La Patrulla


Juro que digo la verdad y toda la verdad cuando les cuento, que hace ya unos cuantos años participé una conversación en la que se dijo lo siguiente: “Ay no mi amor. Él llega y ya yo estoy dormida. Cuando me doy cuenta que el hombre llegó, le pregunto. ¿A qué hora llegaste? El siempre dice doce o doce y media, algo por ahí. Entonces yo calladita, me hago la que voy a la cocina, bajo al estacionamiento y toco el capó del carro a ver qué tan caliente está. Comparo con la hora. Y si los números no cuadran…”

La verdad es que el tip, digno de un libro así como “Paranoia para Idiotas” iba acorde con la cara de la mujer y la pinta del flamante esposo, que estaba en otra esquina de la mesa fumando tabaco y echando chistes con los amigos. Era una cara como de sufrimiento, de amargue. Era la típica cara de eso que llaman: Una Patrulla.

La Patrulla es la clase de mujer (u hombre porque los hay que pertenecen al gremio) que digno miembro del Club de Ojo Podrido, se busca un tipo que no la quiere, no le para, no la hace feliz, pero ella, enamorada al fin, se propone obligarlo a quererla, guarda la esperanza de que un día se aparezca a lo Prince Charming zapatilla de cristal en mano y le diga que no puede vivir sin ella. Mientras ese día llega, La Patrulla no descansa pensando que alguien le puede robar ese momento.

Patrullas hay solteras, empatadas, casadas, divorciadas, ya dejadas, no importa el status, lo que importa es el estado mental de la persona en cuestión. Yo recuerdo un par de relaciones en las que de repente miraba el teléfono y tenía dieciséis llamadas perdidas, un email sin texto sólo con la pregunta “¿dónde andas que te llamo por todos lados y no apareces?” y cuando por fin aparecía aquello era una interrogatorio que dejaba a Law and Order soquete.

Según La Maranga, mi prima, una Patrulla puede ser cualquiera. Es decir, tú puedes ser una mujer normal, tranquila y sin darte cuenta terminas convertida en una Patrulla. La línea se cruza un día en que inocentemente te dicen algo como “toma mi clave de gmail y porfa revisa a ver si me llegó el correo de fulano que tiene la clave de no sé qué.” Te metes y con toda la ingenuidad del mundo empiezas a revisar aquello, sin querer queriendo como decía el Chavo del 8. Después de todo, “te dieron” la clave, no fue que tú la adivinaste.

De acuerdo a la teoría de La Maranga eso es peligroso. Tarde o temprano ves algo que malinterpretas o que te genera una duda, o que te confirma algo sobre lo que no tenías la menor idea. A lo mejor el tipo efectivamente era un montacachos de mierda. Pero tú eras feliz, no lo sabías, no lo sospechabas siquiera. Te enteraste espiando, patrullando y de allí en adelante estás como Ilan Chester, eres una melodía pavosa que dice “abran paso que no puedo parar.”

Hoy en día el Facebook bien podría usar como slogan “Paraíso de la Patrulla.” Hay gente con master de Patrulla en la redes sociales, y como hay quienes hasta describen sus movimientos intestinales en el status, también lo ponen fácil. Por eso yo trato de no meterme en el Facebook de mi esposo. No tengo ganas de verle en el muro el mensaje de aquella amiguita que es la que te ve en las fiestas con cara de “tú serás las esposa mija, pero primero fue sábado que domingo” y que seguro le escribe “freeeeeeeeeennnnnnndddddddddddddddddddd, ¿dónde has estado? ¡Me dijeron que tienes un chamo! ¿Te acuerdas de la noche aquella que bailamos Sopa de Caracol? Pana que pea tan grande la del Gordo. Te mando un mail con mis datos para retomar el contacto. Muuaaa.”

