Pesadilla 1
Esto es lo que no quiero escribir el día
de hoy.:
Vivo a las puertas del infierno.
Rayos de oscuridad que hacen temblar los cimientos de este
submundo.
Lugar donde la
tierra no es tierra. Ni el corazón es corazón. Ni las miradas son miradas.
El autómata. Ignorante de su mortalidad. Girando en su
absurdo. Perdido en su idioma entre fantasía y terror. Una felicidad fabricada.
Artificial. Exterior.
Muñecas de plástico corroídas por el calor del trópico.
Maquillaje derretido. Payasos de llanto.
Sonrisas congeladas.
Corazones marcados.
Encerrados.
Las miradas en el suelo.
Las manos en los bolsillos.
Todo en los bolsillos. El corazón. La consciencia. El futuro.
Todo vacío. La bolsa. La despensa. La mente. El futuro. El
alma.
El espíritu que tiembla por los escalofríos de su último
intento. Una última búsqueda de calor. Una canción desesperada de empatía.
El frío nos recorre. Las olas han ido rompiendo sobre
nosotros. Nos ha ido consumiendo el salitre. Nos hemos oxidado. Nos hemos ido
secando, pudriendo, partiendo, desmembrando. Blancos y secos el mundo nos hace
girar. Es sólo la Tierra bailando sobre su eje. Nosotros ya no tenemos puntos
cardinales. No tenemos verdades. Sólo recuerdos y temores. Sólo angustia y
vergüenza.
De lo que fuimos.
De lo que no somos.
De lo que, tal vez nunca, sabremos ser.
Estamos rotos. Deshilachados. Aquí una voz que grita. Allá
una que llora. Y cada quien piensa que su grito o su llanto es lo que debe sonar
más fuerte. Porque nadie sabe qué viene antes o que debe prevalecer, si la
rabia o la tristeza. Y ante la incertidumbre la ausencia. Física o espiritual.
Ya no hay dioses. Ni hay historia. Todos han ido mutando. No
hay sabiduría, ni perdón. No hay héroes. Ni hay banderas.
Y cada vez que llueve es una metáfora gastada.
Estamos muertos. Nadie nos llora. Ni el cielo. La lluvia no
depende de nosotros.
Dios se ha ido y el diablo ha claudicado y hasta el infierno está prohibido.
Esta tierra es de nadie.
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