¿Noche de Paz. Noche de Amor?



Foto Cortesía de Manuela Zárate jodida tratando de salir de un centro comercial en pleno diciembre

Yo sé que hay gente que se pone toda rosada y alegre apenas empieza a sonar (generalmente a mediados de Octubre, y algún día será en Agosto, ¡Por Dios!) por la radio "Cuando voy a Maracaibo y empiezo a pasar el puente"…. Es esa gente como mi mamá. Que tiene seis cajas en el sótano que dicen Adornos de Navidad. Que guinda bichitos que suenan en las puertas. Que tienen una media de navidad con su nombre, que además nunca llenan (¿Qué coño se pone en una media de navidad?). Que tiene un puto arbolito, que tiene más luces que un partido de baseball. Es esa gente que el primero de diciembre le empieza a decir a todo el mundo: ¡Feliz Navidad! Y se viste de rojo y verde, o verde y blanco y si tienes puesto algo dorado te dice: "Aaaaayyyy, estás celebrando la navidad." Es la típica gente que mientras hace pipí canta "corre caballito, vamos a Belén" y que no puede tener ningún tipo de evento en el que se reúnan tres o más personas porque dice: "Ay. Ya sé. ¡Vamos a jugar al amigo secreto!"

Después está la gente como uno. Y a uno lo llaman Grinch. Yo no sé si soy Grinch. Pero confieso que últimamente se me ha incrustado la navidad.

Yo no fui siempre así. Yo antes me tripeaba aquello de "Si la Virgen fuera Andina, etc." Es más, recuerdo que disfrazábamos a mi cuñando de Santa para que le llegara de sorpresa a mis sobrinitos. Esa era la mejor parte. Empezando por lo cómico que era verlo a él, que es guerrero para algunas cosas, pero no para enfrentarse con malos olores y cosas sucias, meterse en unos pantalones que olían a mapurite por pasar guardados el año entero. Era de verdad, como meterse en la ropa de un borrachito de la calle. Sin mencionar que las barbas de Santa, porque el disfraz era profesional, olían a saliva seca, cosa que después del cadáver es el peor olor sobre la tierra. Su cara era un poema. Además le hacíamos cachetes con algodón. Le metíamos almohadas para que se viera gordo y mis hermanas y yo lo empujábamos de un lado al otro, gozando un puyero viéndolo sufrir. Claro que lo mejor lo guardábamos para el final: el maquillaje. Nos fajábamos a ponerle polvo y colorete, mientras él decía: "¡Ya vale, yaaaa!" Y nosotras: "No cónchale, te van a reconocer." Y así, por un ratico teníamos de nuevo una muñeca.

Pero había otras tradiciones. Había patinatas. Estaba la cruz del Avila. Las hallacas. En mi casa siempre había una con un lacito rojo para mí, porque yo me como el guiso y más nada. Después estaban las galletas y polvorosas que traía mi papá del trabajo o que mi mamá compraba en bazares. Yo amaba eso de la navidad. La carta que le ponías a Santa junto con tus zapatos. Yo siempre pedía algo como un perro, y nunca entendía por qué coño no me lo traía. El Niño Jesús traía las cosas y no daba muchas explicaciones. Eso faltaba el 25 de diciembre, que al menos te explicara qué había pasado. Eso sí, siempre hubo muchos regalos y siempre mis papás me decían: "Tú como que te portaste muy bien. Ese Niño Jesús se portó buenísimo."

En fin. Pero ahora, no sé si es la edad. Si es que ya uno pierde la ilusión y como dice la película El Club de los 5 (The Breakfast Club) "when you grow up, your heart dies" (cuando creces tu corazón muere), pero para mí diciembre es una tortura China. Ha perdido la magia.

Uno va a un centro comercial y antes tiene que arrodillarse y pedir perdón al Dios Católico, al de los judíos, a Mahoma y Allah, a Buda, a Laotse y a lo que sea por todas aquellas fallas que haya cometido, porque lo que le espera es cielo, infierno y purgatorio todo mezclado. Una cola para entrar. Una súplica para conseguir puesto. Un milagro para conseguir un regalo. Magia para que sea algo que represente y que no suba de los 200 Bs F, y después una cola infernal para pagar, porque los puntos están colapsados y las tarjetas al tope, y no pasan. Y además hay que pedir perdón porque la gente que atiende en las tiendas lo trata a uno como un perro. Eso sin mencionar que hay que ofrecerle un sacrificio al Santo Tomás Patrón que-hoy-no-me-secuestre-un-ladrón.

