Miedo 3: Preguntas Absurdas
Días que se hacen
demasiado largos. Demasiadas preguntas. ¿Quién soy? ¿Qué hago aquí? Si me muero
mañana, ¿habrá valido la pena? ¿Será que de verdad nadie me entiende? O es que
yo me entiendo. O me sobrestimo. O será verdad que me subestimo. ¿Por qué será
que siempre la voz se lleva lo mejor de mi autoestima? ¿Los cabrones son más
felices? ¿El malo siempre pierde? No. Yo he visto malos que ganan. ¿Seguro? Bueno
no. Hay buenos y malos. O no. Hay regulares. Al final somos una gran mayoría de
regulares, unos cuantos buenos y unos cuantos malos. Pero por alguna razón los
cuantos malos están dominando las cosas, lo que quiere decir que la mayoría de
regulares no hace un coño y los cuantos buenos no están haciendo las cosas como
las tienen que hacer. Ahora claro, los regulares, cuando te pones a ver, no son
del todo buenos. Porque siempre por más bueno que seas tienes algo malo. ¿No?
Entonces. Creo que uno termina en ese lugar en que los extremos no son buenos.
Pero sí creo que hay gente mala. Que no tiene casi nada de bueno. No sé qué nos
pasa al resto la verdad. Apatía y flojera. Comodidad. Facilismo.
Noesculpanuestrismo.
¿Será que de
verdad puedo cambiar el mundo? ¿A dónde se me ha ido el tiempo que he
perdido? ¿De verdad puedo hacer tantas
cosas? ¿Será que cuando me levante un día ya vieja me voy a dar cuenta que tres cuartas partes de lo que me quitó el sueño de
joven no valía la pena? A veces no sé que estoy construyendo para mi futuro. Yo
sé que mi vida son los libros. Pero a veces muevo tanto los otros que se están
quedando en el camino los que yo tengo que escribir. Joder. No me puedo olvidar
de lo que yo tengo que escribir. ¿Y todo lo demás?
Sí niña. Estos
son los días en que “te pones un poco intensa.” Pero dime ¿de qué carajo sirve
la vida si uno no es intenso? ¿Para qué vino uno? ¿Para ser un café con leche? ¿Un
guayoyo? ¿Uno de esos americanos que no te puedes ni tomar porque saben a agua
sucia? No gracias. Yo quiero ser un expresso doppio recién salido de la
máquina. Que todavía echa humo. De esos que te desvelan. Que te aceleran. Que
te hacen presentir problemas del corazón.
¿Será que
necesito implantes? ¿Será que estoy arrugada? ¿Será que de verdad importa ser
flaca o gorda? ¿Será que de verdad importa la marca de la cartera? ¿Y si estoy
equivocada? ¿Si los come-mierda del universo tienen razón? Seré un weirdo toda
la vida.
Se paga un precio
alto por ser quién uno es. De verdad que sí. Suena demasiado fácil. Pon
Placebo. Súbele el volumen a Plasticine y declárala tu canción favorita. Pero
no es así de fácil. Nada que valga la pena nunca lo fue. Así que mejor meter la
cabeza bajo la colcha. Agarrar fuerzas.
Abrazarse a lo que uno quiere ser. Y hacerse preguntas. Lanzarlas al aire y
después olvidarlo todo.
No sé. Demasiadas
preguntas es un miedo. Un miedo arrecho. Una trampa peligrosa. Mejor no
hacerlas y aplicarle a la vida un poco de tercermundismo. De tranquilo, que no
sabemos cómo pero al final todo se arregla. Si no, uno corre el peligro de
tomarse la vida demasiado en serio.
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