La Ciudad de la Furia: Muda.

Hoy, o ayer mejor dicho, en la ciudad de la furia, mataron al hermano de Unai Amenabar, el conocido narrador de las noticias. Alguien que de tanto oírlo en la radio ya es parte de nuestras vidas, como si lo conociéramos.
Se siente como una lluvia constante en el alma. Como esa lluvia que nos acecha desde hace tiempo. Como la lluvia de Inglaterra. Con el cielo cubierto. Las nubes grises. La niebla baja. Constantemente todo empapado. Un cementerio enorme. Un lugar donde la vida se pierde por las razones más estúpidas. Sin motivos. Sin respuestas.
Dicen que un cura en México, en vista de la ola de crímenes que azotaban a su pueblo decidió escribir los nombres de cada persona que era asesinada en la pared de su iglesia. Pronto, al ver todos los nombres, al darse cuenta de la cantidad de gente que moría de forma tan sórdida, la ciudad se movilizó. Poco a poco se retomó el control de la ciudad.
¿Qué tendrá que pasar aquí para que nos movilicemos? La constitución, la Declaración de los Derechos del Hombre, el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, la Carta de la OEA, los tratados de la ONU, de la UNESCU, el Pacto de San José, todos esos instrumentos hablan de vida y de integridad física como el derecho supremo de cada ser humano. En la realidad la vida en este país es lo más importante que tiene una persona, pero el bien de menor valor que posee. Más vale su carro, que su vida. Más valen sus zapatos, que pareciera que el día que deje de estar en ellos, simplemente se guardarán y en poco tiempo los titulares del periódico habrán cambiado y todos habrán olvidado lo que pasó. Y se hablará de otra cosa:
Es como lo dice Soda Stereo:
“Cuando el mundo enmudece,
Y las promesas engañan,
Nos revolcamos en el jardín,
Por donde nadie pasa.”

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