Ficciones III - El collar, la azúcar y el café.

Imagino que ellos dos tienen esta conversación:

- No le eches tanta azúcar al café.

- Me gusta dulce.

- Eso engorda.

- ¿Te parece que estoy gorda?

- No.

- Sí te parece.

- No.

- Dime que sí te parece!

- Sí te parece.

- Lo sabía. Lo único que te importa es el tamaño de las tetas y la talla de blue jean. Discúlpame por no ser 90-60-90.

- Dije sí te parece. Pero estás tan paranoica con esa ridiculez que ni lo notaste. Tienes unas cosas que a veces no soporto. Como eso de soltar frases en francés. No sueltes más frases en francés, cae pesado.

- ¿De dónde sacas eso ahora? Después de tantos años escuchando mis frases en francés.

- De la semana pasada, me parece que a ellos les cayó pesado.

- A mí lo que me parece es que a ellos les pareció que a ti te habían caído pesadas mis frases en francés, y por eso se cortaron todos.

- Bueno, entonces no las digas más.

- Pero si no son pesadas. Hace diez años me dijiste que te encantaba que hablara francés.

- Ma soeur a un crayon jaune... Yo siempre te dije que el francés es un idioma que sólo le sirvió a Audrey Hepburn en Sabrina.

- Yo siempre te he dicho que tu cerebro no sirve para nada.

- Fíjate qué curioso chica, hace diez años decías que tenía una inteligencia superior.

- Pues a lo mejor me he dado cuenta de que no la tienes.

- ¿Tardaste diez años? Quizás esté en duda la superioridad de mi inteligencia, pero la inferioridad de la tuya está clarísima.

- Cállate.

- ¿Y por qué?

- Porque no te soporto.

- Entonces por qué sigues ahí sentada. Párate y vete si no quieres estar aquí.

- No me voy porque este es el mejor café veinte cuadras a la redonda.

- Tú siempre con tus exageraciones, el Mascheranno que está ahí abajo tiene buen café, míralo, desde aquí se ve la puerta.

- Yo sé dónde queda el Mascheranno, me cansé de ir contigo, o es que ¿ya no te acuerdas? ¿es que tus amantes te borran la memoria? ¿es que las tetonas te han succionado la memoria también?

- ¿Y vas a seguir con las tetonas?

- Esa pregunta te la hago yo a ti.

- Te das cuenta que la que tiene una obsesión con las tetonas eres tú. ¿Se lo has dicho a tu psiquiatra?

- Claro que se lo he dicho. Y dice que el problema eres tú, y tu manera de tratar a las mujeres. De maltratar a las mujeres para ser más exactos.

- Lamento decirte que deberías botar a ese psiquiatra. Yo no tengo problemas con las mujeres, mis problemas con las mujeres están en tu cabeza. El problema que yo tengo es contigo.

- Ja! Claro que tienes un problema conmigo. Soy tu esposa.

- Q. ya tú no eres mi esposa.

- Ay disculpa, claro, que no vaya a pensar la catira que está allá que sigues casado. ¿Voy y le digo?

- Mira Q. ¿sabes qué? ganaste, me voy yo a tomar la mierda de café del Mascheranno, de ahora en adelante toma tú este café, es tuyo. Puedes venir los domingos con quien tú quieras, pasarte horas aquí, no te voy a molestar más.

- No y que el café del Mascheranno era tan bueno como este.

- Los dos sabemos que es una mierda, ¿ok? Pero la verdad que cuando estuvimos ahí no lo parecía.

- No. No lo parecía. Hubo un momento en que no tuvimos esto entre nosotros. Teníamos lo otro.

- Sí. Lo tuvimos.

- Por tu culpa ya no lo tenemos.

- Q. no es culpa de nadie.

- Yo sé. Pero mis amigas no lo saben, yo te hecho la culpa y ellas también.

- Y tú crees que mis amigos ¿qué? Se persignan cuando alguien te nombra y eso que Rafa es agnóstico, José es judío y Carlos, bueno a Carlos podemos darle el beneficio de la duda. Dos de tres pues.

- Qué gracioso eres.

- Sí que lo soy.

- ¿Estás saliendo con alguien?

- ¿Qué habíamos dicho sobre esas preguntas?

- Tú juras que yo sigo enamorada de ti.

- Mira cómo te comportas, ¿qué esperas que piense?

- Que las mujeres somos así.

- No me gustan las generalizaciones.

- Existen por algo.

- Que existan no quiere decir que a mí me gusten.

- Ahí va la metralleta de desacuerdo otra vez. Estoy agotada. Estás saliendo con alguien ¿sí o no?

- Entiendes que no te lo voy a decir ¿sí o no?

- ¿Cuántas serán? La enanita de las plataformas que parece que caminara encima de un banquito, esa seguro sigue por ahí. ¿cómo te puede gustar esa mujer por Dios? Tiene ojos de reptil, hundidos, parece una china que cuando iba a nacer la mandaron vía canal vaginal a este continente.

- Eres una mierda.

- No. Tú eres la mierda! Me la restregaste en la cara. La doble fea esa.

- Yo no te la restregué en la cara.

- Claro que sí! Nos encontramos esa noche y te la pasaste viéndola como si fuera la Venus de Milo, estaba vestida como un tren descarrilado, cosas por aquí y cosas por allá, se ve que le tocó el racionamiento eléctrico justo antes de que la fueras a buscar.

- Coño Q. estás insoportable!

- Yo sé.

- Me celas.

- Yo sé. Sí. Te celo. Te celo de ella. Me da rabia que estés con ella, ¿qué quieres que te diga?

