Día 2




El sonido de la Mac al prenderse.  Es el día II de mi trabajo oficial. Yo pensé que era el dos de cuarenta y cinco, pero son mucho menos. Con suerte llego a treinta señores. Así que hay que ponerle los motores al ejercicio de escritura.

Perdón mundo. No puedo Twittear estos días. No puedo casi Facebookear. No voy a instagramear, y a mis amigos acostumbrados a mis divagaciones vía Messenger del Blackberry, lo siento. Esa broma aquí sale muy caro y no tengo tiempo. Demasiado trabajo. Demasiadas cosas que hacer. Incluso está cancelado el hablar con los vecinos de mesa del café. Siempre hay alguien con vocación de periodista que pierde la curiosidad y decide que te va a hablar y te va a preguntar a lo niño de dos años, ¿qué estás haciendo?

Paréntesis, creo que me acaban de gritar algo desde un camión. Pero no escucho bien con los audífonos, así que los veo con cara de: eres un motorizado feo y sigo. No. No era conmigo. Los camioneros estacionaron el camión y entraron. Abrazaron a mi amigo de la barra. Sí. Ya me reconoció. Así que estuviste aquí hace dos años y después nos olvidaste. Y si le cuento que mis intenciones eran irme a otro café, porque yo parezco super social, pero en el fondo no lo soy. Siempre termino siendo lo que menos aparento. Yo le sonrío a todo el mundo. Soy capaz de hablar con las piedras, pero sabes. Me fastidia el exceso de compañía y que no me den mi espacio.

Suena About Today. The National. Porque ya es tradición que al hacer Paris comience a sonar The National. Pero no siempre About Today. Esa canción me trae recuerdos dolorosos y una resolución de olvido. Me recuerda todo lo que pensé pisando duro hacia el Sena una noche, de esas noches de verano que no son noches, porque oscurece tan tarde que quedan pedazos de sol en las ventanas y en las paredes de los edificios, y la oscuridad se vuelve tímida, delgada, como si de pronto hubiese caído enferma y perdido fuerza. Y así llegué hasta el Sena, pisando duro cada piedra. Pensando que allí habrán pisado miles de personas antes que yo. Tristes. Cansadas. Agobiadas. Confundidas. Desengañadas. Pensé en mis verdades unidas por un hilitos finos de mensajes tecnológicos que se volvieron un rompecabezas mediante el cual yo ilustré una historia. Hice una promesa. Y la tiré al Sena. Bajo la sombra de los edificios que han visto cambiar el mundo. Que fueron testigos de revoluciones, invasiones, intentos de paz. De pequeños eventos que han cambiado la historia. Y mi historia. La que ha cambiado cien veces y se ha salido del camino y se ha vuelto a encaminar. Y mi mundo interior, con sus criaturas mitológicas y toda su zoología fantástica, alimentándose de sombras, claridades, sensateces, sentimientos precoces y otros ya caducos, tóxicos, casi al borde del veneno. Así caminaba escuchando About Today.

Y ese día se acabó una historia. Una historia que ha sido 100% ficción. Porque lo cierto es que si alguien, al estilo reportaje audiovisual, documental histórico o simple video de You Tube quisiera investigar, llegaría a una sola conclusión: esa es una historia que no contar. Es una historia en la que no pasa, ni pasó, ni pasará nada. Se acabó lo que nunca había empezado. Se sepultó lo que jamás estuvo vivo. Subió al cielo lo que jamás tuvo alma. No. Se quedó rondando fantasmagórico en las calles de los mundos de ficción que toman vida a través de mis uñas mal pintadas, rosado metálico, tecleando furiosamente sobre una Mac Book Pro. Sorbiendo jugo. Café. Hoy no hay croissant.

Y de pronto digo. Este tema me aburre. No quiero hablar de lo que no ha pasado. Quiero hablar de lo que tiene que pasar. La lista de cosas de esta segunda vez. Todo lo que la vez pasada dejé para ahora y todo lo que me va a quedar en la lista para la próxima vez. Porque como dice la mamá de mi mejor amiga. Siempre hay que dejar algo para la próxima vez. Siempre. Sobre todo a los treinta y tres. No se puede pensar que aquí se acaba todo y que todo está echado. El mundo tiene demasiadas posibilidades, y la Tierra será un planeta pequeño, pero la vida es bien ancha y pasan a nuestro lado desapercibidas miles de cosas. Y hay que viajar con los ojos bien abiertos, porque como dice Jorge Luis Borges, “ciego a las distracciones el destino suele ser implacable con las mínimas distracciones”.

Paris II. Escribir. Tomar cerveza. Ir al cine. Escribir. Corregir. Correr. Correr duro con zapatos viejos. Con zapatos nuevos. Pasar de largo al mendigo. Esperar al poeta que se para en la Rue de Sevres a ofrecer poemas. Continuar negando que se murió y por eso no ha vuelto. Hacerme las uñas. Ir al zoológico. Conocer parques nuevos. Tomar un Moetsitas a las once de la noche, debatiendo si ver una película o corregir el trabajo y preparar la compu para mañana. Comer sola. Comer con amigos. Caminar de noche. Fumar caminando. Fumar sentada. Arrepentirme del olor a tabaco. Leer mucho. Leer en español. Leer en francés. Buscar palabras en el diccionario. Ampliar el vocabulario. Decir menos groserías. Decir las mismas groserías de siempre. Mirar de reojo a los amantes que se besan sin pudor. Escribir sobre ellos. Escribir para las mujeres que les gusta el sexo. Escribir para las mujeres que han sentido alguna vez que no son como las demás mujeres. Como la mayoría de las mujeres. Comer rico. Comer sano. Comer fresas. Comer chocolate. Tomar vino blanco. Comer maní en un bar. No sonreír a los extraños. Sonreír y saludar a alguien que no conozco como si fuese un amigo de toda la vida. Diligencias. Diligencias. Diligencias. Trabajar. Demostrar algo de disciplina. Conocer música nueva. Un nuevo director de cine. Alejarme de lo comercial. Caminar escuchando algo que me haga sentir que mi vida es una película buena. De esas lentas. Seguir enamorándome de The National. Facetimear con mi catire. Esperarlo. Hacerle planes. Enseñarle algo nuevo. Contarle las páginas. Mandar la tarea prometida. Prometerme publicar esto. Cumplirlo. Vencer el miedo. Dejar de ser yo misma. Bulevardear. Pasear. Echar a perder otro par de zapatos. Mojarme en la lluvia. Acostarme tarde. Levantarme tarde. Mirar el reloj con angustia. Dejar de escribir estas locuras. Es hora de ponerse a trabajar. Ah….y montar bicicleta y comprarme un libro de cocina y cocinar.

PD.: Al lado mío se acaba de sentar una chama con una MacBook Pro a escribir. Copia de un cuaderno. Holy Fuck! Los universos paralelos existen y se están uniendo. ¿Qué es esto? No joda. ¡Yo llegué primero! No. Que se quede. Steve diría. Seremos los primeros y seremos los mejores. 

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