¿Por qué unos muertos cuentan más que otros?
Creo
que el día que pierdes la inocencia no es el día que ves algo horrible, ni que
te das cuenta que el ser humano es capaz de la maldad, sino más bien cuando te
das cuenta de lo indiferente que podemos ser ante las perores atrocidades y
sufrimientos.
La
semana pasada se llevaron a una veintena de personas en Francia. Par de días
más tarde cuatro millones estaban en la calle, declarando, apoyando,
solidarizándose, indignadas, dolidas, confundidas y tratando de vencer el
miedo. Esa misma semana en Nigeria Boko Haram usó como bomba a una niña de diez
años. No sólo no pasó nada, sino que días más tarde secuestra a un centenar de
mujeres, el año pasado ya había secuestrado en Camerún a 50 niños. Ya podemos
decirlo, Boko Haram es algo casi rutina en Nigeria.
No sé
si es que el ser humano se acostumbra o se cansa, o no lo quiere ver. Quizás la
reacción en París es tener la barbarie tan cerca. Algo que de resto parecía de
películas. Para un mundo tan convencido de que la vida civilizada y los valores
democráticos y el imperio de la ley es posible es muy difícil imaginar que no
lo es. Es algo que paraliza. Que conmueve. Que aterroriza.
Reconozco
que no sé cómo abordar este asunto, porque por más que le he dado vueltas a la
cabeza no logro llegar, ni siquiera acercarme a una conclusión en relación con
la pregunta: ¿Por qué 17 muertes en París importan más o levantan más ira, más
indignación colectiva, más reacción apasionada que casi el mismo número en
Nigeria? Eso contando que el Boko Haram el año pasado mató más de diez mil
personas.
También
me lleva a pensar que no hay indignación mundial por los más de 200,000 muertos
que se ha llevado la revolución en Venezuela. No hay declaración oficial, ni
nadie toca el tema. No hay simposio, ni siquiera un debate, ni una pregunta. Bono
no está haciendo un concierto por nosotros y aunque Jared Leto dijo algo cuando
recibió el Oscar otros no lo hicieron porque…o no era el lugar, o no era la
idea, o es que no se quieren involucrar, porque sus razones tendrán. Y así al
final es el ser humano. Nada es blanco o negro. Todo es relativo. Todo depende.
Y las cosas no se pueden ver desde ángulos tan rectos. Sino que cada verdad
tiene más bien una pendiente.
Llegamos
a pensar que tantas declaraciones universales de derechos realmente significan
algo. Y tal vez en la intención lo haga. Y quizás cuando se reúne la ONU por
poner un ejemplo, los delegados tomen muy en serio su misión y su trabajo. Pero
la verdad, a juzgar por los resultados y el poco avance que hay en desarrollar
el tercer mundo hay que reconocer que no ha sido muy bueno. Que los valores
están trastocados, que importan muchas cosas antes que la vida. Que es una
falacia y una utopía muy grande pensar que la solidaridad con la vida y el
sufrimiento ajeno mueven a los gobiernos y a las empresas. Es más, si algo hay
es lástima, pero más allá, casi nada, y que a la final, para mucha gente, hay
seres humanos cuyo sufrimiento es mero daño colateral.
Tal vez
sea que en realidad el mundo está dividido entre lo civilizado y lo salvaje. Y
si escoges o te toca vivir en lo salvaje, por las razones que sea tiene que
acostumbrarte a todas sus características.
Entre ellas que la condición de víctima es algo que no se entiende y que por
ser tú uno de los salvajes no eres tan inocente como quienes viven en el primer
mundo. Porque pareciera, al menos en un primer acercamiento, en serio
pareciera, que las vidas valen menos. O así lo toma el mundo, y cuando digo el
mundo no es nada más los grandes medios de comunicación, las empresas y los
grandes organismos internacionales, sino toda esa gente, entre la que me
incluyo a veces, que estamos más pendientes de comentar la forma en que Miley
Cyrus saca la lengua y no tanto en lo que pasa en países como Nigeria.
Por
otro lado es verdad. Tampoco podemos irnos al extremo, y tratar de tomar el
peso del mundo en las manos. Pero algo está vuelto mierda en el mundo. Un mundo
en que un futbolista gana más que un maestro. Y sí, sé que el argumento
económico es hasta lógico, que el señor mueve industrias y no sólo un balón.
Sin embargo, hay que tomar en cuenta que los valores de este planeta están
trastocados y que realmente no hay un balance. No es por ser apocalíptico, pero
la gente cada vez piensa menos lo que hace, y sobre todo lo que dice. Cada vez
hay más excusas para no ver y no pensar. Vivimos muy confiados, pero a la vez
con mucho miedo. Y por eso nos declaramos impotentes y esa declaración de
impotencia también sirve para alimentar la creencia de que somos inocentes del
todo y de que nuestras acciones e
incluso las opiniones no importan.
No se
trata de salir a frenar la barbarie por mano propia. Pero sí de hacerse las
preguntas necesarias, de ver en qué nos parecemos a quienes viven estas
atrocidades y cuáles son las formas de mostrar nuestra solidaridad. Porque en
el silencio, en la indiferencia, en el miedo a tocar estos temas y a no ayudar
a quienes por algún motivo están oprimidos a alzar la voz, también sin querer
participamos de ello. No somos tan culpables como a veces nos quieren hacer
sentir, pero tampoco somos tan inocentes como creemos. Lo que sucede en algún
desierto, aquel ataque despiadado en nombre del poder y del dinero no nos es tan
ajeno como quisiéramos pensar. El mundo está más conectado de lo que creemos, y
no tenemos las manos tan limpias.
¿Por
qué? ¿Por qué importa menos? Le doy la vuelta y no encuentro la respuesta.
Siento como un dolor, como si no perteneciera a la raza humana, o peor, como si
tuviera ganas de renegar de ella. De unirme a otra especie. Y no entiendo. Si alguien
tiene una respuesta, aventúrese a responder. Porque pareciera que la historia
nos da vueltas, que el horror nos pasa por encima, que hacemos muchas promesas,
pero seguimos destruyéndonos. ¿Qué les falta a los hombres que tienen el poder
para actuar distinto? ¿Qué es lo que falla? ¿Qué es lo que le pasa a los
hombres de a pie que renuncian a su poder? No al físico, ni al de las armas,
ese no lo queremos ya, digo, al del pensamiento. ¿Qué pasa?
Comentarios
Así que más que hablar desde lejos te quiero compartir un texto con el que sentí una resonancia y que he compartido a mucha gente el día de hoy. Es una ponencia de Jurgen Habermas sobre las razones que lo condujeron a la filosofía política por la que es conocido. Una filosofía política que se preguntó por el rol de la intersubjetividad y el lenguaje en la vida de los seres humanos.
Es un bello texto y es honesto, creo que por cualquiera de las dos vías te puede llegar. Cuando lo leí, lo primero que pensé fue en el rol de ser papá.
http://www.inamori-f.or.jp/laureates/k20_c_jurgen/lct_e.html