- Pero es sólo una mujer con la que salí. Ya no estoy saliendo con ella.

- Ok.

- ...

- Igual yo no soy nadie para decirte con quién puedes salir y con quién no.

- Finalmente.

- ...

- ¿Qué son estos silencios Q.?

- Nervios supongo.

- ¿Nervios después de nueve años de relación, unos cuántos meses de matrimonio y el divorcio? Estamos mal. Nos estamos poniendo viejos.

- Viejo estarás tú, me llevas a ver...

- Sacas esa cuenta para joderme.

- Sí. Son nueve años.

- Ocho y medio.

- Estas muy viejo para vivir en el medio.

- Quizás tengas razón.

- No. Quizás no.

- Q. ¿y si volvemos?

- Por favor.

- Es en serio. En el fondo nuestra relación era muy arrecha.

- No parecías de esa opinión cuando cerraste la puerta del apartamento y te fuiste sin llaves. De tu apartamento. Por eso tus amigos me odian, piensan que yo te lo quité. Esa mierda con filtraciones que te dije desde el primer día que por muy Altamira o La Castellana yo no quería.

- Fui un cobarde. Lo admito.

- Nunca pensé que dirías eso, quizás tengas razón, tu psiquiatra es mejor que el mío.

- ¿Entonces? Empecemos a salir. Eso es todo. Nada de volver, sólo salir.

- No se puede.

- Q. no te hagas de rogar, no va contigo.

- No me estoy haciendo de rogar.

- ¿ah no?

- No. Estoy saliendo con alguien.

- ¿Qué?

- Sí. Estoy saliendo con alguien.

- Eres una mentirosa.

- No. Es la verdad, estoy saliendo con alguien.

- ¿Con quién?

- Se llama J. tiene varios restoranes y discotecas.

- ¿El mesonero ese de la foto de Facebook?

- No le digas mesonero y ya veo que estás bien al tanto de mi Facebook.

- Coño Q. no puedes estar hablando en serio.

- Hemos hablado de casarnos.

- Ah no vale. No te creo nada, ¿cuánto tienes saliendo con el tipo? y ya te vas a casar.

- Casi un año.

- No te lo puedo creer. No habías dicho nada.

- Yo sé. Lo que me parece increíble es que ni cuenta te habías dado, ni lo habías pensado, ni me habías preguntado, ni te inmutaste por averiguar algo más de lo que husmeabas en Facebook. Stalker de mierda. Ni para eso sirves.

- Me parecía que era tu vida privada. Sentía que no tenía derecho.

- Qué imbécil eres. Guárdale tus derechos a la ONU. Yo me voy, me voy a casar no sé si ahorita o más adelante, pero estoy contenta con él y no. No voy a volver contigo. Lo siento.

- Te juro que esto me parece impresionante.

- ¿Qué?

- El teatrico que montaste. Los celos. La pregutnadera. La falsa actitud de que todavía me quieres, los roces. Acaso sabe tu mesonero que me aceptas que te pague el café cada semana.

- Me voy.

- Eres una mierda completa. Eres peor de lo que jamás imaginé. No te mereces nada, ni a nadie. Pobre mesonero, que ni se imagina quién lo va a venir a volver mierda. Te estabas vengando de mí. Estabas esperando mi momento de flaqueza para venir a decirme todo esto, para restregarme que ahora eres feliz y no sabes si algún día a lo mejor te vas a casar.

- Tienes razón. De ahora en adelante vamos al Mascheranno.

- Ni se te ocurra. Vuélvete a sentar que no he terminado.

- Yo sí.

- Pues me verás en el Mascheranno.

- Pues nos verás allá.

- Eso ya lo veremos.



Imagino que la primera vez que se encontraron en el Mascheranno él los vio a los dos leyendo el periódico. Ella agarró el sobre de azúcar, y como siempre, se lo echó entero al café. El la vio y no dijo nada. Al rato el nuevo novio se paró de la mesa, la besó en los labios y saludó a Mascheranno con la distancia del que no es amigo, pero con la familiaridad del que ha ido varias veces al café.

Él se sentó en la mesa de Q. que ya tenía la cartera entre las piernas.

- No vengas a molestar. Ya me estoy yendo.

- Lo sé. Sólo una pregunta.

- Ajá.

- ¿Fue por lo de la azúcar en el café? ¿Te vas a casar con él porque no te dice nada cuando bañas de azúcar el café? ¿De verdad fue algo tan pequeño como eso?

- ¿Qué quieres que te diga?

- Qué no fue por algo tan pequeño e insignificante como eso.

- Al final el amor es como un collar, se rompe la cuerda y se sale una cuenta, sigue siendo collar, pero no tardarán en caerse todas, y no será más que un trozo de hilo.

- ¿Qué?

- Olvida lo del collar. Si no entiendes lo del café, no puedo hacer nada por ti. Si te parece insignificante, no puedo hacer nada por ti.

Imagino que ella se va. Él se queda. Los tres volverán al Mascheranno y en algún momento, mientras él está tratando de montar su triángulo amoroso ella le dirá:

- Ya te dije una vez que estás muy viejo para estar en el medio.

Comentarios

Ora ha dicho que…
Buenísimo el diálogo. El hombre no entiende que el azúcar representa tanto...
Clara Machado ha dicho que…
Total. Ellos como que nunca entienden, no?
Astrina ha dicho que…
ay Manu! quisiera q todos lo que alguna vez han dicho "fue por una tonteria" leyeran y entendieran este post!

buenisimo!

cariños!

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