Este ardor en la boca del estómago


Este ardor en la boca del estómago. Este saber que estoy tan cerca de tantas cosas y no saber cómo dar los últimos pasos. El agua en calma aparente en la superficie, mientras que en la profundidad la resaca te lleva. Te jala. Te obliga. El ruido de viejos deseos dormidos, el eco de anhelos pasados mezclado con la voz clara e inteligible de las convicciones. Levantarte por la mañana y verte al espejo como si fueras tu propio profeta. La verdad, no en el lugar más evidente, sino escondida detrás de las pupilas. Pero ahí. Latente. El destino dibujado en los rasgos de las letras que conforman las palabras que escribo.

Pasan las horas entre papeles marcados con tinta azul. Entre acontecimientos que son ajenos a mí, pero cambian mi vida. Escucho el rumor de los giros de otro destino que presentía pero cuya llegada se siente inesperada. Son los gritos de la nación que aúlla, para librarse o dormirse para siempre. No puedo evitar sentir la estafa. La estafa del presente que ha enturbiado nuestros caminos por obligarnos a vivir esto. Una vez más la vida pone obstáculos que hacen muy complejo que uno se mantenga en su camino. Uno siente el llamado de la calle, de la justicia, la necesidad de cumplir con un misión mayor. A la vez, está la vida propia, las manos, la voz que ansía cumplir su cometido, su propósito.

Cada mañana mientras sale el sol se ensancha la melancolía mientras los sueños intentan no dormirse. ¿A dónde voy? Allá. A aquel lugar donde libero el sonido de mi voz. A la paz. A la libertad. A otro momento. Elevación. Trascendencia. Superación. Aquel lugar donde me espera esa mirada que es espejo y que es ventana. Esas manos que entrelazadas en las mías son las manos del mundo. Esa respiración que es vida. Ese pecho presto para el consuelo. Ese eco de unos pasos que al alejarse un tiempo son una esperanza de retorno. Una compañía fantasmagórica, pero como todo fantasma omnipresente. Esa complicidad que juega a alimentar la soledad necesaria para hacer camino y llegar a ser quien soy. Quien ya soy.


Presentimientos y visiones. Certezas. Convicciones. Yo misma soy el motor del mundo que he creado. Entre premoniciones del advenimiento de aquello que siempre quise está el miedo de dejar atrás tantas cosas que he querido. Incluso esta vieja yo, que deja de lado pasiones e inseguridades para abrir las alas y volar.


La libertad es el bien más grande. Nadie dijo que obtenerla no tiene un precio. La libertad es lo mejor que tenemos. Es lo único que tenemos. Nadie dijo que ser libre es fácil. Para ser libre hay que ser valiente.

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