Carta de amor 7

En la memoria te construyo como quiero. El momento exacto en que con el índice partiste mis labios. Hacia donde mirabas cuando dijiste aquellas palabras. Mi silencio. Mi respuesta. La forma en que articulé, declaré y tomé de tus manos las caricias que desde siempre me han pertenecido.

En la fantasía te creo, a mi imagen y semejanza. Me obecedes. Me sigues. Y yo me entrego. El ala rota y el ala sin freno. Te las obsequio. Como quien da la vida sin pensar en guardarse un último suspiro en soledad. Estás sujeto a los caprichos de mi imaginación desbordada. 

No tienes historia. Eres mi cuento. 

Las vueltas de mi corazón y sus repentinos cambios constantemente se baten a pulso con la realidad. 

No estás. Pero estás. Me perteneces aunque no quieras, porque cada vez que sueño, tu fantasma intenta intervenir y no puede. Porque cada vez que armo las escenas cargadas de deseo, de roces, de miradas, de la forma como trascendemos hacia el cielo que nos pertence, un espasmo retuerce tu corazón. Te agitas ante el dolor. Maldices la cadena. Sueltas bestias y monstruos y cubres de noche la claridad que despliega tus ojos. Niegas la atadura, mientras te entregas a un placer común pensando que allí está el antídoto contra mí. Crees que vuelas, pero vas a ras del suelo. Y yo arriba. Viéndote. Abierta al infinito. Poblándome de estrellas. Esperando. 

Piensas que algún día lograrás poseerme. 

Imposible. Yo soy tu creadora y el día que la fantasía se agote mi único mandamiento será tu destrucción. 

Para amar el cielo es preciso la distancia.

Para amar el cielo no puedes entrar en él.

Para poseer el cielo hay que estar dispuesto a dar la vida. 

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