Por qué esta vez es distinto
Por primera vez
desde diciembre de 1998, pasa una elección presidencial y yo no siento que el
mundo se acabado. Después de cada victoria chavista no podía escuchar mucho
tiempo el discurso del balcón del pueblo. Por más que a veces la victoria
aplacara un poco los ánimos combatientes del líder y este tomara un discurso
más conciliador. No me sentía incluida. No me sentía en casa. Me acostaba
pensando si realmente este era mí país, o si la cigüeña había tenido un simple
error de mapas el día que yo nací. Sentía que esto no era mío, que el discurso
no era para mí, que el presidente no me tomaba en cuenta, ni le importaba, un
ciudadano no ciudadano.
Lo más fuerte de
estos catorce años ha sido el tener que acostumbrarnos a vivir desde el miedo.
Hemos adoptado el miedo como el sentimiento que rige todas nuestras acciones.
Poco a poco hemos comenzando a temer por todo, hasta por cosas tan básicas como
si podremos ir al mercado y conseguir lo necesario para manejarnos el día a día
en nuestras casas. Además está el miedo a perder la vida, en manos de otro que
por distintas razones no la respeta, en total impunidad. Miedo a las
autoridades que uno nunca sabe cómo van a actuar, ni bajo el imperio de qué
instrumento, puede ser la ley o el capricho, todo depende. Miedo a perder el
trabajo. Miedo a emprender un proyecto propio. Miedo a hablar con la gente
porque no sabes quién te está oyendo. Miedo a la pérdida de valores. Miedo a
exigir derechos de cualquier tipo. Miedo a tomar posición. Miedo a la pérdida
de valores. Miedo. Miedo. Miedo por todos lados.
Miedo a perder lo
que tenemos y peor todavía, miedo a no poder construir lo que soñamos.
Durante catorce
años, a excepción de dos elecciones, cada vez que terminaba un proceso
electoral el miedo bajaba como a caudales. Miedo además mezclado con impotencia
y rabia.
Por primera vez
yo no siento eso. La sensación es muy distinta. Porque anoche el que se dice
ganador no ganó. Y por más que lo dijo,
en algo que no pareció un discurso de alguien que le habla a la masa que lo eligió,
sino más bien a un grupo de gente al que le ruega que traten de aguantarse de
una media verdad, sus palabras no sonaron creíbles.
Por primera vez
en catorce se dice a viva voz lo que por tanto tiempo hemos querido escuchar:
que no vamos a aguantar más abusos de poder. Y es importante señalar, que no es
el primero en decirlo, que ya varios líderes como María Corina Machado se lo venían
pidiendo a la Mesa de la Unidad, basta de seguir de rodillas, basta de aceptar
todo lo que nos imponen. Aquí lo que tiene que prevalecer es la verdad. Y eso
para mí vale más que cualquier boletín anunciando incluso lo que yo quería
escuchar. Porque la verdad es que hasta incluso de eso hemos podido desconfiar.
Aún con todo el
ventajismo, del fraude, que no es nada más cambiar el resultado, fraude es
sencillamente irrespetar la ley, y creo que no hubo un solo día de campaña en
que el candidato oficialista no violentara la normativa electoral, comenzando
porque no se separó de su cargo. Aún con la presión, el abuso de poder, el
hecho de que el chavismo estaba de luto, en un momento en que emocionalmente lo
que buscaría era mantener la conexión con su líder, por más que el candidato nombró
a Chávez, una, diez, cien, más de mil veces, usó su foto, su voz, su imagen,
por más que se utilizó el chantaje emocional, y se presionó a todo nivel, desde
a quienes participan en una misión, hasta quienes tienen negocios con el
gobierno, por más que llamaron y amenazaron, por más que ayer se violentó la
norma con el voto asistido, con motorizados dando vueltas, con un Plan
República con órdenes de no dejar mucha gente en las auditorías, a pesar de
controlar todas las instituciones no se logró una victoria contundente.
Hoy por primera
vez amanecimos con un sentimiento distinto. El país realmente no compra el
proyecto oficialista. Tal vez sea triste, y la parte de negativa de eso nos ha
costado muy caro, pero creían en la utopía de un hombre. Un hombre que ya no
está.
Es el momento de
la firmeza. De defender no sólo nuestros votos, sino nuestro país, ese país en el que caben todos. Venezuela cambió. Y sí.
El poder todavía se niega a reconocer quien ganó, pero todo el mundo sabe quién
perdió. Para el régimen una derrota maquillada no es otra cosa que el comienzo
del fin, y como dijo ayer Henrique Capriles, es un tema de esperar a que escojan
por qué puerta van a salir.
Comentarios