Fiebre de Millennium


Estos libros son como una especie de Tsunami que va creciendo y se va levantando hasta que poco a poco la ola le cae a uno encima y ya no hay nada más que hacer. Estás ahogado. Estás completamente sumergido y lo único que puedes hacer es nadar entre las páginas para llegar al final y volver a respirar.
Mientras escribo sólo puedo pensar que pierdo preciosos minutos que puedo estar dedicando a enterarme qué pasa al final del libro 2, a ver cómo Larsson articula el desenlace de una historia protagonizada por una heroína que no puede ser mejor. Lisbeth Salander es todo aquello que yo quiero ser. Es una especie de Super Girl pero sin la ridícula faldita azul, ni las horrendas botas rojas. Es una especie de vampiresa sin colmillos. Es Hulk sin ponerse verde. Es Rambo sin la sobredosis de esteroides. Es Terminator sin el acento insoportable de Arnold Schwarzenegger. Lucha por la moral sin el velo de monja de María Von Trapp. Y lo mejor de todo, disfruta del sexo sin ser la puta de alguna historia de V.C. Andrews. Yo he leído buenos personajes, pero como este muy pocos. Salander se venga como nadie.
Mikael Blomkvist, su aliado, me lo imagino físicamente exacto a Steig Larsson. Es inteligente y a la vez ingenuo. Es un genio y a veces un pobre idiota. Es de esos tipos que están tan comprometidos con la moral, con el bien, es uno “de los buenos.” Blomkvist apela a todo lo bueno que uno tiene dentro como ser humano. Es de los que se horrorizan ante las catástrofes, de los que se asquean ante el crimen. Es magistral porque es como si le quitaras a Batman el carro y el porqueriero que carga en el cinturón y aún así el tipo no deja de ser un héroe. Es un hombre que consigue lo que busca, algo que en esta era de gratificación instantánea hemos olvidado cómo hacer.
Esta trilogía son las novelas de caballería del siglo XXI. Intrigas. Sangre. Muerte. Tristeza. Historias ocultas bajo el velo de los estereotipos. Todo narrado magistralmente. No es una prosa poética. No tomaré frases de este libro para anotarlas en mi cuaderno. No me despierta una nostalgia. No da en el nervio de viejas tristezas. No me abre una herida. Pero Larsson no me deja dormir, no me deja despertar sin estar abrazada a esta historia. A veces parece todo tan inverosímil y a la vez es tan real. No dejo de pensar en lo realmente lamentable que resulta que Larsson haya muerto dejando sólo estas 3 obras. Me hubiese gustado leer lo que tenía pensado para después.

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