¿Por qué no me voy?


 


                                                     Foto: Un riesgo país - Una Foto x Día X 29 Días 2012

Es duro vivir aquí. Y la verdad es que uno puede pintar esta respuesta con mucha negación, y con nociones vagas estilo, es que no estamos tan mal. Yo en estas últimas semanas he preferido hablar sobre lo que está mal, porque no es indigestándonos con fotos del Ávila como vamos a querer a este país, no es atragantándonos de tequeños que vamos a hacer las paces con nuestras raíces a evitar las ganas, tal vez la decisión de irse. También he querido resaltar lo bueno, porque tampoco podemos clausurar un país y demonizarlo todo, por una sencilla razón, y es que ningún extremo sirve.

Yo me quedo porque amo Venezuela. La amo porque me enseñaron a amarla. Mis padres me inculcaron la noción de hacer país. De sentir orgullo por los símobolos patrios, así de cursi, pero así de importante. Me enseñaron que hacer país, no es sólo quitarse la cachucha cuando suena el Gloria al bravo pueblo, es trabajar, luchar, alzar la voz, ser honesto, respetar a los demás, defender los principios. Me enseñaron que uno lucha por lo que quiere, en criollo, uno le echa pichón. Y hay dos amores principales en la vida: La familia y la patria. No la que dicen que tenemos por televisión, sino la que se lleva por dentro, que tiene impacto en tu visión de vida, en la forma cómo actúas, cómo te relaciones, somos parte de un grupo, y con él nos relacionamos, pero eso no lo entendemos porque la visión aquí siempre ha sido individualista y se demoniza todo. Una cosa es sentirse ajeno, cosa que nos está pasando a muchos, pero otra cosa es creer que no formamos parte y que incluso no tenemos responsabilidad. Por ahí comienzan nuestros males. 

Yo amo mi patria. La que me han mostrado, la que me han enseñado cómo se construyó, la que han sudado y llorado, personas cuyos nombres tal vez nunca lleguemos a conocer,  pero con quien uno tiene una responsabilidad profunda. Y tal vez sea muy John Lennon, pero yo veo cosas como las colas eternas del transporte público y sueño con hacer algo para que eso cambie. Y no. No me voy a lanzar a alcalde, porque la política no es mi ámbito, pero tampoco me voy a sentar a decir, ah bueno mira eso no es rollo mío porque yo no soy alcalde, tampoco voy a llamar a la alcaldía a caerle a groserías al alcalde y a decirle que es un inútil que no hace su trabajo, no. Mi plan es mi área. Yo creo en la educación a través de la lectura. Y a eso me dedico. Librito a librito paciencia y amor. Tengo planes para el futuro, y espero lograrlo, pero no con atore, con desespero, apagando fuegos. También he aprendido la paciencia.  Por ahora escribo. Porque mi área de lucha está en mi voz. Y hago otras cosas como colaborar en el colegio de mis hijos. Es tan sencillo como eso.

Yo me quedo porque sé que aquí hay miles de problemas, que la vida no es fácil, que agobia, que hay mañanas en que me levanto cansada, que hay noches en que no concilio el sueño, y que siento que los fantasmas más terribles están del otro lado de la puerta. Me he sentido perseguida. Insegura. Frustrada. Atemorizada. Sí. Yo no voy a pintar todo de amarillo, azul y rojo, y decir que con puro amor mato a patadas la impotencia. No voy a decir que no he llorado a mares. Elección, tras elección, he sentido que el mundo se me derrumba. He sentido como una avalancha de impotencia, casi he llegado a sentir que me empujan, que me expulsan, que me callan. Sí. Es horrible. Pero en la adversidad hay mucho. No olvidemos aquel poema que termina "porque después de todo he comprendido que lo que árbol tiene de florido, vive de lo que tiene sepultado". 

Pero yo sé que afuera la vida no es fácil. Yo veo el mundo y la verdad está en un estado terrible. Yo también me he deprimido afuera y he perdido la Fé en la humanidad. Yo también he visto afuera corrupción, marasmo, complicidad, materialismo, intolerancia. No es sólo aquí. No es que el horror humano es exclusivo a Venezuela. Muchas ciudades del mundo en vías de desarrollo y del primer mundo tienen lados oscuros, y la vida no es fácil. Es cara. Es solitaria. Es dura. Hay desempleo. Hay desunión. Hay mezquindad. Hay pobreza. Hay enfermedades. Hay injusticia. Y si me voy no me voy a ir con la falsa ilusión de irme al paraíso, me voy a ir sabiendo lo que me espera, porque como ya me he ido. Y no se me olvida por qué regresé. 

No me voy porque aquí tengo raíces. A mí no me las han quitado. La forma de hablar. Los olores. Los sabores. La relación con mi madre. Con mi padre. Con mis hermanas. Con mis sobrinos. Incluso con mis primos que viven afuera. Porque viven afuera pero son parte de mis raíces, porque forman parte de mi recuerdo, de mi infancia y todo eso influye a su vez en cómo crío a mis hijos. Mi manera de enfrentar la maternidad, de aproximarme a la educación, los valores, los principios que trabajo día tras día para inculcarles a ellos, todos suman una razón por la que me quedo. Quiero que vean la vida cómo yo la veo. Sí, es verdad, aquí no hay un museo de ciencias con un huesos de dinosaurio. Aquí el atraso. Aquí nos preocupamos su papá y yo por cómo vamos a hacer de ellos ciudadanos del mundo, pero la verdad es que yo estoy clara que eso no lo determina en qué ciudad viven, sino qué tan grande es el compromiso de sus padres por abrirles la mente. 