No. No quiero ver eso. ¿Para qué? Si al final del día soy cuaima (lo admito. Fack. Es cierto) y no pienso alimentar mi cerebro a punta de esa. Mi teoría es si te van a dejar, te van a dejar. Punto. Si se van a quedar contigo. Se van a quedar contigo. Claro que eso no significa que vas a regalar la granja, pero de ahí a estar espiando, a estar revisando teléfonos, a estar analizando las fotos de la fiesta de la oficina a ver si a fulanita se le nota algo raro en la cara. De verdad que eso no. Al menos yo tengo otras cosas que hacer con mi tiempo. Por eso también es clave el tema de la vida propia, señoras eso de “vivir para otra persona” es muy 1929 y sumamente peligroso.

Además el problema de los celos Patrulleros es que todo va in crescendo. Llega un punto que el Facebook y el email no son suficientes, se pone a los amigos a llamar por teléfono, se memorizan las placas de los carros, se pasea delante de la casa del tipo a ver si el carro está allí, incluso llega a olerle la ropa interior, cosa que como diría Phoebe Buffay “Eeeuuu and oh no.” El Patrullaje puede terminar siendo como una droga.

Lo peligroso es que cada cosa que uno hace da en la autoestima. Mientras más baja la autoestima, más grande la inseguridad. Mientras más grande la inseguridad las paranoia crece, y poco a poco se pierde la noción de la realidad. Recuerdo una de mis terminadas importantes con uno de los Patrulleros que me persiguieron en la vida, el hombre juraba, perjuraba que había alguien más. No hubo forma de convencerlo de que eso no era así. Estoy segura que en su mente hay un nombre y todo, un Rosco, un Alex, un Jorge, un personaje ficticio pero demasiado real que según él le “echó a perder” su relación. Y no era así, parte del problema que lo dañó todo fue precisamente el control y la Patrulla. ¿Qué puede uno admirarle a alguien que se respeta tan poco?

EL punto es, si estás con alguien que te revisa la cartera, o si sientes que para estar en una relación honesta necesitas que los SMS de tu pareja hablan por él, 1. Esa relación está mal. No sirve. O la arreglas o la botas. 2. Sí. Lo sentimos mucho, pero formas parte de la división de Patrulla del Club del Ojo Podrido. Pero como todo en el club, mantenemos el optimismo, con esfuerzo y trabajo ese mal, se cura y adiós Patrulla.

Comentarios

Ira Vergani ha dicho que…
Rosco? yo espero que nunca hayas salido con un Rosco jajajajaja! Niña yo estoy de acuerdo pero yo sí me meto en el perfil del hombre para controlar a las locas dementes jajaja
Anónimo ha dicho que…
Te voy a contar 3 cuentos cortos sobre la patrulla:
1.- yo sí tuve mi patrullero, pero lo dejé porque su paranoia me estaba matando, yo ni celo ni soporto la celopatía.
2.- Con el siguiente, y más aun post patrulla, era lo más relajada del mundo. Sorpresa: escogió las tarjetas, probó las pasapalos.... y estaba felizmente CASADO. Afortunadamente sólo perdí el dinero, y lo descubrí en una misión patrulla via facebook.
3.- Sí se puede ser feliz viendo a los lados. Mi vecino tuvo 30 años con una misma amante y su esposa jamás se enteró, hasta que por un accidente alguien leyó un mensaje de texto que no le correspondia
Saludos
Unknown ha dicho que…
No conocía el término con esta connotación pero aplica perfecto, suena mejor a cuaima o loca.

1. Ni muy muy, ni tan tan... creo que decidir ser "celoso o no" no es fácil, "patrullar" puede ser peligroso pero aveces necesario aunque contradictoriamente lo rechazo. Buen post.
Anónimo ha dicho que…
Una patrullera es una mujer que no se quiere a sí misma. Esas mismas casi-seres-humanos que "necesitan" un hombre que las "represente".

Un patrullero es un cero a la izquierda sin autoestima. Una persona que necesita de la aceptación de los demás para sobrevivir.

En resumen, patrullero o patrullera no son seres humanos, quizás estén en el nivel del guano, y como tal hay que tratarlos.
Anónimo ha dicho que…
Manu, mejor dicho imposible! eres una genia ingeniosa y me encantó tu post!

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