De vuelta: Que sigan las historias. Que siga el blog.
Durante las últimas semanas estuve dando vueltas a varias
ideas. Entre ellas dejar el blog. Sí. Dejar el blog. La verdad es que todo en
la vida tiene altos y bajos. Y debo decir, después de que me descarrilé hace unos años y perdí la vida he dado muchos tumbos. Dicho sea de paso,
y que lo digan las madres que me leen, es jodidamente complicado ser mamá y
mantener el resto de tu vida. Más con las presiones de hoy, que dicho sea de
paso son material para otro post. Este mundo está tan perfecto. Todo es tan
photoshop que uno a veces si no es la versión carátula de revista de la vida
que quiere vivir sientes que ya nada es viable y que has fracasado.
Es
jodidamente difícil dedicarse a escribir. Todos los días me pregunto si esta
habrá sido la decisión correcta. Y durante mucho tiempo, y debo confesar que
fue una de las razones por las que abrí el blog, quería que alguien más me lo
dijera. Como si fuese un título o un permiso. No sé si es que me estoy poniendo vieja. Si es que evolucionado o
trascendido. Pero hoy en día me digo, ¿qué coño importa?
Obviamente me fascina
que me lean. Y me encanta que tú, que ya llevas dos párrafos de mis loqueras te
sientas atraído por estar aquí y quieras de alguna manera formar parte de mi vida. Esta vida que
es una parte reality show, una parte novela mexicana, otra parte película
independiente, una última parte novela de Jane Austen. Pero lo cierto
es que lo que importa es que cuando yo me siento a escribir en
este escritorio desordenado con la impresora barata, los audífonos sobre la
mesa al lado del mouse, la tercera taza de café ya vacía, la botella de agua a
menos de la mitad, el materito en el que guardo los lápices, el kindle sobre
una torre de papeles entre las que están unos récipes médicos y unos dibujos de
mis hijos, el teléfono de la casa que nadie usa para llamarme salvo mi mamá y
el banco, es el momento en que me siento plena y feliz. Mil, dos mil palabras o
más al día. Ya soy feliz. Incluso cada vez me hace falta más. Y por primera vez
siento, de verdad y del fondo de mi corazón siento que lo que estoy escribiendo
es bueno, y no sólo tengo ganas de seguir escribiéndolo, tengo ganas de que lo
lean, porque sé que les va a gustar, porque si me ha resultado tan emocionante
contar la historia creo que también lo será leerla.
Confieso
que en un primer momento la protagonista se iba a llamar Manuela Zárate. He ahí
parte del cuento. Pero lo cierto es que ahora todo lo que sucede, sucede en un mundo ficticio, y
no se llama Manuela Zárate. Tiene otro nombre. Otra vida. Es todo un universo
que incluso yo pienso paralelo. Y creo que ese ha sido el mejor momento del
proceso de escribir. El momento en que lo que estás haciendo tal vez te refleja
a ti, las cosas que vives, que piensas, que sientes y quieres decir, pero a la
vez es un mundo distinto. El momento en que dices, me hubiera encantado vivir
eso que X vivió o yo jamás haría lo que X hizo, o tendría las bolas de hacerlo.
Y esa X no es Manuela Zárate. Es otra persona.
Pero
además de eso confieso que le monté cachos a este blog un tiempo. Nada. Ni lo
voy a comentar. Estuve tratando de armar otra cosa. Pero yo sí creo que en la
parábola del hijo pródigo. Han sido varios años de este blog. Tiene vida
propia. Tiene un ambiente. No lo quiero dejar. No descarto que más adelante
siga con los otros blogs. Sobre todo porque me gustaría hacer alguno dedicado
sólo a literatura. Pero la verdad es que la vida ahorita la tengo bien
complicada y creo que me es más fácil compilarlo todo en uno solo.
Quiero
hablar más de música por ejemplo, y de lo que ha sido una experiencia que yo
llamo: Educación musical. Quiero hablar
más de libros y compartir con más profundidad mi pasión por promover la lectura,
porque tal vez mi faceta más importante y más constante es la de lectora.
Y
hablando de constancia debo decir, pocas cosas me han durado en la vida. Yo he
probado de todo. He hecho de todo. He iniciado muchísimos caminos. Y sí, no soy
de las personas que se caracterizan por terminar lo que empiezan, si creo que no
valen la pena o que han perdido el sentido. Puede ser un defecto y seguramente
lo es, pero también es una virtud. Sobre todo para alguien que quiere escribir,
porque me ha dado la oportunidad de probarme muchos zapatos, y de imaginar
distintas posibilidades. Creo que para escribir uno tiene que aprender a vivir
con distintas personalidades, para luego irlas plasmando. Irte metiendo en esas
otras pieles. Creo que ahí está el reto más grande.
En
todo caso estamos de regreso. Que sigan las historias. Que sigan los libros.
Que siga la música. Que siga el blog. Que siga la vida.
Comentarios
Por aquí disfrutamos mucho (y estamos agradecidos por) el entretenimiento gratis.
Gracias por volver!!
Abrazos,
Ari =)