No me voy porque todavía no lo hemos perdido todo. No me voy porque todavía hay por qué luchar. No me voy porque aquí está el trabajo, aquí está la familia, aquí esta la causa no perdida. No me voy porque creo que todavía hay razones para seguir luchando. No me voy porque hay mucha gente que quiero, mucha gente que comparte la visión y las ganas de salir adelante. No me voy porque mientras haya vida hay esperanza. 

No me voy porque a diario veo gente luchando, en su ámbito, porque muchos no quieren trabajar, pero muchos sí, porque conozco jóvenes que quieren estudiar, que quieren aprender, que quieren leer, que quieren actuar, que sueñan con ser ingenieros, médicos, enfermeras,  porque sé de gente que se levanta a las tres de la mañana para trabajar, que sortea huecos, malandros, presiones del vecino, del gobierno, porque conozco padres que hacen sacrificios enormes para educar a sus hijos, conozco mamás que dicen sabes qué yo iré menos a la peluquería pero yo me voy a quedar en la casa para apoyar a mis hijos, conozco madres que dicen sabes qué yo voy a salir a trabajar porque es la única forma de darles la educación que creo necesarias, conozco médicos que no cobran, conozco gente que va y cuenta cuentos en barrios, conozco un señor que apoya a 17 (sí, diez más siete), niños que crecieron en estado de abandono, conozco amigas que nunca dejan de apoyar a fundaciones que necesitan recursos, conozco gente que trabaja con las uñas para hacer trabajos como el de promocionar arte o lectura, conozco señoras que se desviven mes a mes por llevar comida a los presos políticos, conozco niños con enorme talento en deportes, conozco futuros lectores, conozco padres recién estrenados que se reintegran al trabajo por ganas, por puras ganas, conozco maestras que enseñan mucho más que un curriculum, sino que hacen su trabajo con dedicación, conozco políticos de convicción que hacen su trabajo por vocación al servicio público, conozco gente que está dispuesta a ser no complaciente con la camada de corruptos que nos ha dejado este período, y que no le importa ser el único que no le come los tequeños, ni le devuelve la sonrisita cómplice, conozco gente que está dispuesta a ayudar en otra elección, en lo que haga falta, conozco gente honesta, comprometida, conozco gente que quiere un país mejor, que sabe, que intuye que este puede y va a ser un país mejor. 

No me voy por la gente. Así como me quejo del terrible estado en el que estamos, de la descomposición, también tengo que decir, todavía somos muchos, y somos más, los que no queremos vivir en un país descompuesto. Y para muestra el botón de darle compartir a mis desahogos. Es más, somos millones los que queremos arremangarnos la camisa para reconstruir este país. En libertad. En verdadera libertad. 

No saben cómo me ha conmovido la respuesta a estos últimos posts, y cómo me ha dado fuerza y Fe. Y aliméntense de eso, porque allí está la clave. En no dejarse doblegar. En recordarnos unos a otros que no somos los únicos que nos hemos sentido tristes y hasta derrotados, sino todo lo contrario. 

Así que no me voy. Todavía no me voy. Por el momento no me voy. Y no digo que no me voy nunca, porque como dice mi papá, lo único más difícil que cambiar el pasado es predecir el futuro.
La vida es amplia y yo no me cierro a nada. Si viene una oportunidad, una circunstancia, si yo misma veo que algo dentro de mí cambia y que mi voz interior me dice que mi camino aquí ha llegado a su fin, y es una decisión que considero acertada, porque me va a sumar, porque el lugar al que voy es el indicado para mí, y me va a ayudar a crecer y realmente voy a estar mejor que aquí en una gran cantidad de aspectos, pues ese día me iré. Eso sí, con un gran peso en el corazón, porque yo sueño con una Venezuela de lectores, porque con ese sueño me levanto por las mañanas, porque mi hija canta, “amarillo, azul y rojo, los colores de mi bandera, Venezuela, Venezuela, cada día te haremos mejor.” Y a mí se me hace un nudo en la garganta, y siento que el impulso que tengo para trabajar es demasiado grande. 


Así que no me voy. Ni se me está pasando la vida sufriendo. Así como lo de Abreu era tocar y luchar, lo mío es leer, escribir y luchar. Y esa es mi vida. 

Comentarios

Epígono Cortazariano Enratonao ha dicho que…
"Yo me quedo porque amo Venezuela"

Cuidado, cuidado, Carlos Baute decía lo mismo y mira ahora que se la pasa en la ¡Hola! (la original, la española) en traje de baño.
Clara Machado ha dicho que…
Querido Epígono, debo decir, no conozco a profundidad la obra de Carlos Baute, pero creo recordar que su motivo principal para quedarse no era el amor, sino el optimismo, cosa que es considerablemente más peligrosa. Entre otras cosas por aquella frase de Antonio Gala, de que un pesimista es un optimista bien informado. Yo me quedo, y no todos los días amanezco llena de optimismo. En todo caso, como digo al final de mi artículo, no sé si algún día se me presente de nuevo la oportunidad de irme y la tome, pero en este momento no es mi realidad, y me quedo con convicción.

Ahora, lo que si te puedo asegurar es que en la ¡Hola! (por más que la compre y sí, sepa perfectamente quién es el Conde Lequio y uno de mis personajes favoritos sea la 20 veces grande de España, la Duquesa de Alba, no lo voy a esconder), salir en traje de baño...mira, como dice el cuento aquel, ni de vaina frootie loopies. :D pero gracias por la advertencia, la tendré en cuenta por si algún día...y si por la boca muere el pez me sacas el comentario. Nos vemos en la bloggosfera.

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