Pájaro
Al
abrir la jaula verás al pájaro casi moribundo en el suelo. Sentirás de hecho la
muerte muy cerca.
Altiva.
Desafiante.
Lo tomarás con prisa y con gotas aguas sobre
su pico decolorado intentarás humedecer su lengua. Revivirlo. Recordándole que
nadie muere tan triste como el que muere captivo.
Mirarás
su ojo. Marrón profundo. Un ojo que ya no es una ventana. Es un hoyo de
soledad.
El
pájaro sentirá tus manos. Tu latido cerca. Casi tan cerca, que intentará
aferrarse a tus pulsaciones para sobrevivir.
Triste.
Batirá su pecho en tus manos. Está vivo. Pero está muerto. O casi muerto.
Desesperado
le abrirás las alas. Verás el lugar exacto en donde alguien las cortó. Verás
cicatrices y remiendos. Plumas falsas que en algún momento le indujeron a creer
que podía volar y que lo llevaron a esa caída fatal. A ese choque fulminante.
Volar
era un sueño.
Pero
si no hay cielo.
Poco
importa el sueño.
Ya
no hay sueño.
Lo único
que queda es esperar la muerte, o la metamorfosis.
Comentarios
Tu pájaro es completo. Lo recreo ilusionado por estar vivo, triste por estar cautivo, alegre porque se muere y ya no estará cautivo y triste porque se muere y ya no nos tendremos. Bellísimo tu escrito. RIP pájaro.