Día 3 - La Paranoia


 La Paranoia

No sé si antes te ha pasado. Pero es ese momento en el que tienes varias ideas de lo que podrías hacer con tu vida, y ninguna te suena plausible porque al final sólo hay una cosa que te da vueltas en la cabeza. Vueltas y vueltas y vueltas. Y el problema es que cuando uno le da demasiadas vueltas a algo en la cabeza, pierde toda la perspectiva, de pronto, de tantas vueltas el horizonte se invierte, y todo lo que estaba arriba, o debería estar arriba, desde el tope del Empire State Building, hasta la Osa Mayor, de pronto están un sótano. El sótano de tu mundo invertido e imaginario.

Y mi cabeza sigue. Y si….y si….y si….y generalmente los y si…van seguidos de imágenes de cataclismo y horror. ¿Cómo será el fin del mundo? ¿Qué tan blanca será la espuma de los caballos del apocalipsis? No sé. Pero comparada con las imágenes que dan vuelta en mi cabeza es cupcake.

Después viene el raciocinio. Con su voz queda. Arrinconado por ahí, en un lugar oscuro a donde lo relegaron las imágenes ficcionales del fin de todo, y empieza “ven acá. La vida no es así. Las cosas no funcionan así. Nada es ni tan horrible, ni tan definitivo como te lo pintas. Has visto demasiadas novelas. Tu concepción del mundo es demasiado blanco o negro. Hay matices de gris en todo. Todo es relativo y aunque las catástrofes existen naturales, económicas, sociales, amorosas, personales y frívolas, lo cierto es que, no creo que esta sea una de ellas. Paciencia.”

Sí. Tiene razón. Es que la paranoia, y su principal y peor síntoma, la proyección del horror, son las enfermedades más contagiosas sobre la faz de la tierra. Más que la que llevaba aquel mono en la película de Dustin Huffmann que mató a la mitad (o más) de Estados Unidos y por consiguiente del mundo, porque Estados Unidos es más de la mitad del mundo, el resto es monte y culebra, y no sirve sino para hacer cosas que provocan la debacle de la economía mundial. ¿No es así? No. No soy antigringa para nada. Yo me sé el himno nacional, y el juramento de fidelidad a la bandera, y la mitad de mis pensamientos son en inglés. Porque lets face it, eso es lo más probable que suceda cuando pasas tu adolescencia pelando bola en un internado gringo.

De hecho. En mi trabajo hay palabras metidas en la mitad en inglés. Lo siento. De verdad les pido perdón a los futuros, espero, (ok, ahí está la paranoia de nuevo. ¿Qué tal si no termino el trabajo? ¿Y si es una mierda? ¿Qué tal que publico esto y nadie lo lee? Hasta mi mamá se ladilla. O peor se arrecha. ¿Y si gusta? Y si termino como la película aquella que me contó mi amigo, que la ex del escritor se aparece en las primeras escenas, buscándolo para matarlo. Creo que algo así puede suceder. Aunque en realidad no hay personajes reales en la historia. Sólo uno. Uno que me voy a dar la libertad de poner, para que me diga, eres una marica Clara Machado. Y ya nada más con eso él debe saber, si es que ahorita tiene tiempo de leer esto, saber que es él. Pero él se va a reír y no se va a molestar. Es más se lo va a leer y se va a morir de la risa. Porque creo que da un poco de risa, ver la vida angustiosa de una protagonista que sabe de muchas cosas, pero que nunca ha sabido qué hacer con su vida. Paranoia. Paranoia. Paranoia a Little more). Les decía que mi trabajo tiene algunas palabras en inglés. Suelo hablar así, más no escribir demasiado así, me parece de mal gusto. Un poco antipático. Como esas páginas en francés de La Montaña Mágica, de la traducción de Edhasa, que no están traducidas al español. Bueno les faltó poner, durante estas 10 páginas, si no sabes francés…pues jódete. No estoy de acuerdo. Y más que esas páginas son importantísimas. Por cierto, hablando de La Montaña Mágica, me retrasé horrores, pero horrores en el maratón. Así que en estos días en vez de escribir este Diario de Manu Jones, escritora vagabunda, insegura y paranoica, me voy a tener que sentar a transcribir la novela, con una de esas nubecitas de diálogo en mi mente. ¿Sabes? Como las que salen en las comiquitas, pero en vez de diálogo va a estar la cara de mi catire, meneando de lado a lado, como diciendo, no entiendo qué coño estás haciendo. Yo sí.

Bueno. Si por fin esta novela llega al mar, y pasa a ser uno de esos libros en oferta porque nadie lo compró y editoriales y librerías lo quieren rematar y alguno de ustedes lo ve por casualidad y que, veeergaaaa, aaayyyy chica, el libro de la bloggera aquella que contó cómo lo escribía en París. ¿Será? Sí. Sí debe ser. Mira. Ay déjame llevármelo, así sea de recuerdo. (Paranoia. Paranoia once again). Entonces yo diré, que sabía perfectamente lo que estaba haciendo con lo de La Montaña Mágica y que lo que es más. Me ayudó. Y mucho.

Listos para comenzar el día 3. Como diría Mecano, el control en Tierra dice a Laika adiós….¡Y faaaaaaaaaaaaaaaaack! Se me quedaron los audífonos. Esto va a estar duro hoy.

Paranoia. Paranoia. Espera un rato. Y después nos vamos a tomar un trago juntas, mientras debato si no será una irresponsabilidad ignorar tus imágenes de desastre o  mejor entregarme a la filosofía de “lo único más difícil que cambiar el pasado, es predecir el futuro”.

PD y Note to Self.: Las chaquetas de bluejean no abrigan. Los vestidos demasiado cortos no son apropiados para las mamás de niños menores de cinco años. (No. No es pacatería, es que cuando te agachas a recoger, chupones, juguetes, galletas, cerrar coches, abrir coches, poner cobijas o sweaters, limpiar manos, lágrimas o dar compotas, o tercera galleta bajo amenaza de que es la última. Pareces el video oficial del reguetton que dice…estás en falda y se te ve toooo).

PD2: Me tocó ir a buscar los audífonos y dejé la compu a cargo del mesonero. Qué bolas. Qué bolas de verdad. La paranoia no sirve para lo que tiene que servir. 


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