quedó más remedio que hundirme con
mi barco. Es más, mi hija, desde que se levantó me dijo, sé que hoy no hay televisión. Así que las dos lo
asumimos, el pequeño aunque no tenía por qué sufrir las consecuencias también
se vio afectado. Una mañana sin pantallas en la casa.
Rompecabezas. Juegos. Cocina. Ratos de juego juntos. Ratos
por separados. Le pusimos las pilas a los juguetes que las tenían gastadas.
Sacamos el tren. Sacamos el lego. Leímos cuentos. Usamos una arena muy
divertida. Regamos la planta que sembramos juntos. Abrimos un juguete que estaba
en la caja, un piano, y ellos decidieron formar una banda. Cantamos. Luego
jugaron un rato solos. Cada quien con sus muñecos. Pelearon. Volvieron a mí.
Sacamos un pequeño juego de pesca que ahora es la fijación de mi hijo pequeño.
Hasta que sin darnos cuenta uno estaba agotado, era la hora de la siesta y
dentro de poco la de salir a hacer algo al aire libre.
El comportamiento cambió de inmediato. No. No es una
exageración. De verdad la televisión, la pasividad y la agresión de ciertas
imágenes hace un daño. El tema no es sólo, “condenar la violencia en los
programas de televisión”, echarle la culpa a los canales y las operadoras de
cable y demonizar le televisión. Creo que hay que preguntarnos qué papel
jugamos en todo esto. Cómo y para qué somos padres. No existe una fórmula y no
todos tenemos ni el tiempo, ni la paciencia para sentarnos horas con ellos. A
veces todos necesitamos un descanso. Pero sí creo que nos toca revisar las
opciones. Escoger los programas. Porque hay maravillas. Hay cosas sobre
naturaleza y hay películas que son obras de arte. Incluso las comiquitas
viejas, La Pantera Rosa y Tom & Jerry, que tal vez tengan uno que otro
episodio que no vaya con lo políticamente correcto que es el mundo hoy en día,
pero que es mucho más ligero que algunos programas de un canal como Disney XD,
una de las peores cosas que he visto jamás.
No es fácil. Sé que en un futuro me voy a enfrentar a la
realidad de tener que censurar de una forma más directa. Claro, que no por eso
tendré que hacerlo de frente y sin inteligencia. Sólo quiero que mis hijos
tengan otras opciones, otras oportunidades, después de todo, educarlos es un
esfuerzo tan grande, que a veces da dolor ver como la sociedad trabaja en
contra de nosotros y como esto es un trabajo de remar contracorriente.
Pienso en los valores que quiero inculcarles y en la clase
de personas que quiero que sean, pero sobre todo en la mamá que quiero ser. Más
días soy la que no quiero ser, pero voy a seguir intentándolo. Espero al menos
que busquen su identidad y su desarrollo más allá de una pantalla de televisión
que lo único que hace es vender imágenes que distorsionan la realidad. Es ahí
cuando viene el problema cuando deja de ser esparcimiento y entretenimiento y
pasa a ser sustituto de otras actividades. En todo caso, incluso para esos
momentos, programas buenos también los hay, sólo hay que buscarlos.
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