El lado derecho del cuadro
H. Bosch. The garden of earthly delights.
Sueño con volverla a ver. Una de las cosas que más me pega de estar aquí es lo alejados que estamos de la cultura clásica. ¿Cuándo fue la última vez que una exposición de gran magnitud se montó en el país? Y no es por desmerecer el esfuerzo que hacen nuestros artistas, pero en general, el ojo, la mente, la sensibilidad deben entrenarse. El ser humano debe estar expuesto a todo a todos estos trabajos, reflexionar sobre ellos e intentar ver la evolución del arte.
Estando afuera veía a los muchachitos en los museos, haciendo dibujos frente a grandes obras. Sentí eso que llaman "envidia de la buena". Es decir esas ganas. Esa imaginación desbordada, niñitas morenitas, con sus uniformes de chemise blanca y pantalón azul, la negrita con unas transitas y el profesor pidiéndoles que hicieran su versión de Reverón. Algo se hace sí. Pero yo me lo imagino a gran escala. Yo me imagino que en la autopista en vez de afiches para ver otra obra de teatro titulada: Mi marido me monta cachos, pero yo me conseguí uno más joven, porque me operé las tetas y me emborraché con mis amigas y tengo vida porque soy mucho mejor y las mujeres de treinta para arriba no necesitamos a los hombres porque somos chévere y él también va a ser un cornudo ya tú vas a ver. En vez de eso es que alguien trae una gran exposición de Velazquez. Y esto que está aquí organiza visitas de colegios. Yo doy mis clases de historia del arte y no me doy abasto, porque soy mamá también y qué pena. Pero con el par de fundaciones que tengo contacto llevo a cientos de niños y les hablo. Y allí nace una vocación de pintor, de artista, que no lo va a hacer sólo para jalar cocaína y decirle a los amigos que su comportamiento errático es "porque es artista". Es alguien que tiene que decirle algo al mundo. Alguien que entiende. Que sueña con conocer Europa y que no será tampoco tan difícil, porque hay mil posibilidades. Desde una beca hasta un Mecenas.
Mientras tanto yo sueño. Y no se ve fácil. Y eso que para mí la vida no es tan complicada.
Y aunque no tengo de qué quejarme siento una profunda tristeza.
Este país se nos pudre encima. Se nos va entre las manos. Las vidas se van perdiendo incluso aunque sigamos vivos. Todo pasa. Y perdemos la esperanza.
Siento que Venezuela es el lado derecho del cuadro.
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