¿Has visto Candy Candy?
Hay preguntas que cuando nos las hacen despiertan un mounstruo dentro de uno. No. No me refiero al cuestionario de abajo. Aunque quién sabe qué monstruos desperté en www.manuelaeslajodedora.com. Lo cierto es que hace unos segundos un amigo me pregunta por chat:
- ¿Has visto Candy Candy?
A lo que yo me quedo así como si me hubieran preguntado que si tengo lolas. No puedo sino contestar:
- ¿Qué si he visto Candy Candy? – Acto seguido empiezo a chatear, sin poder parar. A mil por hora los renglones de “En mi ventana veo brillar.” Una de las dos canciones más famosas de toda la historia de la música y la televisión. ¡Exagero? Aunque U2 se arreche, no.
Esa es una de las dos canciones que han marcado la vida de todo imbécil nacido entre 1977 y 1985 grosso modo. Los temas principales de Candy – Candy.
Las mujeres y muchos hombres de nuestra generación, son lo que son por Candy Candy. Esa mujer es la mujer más grande. Es que si fuera de carne y hueso debería ser Miss Universo y después ser presidente de varios países. Porque Candy, con esa carita llena de pecas y esos ojos que lloraban por la cosa más pendeja, que decía en un irreparable acento argentino “¡Me dijo Tarzán Pecosa!” cada vez que alguien le hacía algo. Esa mujer era una dura, una bicha, una arpía de las peores.
La mujer es el clásico desastre que sale de un colegio de monjas. A pesar que la Hermana María era tan de pinga que yo quería ser monja. La tipa es enamoradiza que deja a Estefanía de Mónaco como una pobre bolsa. Además se los tusea a toditos. Y a toditos los vuelve locos. Dígame Archie ¡por Dios! Y Terry. Terry, ese amor confesado y prohibido por las monjas. Y Anthony. Las escenas de Candy recordando la muerte de Anthony en el caballo. Es por eso es que tenemos la cabeza mal. Por eso las mujeres de 30 están hechas mierda con el amor. Es más, la culpa de la cantidad de divorcios que hay la tiene Candy. Esa serie se debería llamar: La que se le escapó al Vaticano.
Dígame como decía:
- ¡AAaaaannntthooonyyyy! O -¡Taaaarrrrryyyyy! – (para llamar a Terry).
Lo decía en una forma que tiene que haber afectado la vida sexual de más de uno. Que adolescente no se desmorona por completo por eso. Es que la mujer que hace la voz de Candy, que no sé quién será, tiene que ser una actriz porno. Mínimo tener su línea 0900 COITO.
Los escritores de esa vaina eran unos genios. Hay que recordar que Terry mandó a la mierda a Candy porque la actriz aquella, al perder la pierna, lo presionó. Eso era lo que veíamos. Albert. Nada más ni nada menos que el Príncipe de la Colina, el bisabuelo Williams, el protector de la mujer. No vale. Demasiado. ¿Cuánto rollo de relaciones interpersonales no habrá generado esta serie? Es que el emblema del Colegio Nacional de Psiquiatría debería ser Candy Candy.
De verdad que tenía años que no pensaba en Candy. En “si te sientes sólo recurre a mí. Te estaré esperando aquí.” La verdad es que Candy Candy fue una etapa de la vida. Yo llegaba del colegio a toda mecha para poner el canal dos y no perderme mi culebra favorita. Y lo genial de Candy es que no me decían nada, porque como era un dibujo animado, a mi mamá jamás se le ocurrió ver de qué coño iba la historia. De haber sabido hubiera preferido que me pegara completa algo como Mi Amada Beatriz. Aunque al final, yo novelas vi lo que me dio la gana. Y fui bastante farandulera, hasta el punto que el amor de vida llegó a ser Jaime Araque. Coño. Sí. Lastimosamente cierto.
Deberíamos crear un grupo en honor a Candy. Esa gente debería llevarse el Oscar, el Pulizter, el que sea. Marcaron a una generación completa.
Yo estoy, que si pudiera tener un mapache de mascota, no lo dudaba. Es más, mi próximo perro se llama Clin.
De verdad, cuántas veces no tuvo uno un día memorable y cuando fue a echar el cuento dijo: El capítulo de hoy se titula... Eran las palabras más sabrosas. Y las letras en chino.
Pana, como la extraño.
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