Silencio en la sala que el Burro va a Hablar


El domingo fui a ver el Violinista Sobre el Tejado. Una belleza. De verdad que es un gusto ver cosas tan bien montadas en nuestro país. Fue casi perfecto. El único problema fueron las viejas que tenía sentada atrás. Las tipas comentaron toda la focking obra. No se callaron ni un minuto. Comentaron hasta el vestuario de los artistas. Claro, cada cierto tiempo es escuchaba un “¡SSSSHHHHHTTT!”desde la oscuridad, y entonces las viejas se callaban un rato. Después empezaban otra vez. Si el protagonista decía algo como “En esta aldea lo importante es la tradición!” Ellas decían: “¡Aaajjaaa! ¡Así es!”. Después se preguntaban cosas como: “¿Cuál de todas es las que está en el medio?” Pero lo peor. Lo peor fue cuando en una de esas, la vieja que más hablaba de todas empezó a cantar. Es decir no fuiste a escuchar al carajo que tenía la voz de canario de oro, no. Fuiste a escuchar a una vieja que ni en la regadera debería cantar. Por un momento pensé que se nos venían encima los corotos que están guindados del techo el Aula Magna, que ya sé que son de alguien famoso que ahorita no me viene a la mente y delato mi ignorancia sobre la arquitectura nacional. Pero la verdad que lo único que recuerdo es la vieja esa cantando y me amargo. Además se dio el tupé de revelar una de las partes claves de la historia. Empieza una escena y ella feliz suelta la primicia: “Ah, sí bueno ahorita vas a ver él tiene un sueño y…” Me desespera la gente que habla en el cine, que habla en el teatro, que le suena el celular, que piensa que todo el mundo está interesado en escuchar sus comentarios. En esos lugares lo único que uno debe escuchar es el ruido de los papelitos de los caramelos, es que hasta masticar hielo está prohibido. Por eso se comen cotufas, porque no hacen ruido. Vieja del coño. Qué amargue. Pero igual la obra fue una belleza. Es larga, pero uno ni cuenta se da. Chapeau a los productores.

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