La culpa no es de Colón

La culpa no es de Cristobal Colón, es de la escuela que no supo enseñarnos cómo aproximarnos a la historia. Año tras año en el colegio repetíamos como autómatas el nombre de las calaveras, el Puerto de Palos, Rodrigo de Triana, el 12 de octubre de 1492. Toda una sopa de nombres y fechas que uno tenía que repetir sin pensar. Los nombres de las tribus, y los caciques y bueno, que hubo más de un viaje. En nuestro caso que llegó en tercero y que nos llamamos Venezuela porque lo que vio le recordó a la pequeña Venezia. A veces, todavía me entra la duda si eso fue una invento que surgió por el camino.

De reflexionar sobre el pasado casi nada. De cuáles eran las intenciones y las consecuencias, más allá de El Mestizaje estudiado también como una trompada de concepto que había que aprenderse para rellenar en un examen, entres líneas y exacto a lo que decía al libro,. Olvídese de pensar. ¿Quién dijo para estudiar historia hay que pensar? Es más, ¿quién dijo que la opinión de un alumno importa o hace falta?

Resulta que ahora estamos con ganas de reinventar el cuento, porque alguien tiene que tener la culpa. Para los neutrales a ultranza, los campeones del pacifismo exagerado, los reencauchados de la Madre Teresa de Calcuta, meterse con alguien vivo es ser intolerante y criticón. Con una figura histórica es más fácil. Después de todo ya están muertos y con un par de palabrotas podemos cargarnos 500 años de historia. Es más,  podemos retroceder y molestarnos por eso, porque es mucho menos controversial molestarse por la conquista española que por el hecho de que el presidente de nuestro país vuela en un avión cubano. O es menos controversial, o no va  a molestar tanto a mis seguidores. O uno puede decir es que “soy apolítico” porque me meto en unas cosas y en otras no, porque Colón no pertenece a un partido, ni había llegado cuando el  Ché Guevara y es discutible si simpatizaría con Donald Trump o si más bien estaría muerto de risa al lado de Kristina Kirchner. Como eso no lo sabemos entonces acusémoslo y ya.

La historia ha servido para pescar dioses y demonios. A falta de un Olimpo o por las dudas que genera el hecho de que exista entonces miramos al pasado. En los políticos de antaño le buscamos un padre a las patrias para venerarlo como si hubiera sido el enviado más divino de todos y en el resto pues el demonio a quién echarle la culpa. La historia es mucho más compleja. Se tejiendo sin que haya hecho aislado. Como bien señala Stephan Zweig en Momentos Estelares de la humanidad hay momentos, pequeños momentos que marcan el rumbo de la historia y que se siente durante siglos, para bien o para mal. O mejor dicho, para bien y para mal.

El caso no es culpar a la historia sino tratar de aprender de ella, evolucionar por ella. La lección de la conquista no puede venir de los golpes de pecho y del drama. Esos muertos ya se lloraron, lo que habría que ser es preguntarse cómo hacer para ser mejores en esta generación, qué paralelismos hay en el mundo. Aunque los continentes ya se han descubierto, en sus culturas aún hay mucho que aprender. Mucho que explorar. 

La resistencia ya no es indígena, creo que es más bien humana, y tiene que ver con resistir a la peor amenaza de todas, la que atenta contra la memoria histórica, la que manipula hechos, la que está llena de demagogia y vacía de contenido. Hay que resistir al bajo nivel de la calidad de educación que tiene aislada a la gente en el Tercer Mundo y mareada a la gente en el Primero. Hay que resistir el materialismo y el utilitarismo exagerado y buscar nuevas formas de progreso que tienen que ver no sólo con el ingreso per capita sino con el desarrollo de pensamiento crítico.


Criticando a Colón y a los españoles no se logra nada, pero intentando aprender sobre ellos, buscar diferentes versiones y conociendo la historia y nuestra identidad, sí.

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