El trio candela en París





Hoy aterrizamos en París. Mi papá, mi primo y yo, o como ya nos dicen por ahí el trío candela. Creo que pocas veces me ha emocionado tanto un viaje. Por diversas razones, aunque un viaje siempre es emocionante. Siempre es una aventura. Siempre. Pero esta vez hay algo. Ha sido tan fuerte la emoción que saliendo para el aeropuerto se me llenó  la barriga de ronchas. ¿Intoxicación? ¿Estrés? Tal vez todas las anteriores y un poquito más. Pero mientras me vestía pensaba, la aventura comienza, espero que no sea uno de esos cuentos que terminan con que el avión se tuvo que desviar porque un pasajero se sintió mal.

No fue el caso, pero sí tuve una vivencia bastante extraña en el aeropuerto. La Guardia Nacional en su permanente esfuerzo por algo que no entendemos bien qué es, retrasó todo, revisando maleta por maleta. Cuando me tocó el turno me hicieron las preguntas de rigor, y claro está caímos en el “a qué te dedicas”. Yo escribo. No me dijo nada. Creo. Creo que sonrió. Acto seguido sacó mi ropa interior y la puso ahí, en una mesa. Me dio tanta rabia. La falta de respeto. La violación a la intimidad. Me provocó decirle ¿qué carajo tienes que hacer sacando eso de ahí? Pero sabía que tenía las de perder de ponerme bruta, así que me quedé tranquilita.

En eso me dice, y ¿qué es eso que escribes tú? ¿Libros y eso? Bueno sí, digamos que sí. Entonces agarró mi laptop, la sacó de su estuche y se puso a olerla. Como un perro. Yo estuve a punto de decirle, mira, ¿tú eres Pit Bull? ¿O qué? ¿Qué carajo es esto? Ahora puedo decir que un hombre extraño olió mi laptop. Suena como a doble sentido, como a algo erótico. Lo es en cierta forma. Una especie de violación a la que lo someten a uno. La rabia que da ver a la gente con sus maletas abiertas, porque sí, en medio de operativos que sabemos que no resuelven nada. Ellos lo saben. Nosotros lo sabemos. Pero no pasa nada. Es el estado de las cosas.

La verdad que estoy contenta. Me hacen falta las vacaciones y el espacio para trabajar. Leer. Aunque ahorita caiga de sueño. Me he propuesto documentar este viaje, por varias razones. Entre otras que en estos últimos días se ha pasado entre amigos mi “Guía de París”. Fue algo que comencé hace varios años para mis amigos que viajaban. Una especie de largo correo electrónico donde les contaba cosas que me gustaban, anécdotas, historia, ahora que ya le llegó a alguien que no conozco porque la última versión un pana se la pasó a otro pana, me dije, vamos a trabajar en esto. Por nada en especial, porque me gusta. Me encanta escribir de París.

Sobre todo tengo ganas de escribir sobre esta aventura los tres. Mi papá tiene 82, mi primo 50 más, yo 34. Pero los tres vinimos a lo mismo. A perdernos aquí. A caminar. A comer. A ver museos. A leer. A pensar. A hablar. A beber. A estar en una ciudad. A vivir un poco. A construir una cantidad de recuerdos para llevarlos a un diario en el que escribiremos sobre la maravillosa que es la vida, sobre lo curioso que es el mundo, sobre esa maravilla de tener una ciudad que no es tuya, pero que la amas. Como un amante. Ese que está ahí sólo para la bueno. Así qué fácil es ser querido. Esa es la ventaja que tiene ahorita París sobre Caracas, esa y que se consigue Papel Toilet, lastimosamente no entremos en el patrimonio cultural e intelectual, la realidad de Venezuela nos pone en otro nivel. Esa es la gran tragedia de nuestro país.

En todo caso, hoy fuimos a comer, luego de tirar las maletas. Fuimos a un restaurante, sobre el cual escribiré otro pequeño post, y después fuimos a armar nuestra agenda de exposiciones. Vamos a ir a la mayor cantidad de museos que podamos. Así que ya les iré contando.

Ahorita apagamos las luces y nos vamos a dormir. El cuerpo no da más. 

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