Es horrible. La gente se pone agresiva, porque la cola está peor que nunca. La gente está de mal humor, porque todo se pone más caro, es más difícil conseguir las cosas y todos los días alguien nuevo inventa un plancito "tú sabes, para celebrar la navidad." Entonces si ya tenías todos tus regalitos comprados en Agosto. Te jodiste. Te sale ir a comprar algo, para el intercambio de última hora. Si vas a comer a un restorán, te jodiste, son puras mesas de 8, 12 y hasta 20 personas de una oficina celebrando la navidad. Te calas tu espera de 40 minutos que terminan siendo dos horas, y cuando pides, lo único que te dice el mesonero es: "No señora. Se nos terminó." Entonces todo el mundo bebe de la cuenta. No hay navidad sin al menos una pea. Hay gente que lo hace en la fiesta de la oficina. Otro que pone el papelón el 31 y empieza el año vomitando. Pero no hay navidad sin rasca. Ni sin pleito familiar.

Porque esa es otra. Las familias empiezan. Que si a mi hermana no le va a gustar la chaqueta que le compraste. Que si no invites a la Tía Raquel Mosquera porque ella el año pasado no le trajo regalo a la abuela, y ahora que se joda. Que si por qué tenemos que hacer la fiesta en tu casa, si tu vives tan lejos. Qué por qué nadie ofrece su casa y siempre soy yo la pendeja que tiene que terminar cocinando, limpiando y arreglando para todo el mundo. La típica "Este año ¡YO NO HAGO HALLACAS! No mi amor. Mucho trabajo. ¿Para qué? Para que me digan que las de la sra. no se quien que las vende están mejores". Todo para después regañarte, "¿Por qué coño compraste hallacas si sabes que yo siempre hago?" Y la favorita: "¿Qué te gastaste cuánto en esa vaina?"

Además, como eres mayor de 30, ahora te regalan torta de navidad. Una vaina marrón que adentro tiene peloticas verdes y amarillas. Coño, el resto del año algo así en una torta significa que está podrida. En navidad, es rico y te lo regalan.

Todo el mundo está esperando "el aguinaldo. Usted sabes cómo es…" El tipo que te echa gasolina. El Taxi. El carnicero. El que te lleva las bolsas de supermercado al carro. La secretaria del pediatra. La maestra del chamo. La secretaria del veterinario. El que barre la acera enfrente de tu casa. La peluquera. La que te hace las manos. La que te depila. El pollero. El del camión de pescado. El de la panadería donde siempre tomas café. El güachiman que cuida los carros en cualquier lugar donde vayas. Hasta la secretaria del veterinario está esperando el regalito. Y si eres pichirre, el año que viene, ni te aparezcar por ahí. Te sale cafecito con ecupitajo.
La glotonería por las cosas es algo que no tiene fin. Regalos. Regalos y más regalos. Y una pendeja que se cae a coñazos comprando, gastandose lo que ahorró durante el año, envolviendo, haciendo lazos, escribiendo Para: Fulano. De: Esta Guevona. Todo para que al final: aaay, esa no era mi talla.

Había una canción que decía "Noche de Paz, Noche de Amor" o algo así. Alguien me puede recordar ¿Por qué era?

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
me sabe a bola todo esto? como van la novela y scanone??
Ira Vergani ha dicho que…
Te entiendo perfectamente PERO la Navidad o el approach hacia la Navidad cambia con los chamos...por lo que he leido en tu blog tu chama es aún pequeña pero estoy segura que cuando tengas unos añitos más seguiras harta de la cola, de los regalos forzados, de la gastadera, etc pero disfrutarás y sentirás la magia que hoy puedes identificar en tu mamá y en todos esos locos que cantan aguinaldos! Feliz Navida Grinch...acuerdate que hasta él cruzó la talanquera :)
Clara Machado ha dicho que…
Gracias Esencialmente. Seguramente así será. Ellos logran en uno lo que más nada... Feliz Navidad a ti también.
Anónimo, como puse en el post anterior, vamos bien. Ya estamos avanzando y creo que para la próxima semana hago mi primera receta!

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